El Líbano celebra hoy sus primeras elecciones legislativas desde el 2009, en medio del clima de inestabilidad política que sigue presente por las tensiones regionales. Después de una dura campaña de desacreditaciones mutuas entre todos los partidos, se espera que las tres fuerzas tradicionales mantengan su dominio dentro del Parlamento.
Unos 3,5 millones de libaneses están llamados a votar hoy a partir de las 07.00 hora local (1 de la mañana en Argentina). El recuento, que según lo previsto concluirá en horas de la madrugada, dará a conocer los elegidos entre unos 700 candidatos, 86 de ellos mujeres, agrupados en 77 listas electorales. Los analistas no esperan grandes cambios en la configuración del Parlamento, hoy controlado por el grupo chiíta Hezbolá; la sunnita Corriente del Futuro, del primer ministro Saad Hariri; y la cristiana Corriente Patriótica Libre, del presidente Michel Aoun. Las tres, son las principales fuerzas de este sistema parlamentario que reparte cuotas entre las diferentes confesiones religiosas, a grandes rasgos, mitad cristianos, mitad musulmanes (sunnitas y chiítas).Las elecciones llegan después de tres prolongaciones del mandato del Parlamento -en 2013, 2014 y 2017-, amparado por la inestabilidad política generada por la guerra en la vecina Siria. También en la formación del Ejecutivo hubo problemas, a causa del desacuerdo entre las fuerzas, quienes no lograban designar al jefe de Estado, lo que causó un vacío de poder entre 2014 y finales de 2016.
Una de los electores, Karene Safi, de 33 años, quien votará en el barrio cristiano de Achrafieh, en el este de Beirut, aseguró emocionada que votará al grupo independiente Kuluna Watani (Todos por mi Patria) ya que, dijo, se trata de la primera vez que la sociedad civil está representada en un solo bloque. Sin embargo, los pronósticos le otorgan un papel residual a ese grupo. La campaña electoral cesó ayer oficialmente por el llamado día de reflexión, conforme la nueva y compleja ley electoral que, tras arduas negociaciones, se aprobó en 2017.
Durante la campaña, los candidatos no han dudado en acusarse mutuamente de ser corruptos y del estancamiento de la economía, que alimenta el desempleo y la emigración.