El Jardín Botánico terminó siendo víctima del notorio mal gusto del actual gobierno porteño, que empezó a construirle una nueva entrada sobre la avenida Santa Fe. El Carlos Thays es un parque de los más viejos de la ciudad, una idea sarmientina y una mezcla de lugar educativo, reservorio de especies y paseo público gratificante. Los que lo conocen, y somos tantos, saben que su estilo está marcado por su sencillo edificio central de ladrillos, de 1881, sus elegantes jardines de invierno, por sus esculturas y sus senderos curvados. El parque es un ejemplo de diseño paisajístico de su época, un todo coherente que debería ser respetado e intervenido con pinzas. Y además es monumentos histórico nacional.

Con lo que ante la alarma general que despertó la nota en este suplemento del sábado pasado, la comisión se comunicó con la Dirección General de Espacios Verdes porteña y le recordó que no se había enviado el proyecto de ante mano, como corresponde a un espacio protegido por ley nacional. Espacios Verdes respondió bien, avisando que iba a modificar el diseño y enviar de inmediato la nueva propuesta para su aprobación. Los de la Ciudad saben que la Comisión Nacional de Monumentos, de Lugares y de Bienes Históricos que dirige Teresa de Anchorena tiene el derecho a vetar una obra, alteración, agregado o cambio en un monumento nacional, con lo que actuaron cuerdamente y prometieron velocidad.

Lo que resulta más difícil de pensar es qué cambios pueden idear para moderar el impacto de un proyecto tan feo y burdo, más parecido a un stand de una feria que a la entrada de un parque clásico. Para empezar, el engendro es demasiado grande, con una pared lateral, pantallas caladas y un techo oval hormigón con un paseo encima. La idea, según la Ciudad, es “proteger contra la lluvia y el sol”, una tontería cuando se trata de una entrada: se entra y listo, como se hacía hasta octubre por el simple portón de rejas y como se hace hoy por el lado de Plaza Italia. La otra bobería contenida en la propuesta es que el engendro sirve para “unificar”. ¿Unificar qué? El objeto a construir es una ruptura de un paisaje urbano excelente que no necesita intervenciones visuales de ningún tipo.

Como señalaron los repudios de la Fundación Ciudad y de la Asociación Amigos del Lago de Palermo, entre muchos otros grupos de vecinos, la idea es un “adefesio”. Las pantallas caladas tienen... hojitas, igual que la propuesta de vereda tropical. Daría risa en un parque nuevo, pero en el Thays es francamente lamentable. Lo mejor sería que el ministerio de Ambiente y Espacio Público aceptara que no fue una buena idea y simplemente demoliera lo construido. Volvamos a la simple reja anterior.

Que el Botánico tiene suerte de ser monumento histórico nacional y disfrutar de una protección externa lo muestra la plazoleta de la foto, parte del conjunto del Parque Chacabuco. Los vecinos del barrio, que están más que alerta sobre el uso de su parque, denunciaron que se gastaron tres millones de pesos en arruinar la plazoleta Avelino Gutiérrez, en la unión de Eva Perón y Emilio Mitre. Como se ve en la imagen de arriba, el triangulito tenía algo de verde, un monumento, algún banco, o sea que era la típica plazoleta divisora de tránsito porteña. Ahora es pura superficie reflectora e impermeable, menos metros de verde para una cuenta que a las administraciones Macri-Larreta no les para de bajar. Y ese rojo y blanco... Nuevamente ¿tiene que ser tan fea?

El Antártico

Los lectores de m2 recuerdan la idea frivolona de rematar la sede del Instituto Antártico Argentino en la calle Cerrito, sin que el lugar hubiera sido mudado a una nueva sede con sus colecciones, archivos y bibliotecas, y sin que se supiera si se obligaba a preservar el petit hotel. Una precautelar presentada por un grupo de porteños patriotas suspendió la subasta en el Banco Ciudad, cosa de tener tiempo de analizar el caso. Pues este jueves la justicia porteña pasó de precautelar a cautelar y bloqueó toda posibilidad de vender el edificio y listo. Esto significa que el gobierno nacional va a tener que apelar la medida y discutirla, con lo que va a tener que contestar preguntas incómodas como por qué quiere vender ese edificio, teniendo que probar que no le sirve más. Y aunque gane el derecho de venderlo, eventualmente, deberá rendir cuentas de sus planes para mudar y preservar las bellas colecciones históricas, los papeles y los libros que ahí se guardan. También deberá garantizar que no se demuela el petit hotel, ya que una parte importante de la cautelar se obtuvo explicando el valor patrimonial del edificio.

La sexta fue vencida

Un asombro de esta ciudad es la lealtad y energía con que el macrismo sirve al Grupo IRSA. Como se recordará, este año volvió a la Legislatura el proyecto de ley que le permitiría al grupo construir un shopping enorme en los terrenos ferroviarios de Caballito. Increíblemente, es la sexta vez que el proyecto llega al legislativo, siempre mandado por el ejecutivo y con la firma del jefe de Gobierno. Cada versión del proyecto cedió algún mimo a la ciudad y sus habitantes, pero uno chiquitito y que no moleste al funcionamiento del shopping como lo entienden sus dueños. Y cada mimo era constructivo, cosa que no resulta demasiado oneroso a una empresa constructora.

Pues este fin de año la juez Andrea Danas frenó el tratamiento del proyecto de  ley 2982-J-2016 por pedido de El Observatorio del Derecho a la Ciudad, la Asociación por la Justicia Ambiental e integrantes del Consejo Consultivo de la Comuna Nº 6. El amparo tiene fecha del 15 de diciembre y gira alrededor de la falta de audiencia pública en el tratamiento, como lo ordena el artículo 63 de la Constitución porteña. Como en las audiencias los especuladores siempre pierden o tienen que explicar cosas que no quieren explicar, la idea era ahorrárselas. 

La jueza Danas le ordenó a la Legislatura si se convocó o no a las audiencias públicas antes del tratamiento de la ley e hizo público el caso para que todos los interesados se puedan presentar ante el juzgado, y para que nadie diga que no le avisaron en el legislativo. De hecho, la jueza hasta le mandó un oficio al secretario de Gestión Comunal y Atención Ciudadana para que le avise por nota a cada una de las Juntas Comunales y de los Consejos Consultivos de cada Comuna porteña. 

Tal vez esto le pueda poner un freno, más allá de la feria judicial, a la energía con que el macrismo defiende a IRSA. Una curiosidad del caso es que este shopping en particular no aparece como un pedido de la empresa por medio de un convenio urbanístico, como es lo común, sino que aparece siempre como una iniciativa del gobierno porteño y nadie más. Excepto por su página web, IRSA ni habla del tema y lo hace en la página por la obligación legal de toda empresa que cotice en Bolsa. Siempre son funcionarios porteños y políticos macristas que defienden la idea. 

En Los Piletones

La Cátedra Libre de Ingeniería Comunitaria, el Frente Territorial Salvador Herrera y el Observatorio del Derecho a la Ciudad hace rato que vienen avisando de los altos niveles de contaminación en sectores de nuestra ciudad. Esta semana, difundieron un informe técnico que realizó la ingeniera María Eva Koutsovitis sobre la situación en el barrio Los Piletones, donde se supone que el gobierno porteño ya intervino, hizo obras y solucionó problemas. No sorprende encontrar que en cuanto el resultado es visto con algo de rigor, aparece otra situación.

Resulta que pese a las obras, las conexiones domiciliarias de agua a la nueva red de distribución que se construyó son inexistentes. Se puso la línea principal, pero no se conectaron las viviendas. Las cámaras cloacales recién construidas se desbordan constantemente, indica la ingeniera, lo que deja claro que el nuevo sistema no funciona como se debe o está subdimensionado. Nuevamente, las viviendas ni siquiera están conectadas a la nueva red cloacal.

Cuando llueve, aparece otro problema, que las canaletas pluviales no tienen la pendiente necesaria y son muy chicas, con lo que desbordan cuando se las necesitan y tienen agua estancada cuando no. Tampoco hay sumideros pluviales. Con este panorama y con la historia del barrio, no extraña que la muestra de agua del lago regulador Soldati mostrar mucha contaminación bacteriológica y también hidrocarburos. Estas aguas van a parar al Riachuelo.

Las ONG que prepararon el informe recomendaron revisar y corregir la infraestructura ya construida y conectar a los vecinos a las redes, de modo que puedan tener un servicio regular. Mientras, la Ciudad debería remediar la contaminación puntual y la que va a parar al Riachuelo, para controlar el daño. 

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