El costo político del veto dista de ser la mayor aflicción del presidente Mauricio Macri. Si nos ponemos estrictos, el sideral valor de las tarifas de emergía, gas y agua no es el principal costo que pagan millones de argentinos. O, por mejor decir, no es para nada el único. Los productos de la canasta familiar aumentan de modo exorbitante.

 Los sueldos, aún los “privilegiados”, quedan rezagados frente a la inflación.  Las pequeñas y medianas empresas la pasan fatal.

 Si abril hubiera sido el peor mes del año, Macri y su equipazo podrían bailar en una pata, usando el balcón de la Casa Rosada. Con tino y precaución, ahorran el espectáculo y vallan la Plaza de Mayo. Todo tiene que ver con todo. Saben, aunque niegan “de boquilla”, que lo peor está por venir. Las directivas del Fondo Monetario Internacional (FMI) para profundizar el ajuste y los despidos recién llegan a preembarque.

  El “costo” que con tanto afán quiso evitarse el oficialismo es síntoma de un problema mucho mayor: el programa económico de Cambiemos deja afuera, castigada, a una cantidad creciente de ciudadanos. Entre ellos a la “clase media” que lo aupó y lo refrendó en las urnas o a los jubilados que creyeron en las monsergas budistas de Macri y en el engaña pichanga de la reparación histórica.

 La narrativa oficial, reduccionista, pone patas para arriba al método cartesiano. Divide cualquier problema complejo en tantas partes como sea necesario para hacerlo incomprensible. Para entender lo que pasa, en el enorme contexto del veto, hay que abrir el angular, salirse del empacado recinto del Senado, mirar la calle, los lugares de trabajo, los hogares.

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El cronista vive cerca del predio que usurpa la Sociedad Rural, ayer pasó por ahí, cuando principiaba la sesión. La Expo Empleo lograba un preocupante éxito de convocatoria. Una cantidad incalculable de jóvenes hacía cola que serpenteaba por las amplias veredas de la Avenida Santa Fe y pegaban la vuelta por alguna transversal. Cuadras y cuadras, que se renovaban.

Se les oferta la perspectiva de un primer trabajo, quimera para cualquier sub 25. El año pasado el cebo ofrecido eran 20.000 puestos de trabajo que, a la hora de las efectividades conducentes, no llegaron a cinco mil.

Posiblemente ayer nadie en la cola siguiera los vericuetos del tratamiento parlamentario. Iban por su supervivencia, apenas.

En la citada avenida, una de las más comerciales de la Ciudad Autónoma, se suceden (a ojo de buen Poroto cubero) dos o más locales cerrados con carteles de “se alquila” por cada cuadra.

Se conjuran los alquileres más las tarifas más la retracción del consumo.

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   El inventario de los errores tácticos cometidos por Macri para gambetear el veto excedería los límites de esta larga columna y de la paciencia de quien lee.

 El presidente interpreta mal la coyuntura, no aprende de sus traspiés pasados…ni aún de sus aciertos. Trató al “peronismo federal” como un torpe seductor de barrio. Le dirigió piropos desganados, lo rechazaron, los vituperó.

 Cuando la reforma jubilatoria salió con fórceps, el Gobierno sobreactuó las presiones, traccionó a los gobernadores más permeables, los prepoteó a la luz del día, alardeó de tenerlos con rienda corta, desacreditándolos. Transcurría diciembre, estaba fresco el recuerdo de las elecciones de medio término. Los astros parecían alinearse. Ahora, cuesta abajo en la rodada, conseguir aliados gratis deviene una misión imposible.

  Macri fue solito al FMI sin anoticiar ni siquiera a sus aliados Resuelve puertas adentro y quiere repartir las pérdidas, una suerte de socialismo al revés.

 Define las tarifas, sin atender al fallo de la Corte Suprema que demarca límites, entre ellos la proporcionalidad con los ingresos de los usuarios. Sin dicho recaudo, las subas siderales devienen confiscatorias.

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En el borde, el presidente quiso “conducir” a los compañeros dirigentes, les agitó el esperpento del kirchnerismo. El punto es que, a medida que corre el calendario, crece la centralidad del gobierno en ejercicio que consumió más de la mitad del mandato. El argumento de la pesada herencia pierde peso: las responsabilidades propias inciden más.

 A principios de 2016 o a fines de 2017 mandaba la fuerza gravitatoria del oficialismo. Ahora es expulsivo, centrifuga más de lo que suma.

 Un micro programa de tres minutos, explícitamente destinado a llevar de la nariz al “peronismo no K”, funciona como búmeran. Nadie se deja conducir por un gobernante desdichado, caprichoso a quien todos los indicadores le dan mal. Las encuestas entre ellos… y no son su principal problema.

Los desempeños del gobierno lo aíslan de parte de su base social y empujan a la oposición a quienes, apenas ayer, eran transigentes, complacientes, compañeros de ruta.                 

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El ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, se reunió la semana pasada con un puñado de economistas. Casi todos de derecha, casi todos exitosos en la actividad privada, llevando en su mochila fracasos estrepitosos cuando incursionaron en la gestión pública. Empobrecieron a los argentinos, se enriquecen ellos. ¿Le suena? Todos le auguraron una inflación anual superior al 25 por ciento, como piso.

La oferta paritaria para los trabajadores del estado es del 12 por ciento anual, menos de la mitad del augurio ilustrado. La Unión del Personal Civil de la Nación (UPCN) rehúsa mediante un comunicado inimaginable meses atrás. El sindicato manifiesta “absoluto rechazo (…) a la pauta salarial sin derecho a revisión alguna”. Cuestiona asimismo “no garantizar la continuidad en los puestos de trabajo y acceso a la carrera de nuestr@s compañer@s”. Se declara en estado de alerta y movilización y habla de adoptar medidas de acción directa. El Secretario General de UPCN, Andrés Rodríguez (antaño manso y tranquilo) arrinconado contra la pared, actúa en defensa propia y de sus representados. La política laboral macrista engrosa el elenco de opositores.

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El endeudamiento alocado es clave para desentrañar la crisis. El kirchnerismo dejó desendeudados al estado nacional, a las provincias, a las empresas y a las familias. El macrismo tomó crédito a lo pavote, algunas provincias le siguieron los pasos.

La Nación acude al FMI, a las provincias se le cierran las puertas.

Daniel Arroyo, sociólogo y diputado por el Frente Renovador, alerta desde hace rato, la gravedad de las deudas que contraen laburantes humildes, a tasas exorbitantes.  Una bola de nieve que se hará impagable más pronto que tarde

El Banco Central promueve tasas de interés usurarias para las Lebac, para los créditos, para el descuento de cheques o los adelantos en cuenta corriente. El contagio se propaga a las tarjetas de crédito, el salvavidas de plomo que manotean personas de clase media para no hundirse. Un interesante artículo de la periodista Mónica Yemayel, publicado en la revista Anfibia, da cuenta del fenómeno, de modo impresionista. Cualquiera que converse con parientes o amigos sabe que las muestras son representativas.

Las cadenas de pago se cortan, conforme admiten hasta los capitostes de la Unión Industrial Argentina (UIA).

Macri exhorta al ahorro: un emisor no creíble por su fortuna personal y por portación de aspecto. Los rebusques de campaña naufragan cuando se trata de imponer austeridad.

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En la Casa Rosada y zonas de influencia cierran los ojos ante señales ruidosas de la sociedad. El hit del verano-otoño, se consuelan, es un alarido de bravas brava o kirchneristas solitarios. También ellos conformaron la formidable movilización del 25 de mayo. La marcha docente es “de Baradel”, centenares de miles de maestros no cuentan, por ahí ni existen: los siguieron sin pensarlo ni quererlo, en manada. En fin…

 La Marcha Federal de movimientos y organizaciones sociales crece mientras avanza hacia la Capital. Los contactos crecientes entre dirigentes sociales y gremialistas se subestiman o se atribuyen a veleidades subjetivas, cuando no a la intromisión del Papa Francisco.

 La política económica empuja a mayorías sociales a la oposición, aunque no se encuadren políticamente.

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El Gobierno apuró el veto… nada podrá hacer ni acallar cuando cada usuario reciba las boletas con aumentazos, mes a mes.

 La potestad presidencial deja sin efecto la ley pero la unificación del espacio opositor queda, como referencia para meses venideros. Como el tarifazo, Macri lo hizo.

 Las tribulaciones de la gente común no pasan por “la ley opositora” ni por la dinámica parlamentaria sino por la lluvia de facturas de servicios, por el precio del pan o de la carne, por las dificultades (o imposibilidades) para llegar a fin de mes.

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