Este libro nace de una energía. Será por eso que toma su nombre de la física: La teoría de las cuerdas sostiene los estados vibracionales de los objetos, de la materia, y su capacidad de transformación ya que no piensa las partículas como puntos fijos sino como cuerdas, como flujos. Más o menos algo así. Pero lo importante es cómo este libro, este conjunto de poemas que se unen y casi forman uno solo, piensan las relaciones entre la ciencia, la filosofía, y la poesía. Un río de nombres propios que une todo. Contrariamente a la idea de individualización que podría producir el nombre propio, es ese mismo nombre el que enlaza la cadena formando una constelación mitológica que nace en Dafne y termina en Romina Tejerina, pasando por Evita. Flujos, corrientes, materia en movimiento, nombres en estados vibracionales: “Cada gota de sangre conforme el lago/las presas fangosas reanuden el pantano/ el tamaño de la tristeza sea triunfo glorioso/ y mi canto un himno del fungir” (de Cuerda de Dafne).

Tal vez estos poemas, cinco cantos-cuerdas que se completan con un poema-tratado que se llama Ejercicio Cósmico, hayan nacido de un solo nombre, el de Romina o el de Dafne que se unió a otros mediante una cuerda y las diferentes representaciones de una misma tensión: el cuerpo femenino. En la Cuerda de Romina leemos “el dedal en el dedo y la que teja cosa unas alas/ para salir de esta prisión, el cuerpo que tengo desde que nací/ virgen, yo también nací y sin alas, le di alas a otra/ para morir, tejida en mis entrañas/ tejido de mis entrañas/ salió del cuerpo, de esta prisión en que nací, nació otro cuerpo/ y cayó al mar, a sus olas, yo lo caí, loca ahí, caín”.  La asociación libre que aparece mediante el enlace de algunos fonemas no son solo recursos de estilo sino que intentan seguir la búsqueda de un sentido histórico: loca, Caín, caer. Así el laurel de Dafne se une con el estofado de Eva, la del “costillar”, pero también la de “los millones de niños sin camisa”. 

Todas cuerdas comienza con un relato primero que bien podría homologarse a un bing bang literario: el nacimiento del nombre propio. Es un fragmento del Antiedipo de Guattari y Deleuze pero se hace otra cosa en este libro, vibra diferente cuando se une a otras voces como las de Juana Inés de la Cruz, o Marosa di Giorgio o Diana Bellessi o Miguel Ángel Bustos. Todos nombres propios que traman sus ideas con las ideas de los poemas. Romina Freschi nos da con estos poemas una idea acerca de la poesía, de sus enlaces, de sus caminos, de sus tensiones, nos dice ella misma: “es difícil explicar este libro porque tiende a unificar y no a diferenciar cosas y quiere ser una atmósfera, un clima u oleaje”. Será por este ánimo de unión que en el poema “Cuerda de poesía” se pregunta con signos de exclamación “¿¡La estética no debería impulsar intuiciones científicas?! Pero ¿Qué es la estética sino la intuición? No hay facilidad en la intuición, como no hay facilidad en la estética. Las decisiones más rápidas y más carentes de responsabilidad no se toman por estética sino por coerción: social, histórica, política, psicológica. Tomar una decisión estética es lo más difícil de hacer puesto que involucra el reconocimiento del propio y puro gusto, de la propia y pura idea de bien, y además el balance de los materiales concretos y sus refracciones en el mundo humano”. Podría este párrafo resumir la idea total del libro, una decisión estética que es política, eso es Todas cuerdas, que no se priva tampoco, aún en su nombre, del antagonismo con lo que nos han llamado a las mujeres por siglos: locas. Ahora, podemos decir, todas cuerdas. ~

Todas cuerdas 

Romina Freschi 

Editorial Heckt