En pocos deportistas el significado de espíritu competitivo puede usarse como un sinónimo de igual forma que con él. Es lo mismo hablar del pibe que llegó a Avellaneda de la mano de León Najnudel a debutar a la Liga Nacional con 15 años que del consagrado que se dio el lujo de demostrar su alma por el mundo y fue el corazón de la mejor Selección argentina de todos los tiempos. Es que Andrés Nocioni no conoce otra manera de vivir que compitiendo, que exigiéndose constantemente. Por eso asegura que a pesar de ya no picar más una pelota, su competencia interna no se detiene, que busca nuevos desafíos y que hoy su pasión la pone en una actividad que siempre lo movilizó: la pesca. Enganche y una charla distendida con un hombre que supo usar el tiempo para evolucionar.

-¿Cómo fue para un chico de 15 años ser apadrinado por el creador de la Liga Nacional?

-Fue una situación rara, porque uno jugaba al básquet por ilusión, por pasión, porque me gustaba el deporte… Y que apareciera León cambió las cosas. Me dio la posibilidad de hacerme profesional y empezar mi carrera en la Liga Nacional. Es un recuerdo bonito de mi carrera.

-¿Cómo era aquella época en Racing en la que había problemas para comer y tu viejo te quería llevar de regreso a Gálvez?

-La situación en Racing en ese momento no era fácil, porque el club estaba mal económicamente y había muchos problemas con los dirigentes. El básquet no fue ajeno a eso, porque comenzó como un buen proyecto, como una buena idea, pero con el transcurso del tiempo esa idea no encajó y el básquet quedó inmerso en los problemas económicos que tenía el club. Y bueno, en ese contexto, la verdad es que hubo momentos en los que la pasamos brava. Y mi viejo me quería llevar a mi casa, pero yo pensaba que Racing era una buena chance para mostrarme y jugar en la Liga Nacional. Yo aprovechaba un poco el desorden porque había jugadores que no cobraban y no jugaban, entonces yo tenía más oportunidades.

-¿Faltaba para comer?

-Sinceramente hubo momentos del año en los que estuvo muy complicado hasta para comer. Nosotros parábamos en la residencia con el fútbol y éramos muchos los que teníamos que comer. Había varios departamentos en Avellaneda que ocupaban la mayoría los muchachos del fútbol y sólo seis jugadores de básquet estábamos ahí. Fue complejo, pero lo tomé como una experiencia más.

-Después de haber ganado todo, ¿por qué te conmovió tanto el homenaje que te hizo Racing?

-Racing es una tradición en la Argentina. Es una institución que creció muchísimo, fui al club y me pareció que está precioso, que lo mejoraron socialmente… Y la verdad es que fui a dar mi apoyo porque me parecía que estaba bueno volver a estar en el club que me dio la chance ser profesional. Y en algún punto siento que es algo que ayuda a la promoción del básquet del club, al Torneo Federal. Cuando me llaman para cosas así intento ser parte.

-Cuando mirás para atrás, ¿qué Chapu ves?

-Alguien que jugaba al básquet con muchas ganas y que buscaba todo lo que le pasó. No sé si tanto, pero yo quería jugar de manera profesional. No sabía que me iba a pasar todo lo que vino después, pero cuando reviso lo que me pasó me doy cuenta que los logros llegaron por trabajo, por constancia, por sacrificio y por compromiso al deporte.

-Mencionás muy poco la palabra talento, ¿qué porcentaje le das a esa característica?

-El talento es muy relativo. Uno habla de talento porque cree que sabe jugar al básquet. Pero las personas tienen diferentes cualidades. Entonces, no es que a mí ni me sobraba ni me faltaba talento, pero yo tenía cualidades que se ajustaban a la necesidad de un equipo.

-¿Cómo fue irte de tu casa para ser profesional?

-Lo tomé con naturalidad y lo sentí como una oportunidad. Era algo que no me quería perder. No miraba para atrás y apuntaba al futuro. En Avellaneda estaba muy cómodo, haciendo mi vida como si nada y eso que yo venía de un pueblito de 20 mil habitantes. Disfruté mucho de Buenos Aires y de haber estado en Racing.

-¿Una de las claves de la Generación Dorada es que no le tenía miedo al imposible?

-Es que no hay que tenerle miedo a eso. Cuando uno se da cuenta que pueda alcanzar algo, hay que saltar, aprovechar la oportunidad y hacerlo. Hablamos hace poco con Pepe Sánchez sobre el miedo a ganar y la verdad es que uno tiene que romper esas barreras. Nosotros lo hicimos, no tuvimos miedo, nos dimos cuenta de que teníamos esa capacidad, la calidad para hacerlo y dimos ese paso.

-Para el que no es deportista, ¿cómo se explica el miedo a ganar?

-Es complejo de explicar. Lo que puedo decir es que cada uno debe llevar los límites al máximo posible. Que cada día hay que elevar la exigencia un poco más si se quiere ser profesional. El miedo a ganar o perder, es difícil de poner en palabras porque son sensaciones que hay que tener dentro del cuerpo y pasar la experiencia para saber de qué se trata.

-¿Le tenés miedo a algo?

-No, la verdad que trato de vivir la vida con tranquilidad. No tengo miedo, sé que es necesario para algunas situaciones, pero es algo que trato de no tener.

-Cuando algún chico te pide un consejo, ¿cuál le das?

-Que trabaje, que sea constante, que tenga pasión y que todos los días se entrene como si fuese el último.

-¿Cuál fue el tiro que fallaste que más te sirvió?

-El tiro que erré con España me sirvió muchísimo. Me enseñó a seguir adelante, a pensar, a trabajar más duro, a analizar cómo hacerlo mejor la próxima vez que tenga una chance. Y por suerte, en el final de mi carrera, pude meter uno importante contra Brasil (en los Juegos Olímpicos). Eso fue lindo.

-¿Sentís que a la Generación Dorada se le reconoce cosas que a otros equipos les cuesta mucho que se le reconozcan? A la Selección de fútbol no le es tan fácil conseguir aceptación.

-Yo no me meto en comparaciones. A mí me parece que esta Selección que va a ir a Rusia, por momentos fue injustamente criticada. Y lo sigue siendo. Porque no es fácil llegar a una final del mundo en el fútbol, me parece que debe ser más complicado que en el básquet. Son muchas las potencias que hay en el fútbol y esta generación, con Messi a la cabeza, hizo cosas geniales para la Argentina. Lo que pasa que no han tenido la fortuna de ser campeones. Quizá les jugó un poco en contra la presión que les hemos puesto para que ganen el título. Entonces, tengo una mirada diferente a lo que dice la mayoría. Esta Selección se identifica con lo que siento y con la Argentina al 100 por ciento. Lo que pasa es que somos muy exitistas.

-Entonces, ¿sentís que ustedes sí lograron identificarse con la gente?

-La verdad es que si no salíamos campeones hubiéramos pasado de largo. Somos demasiado demandantes. Es una lástima porque muchas veces se pierde de vista que está Leo Messi en la Selección. Es el mejor jugador del mundo y los demás países se mueren por él. Sin embargo, acá hay gente que todavía lo critica, me da gracia que alguien lo cuestione. Deberíamos cambiar estas cosas, que no se debe medir todo por resultado. Messi demuestra valores, calidad humana, cercanía, muchas cosas que se deberían valorar más que los resultados. Eso siento de él.

-En el diario El País diste una entrevista en la que dijiste que la competitividad no se erosiona con los años. Después del básquet, ¿dónde ponés ese sentido de competencia?

-Va mutando un poco. Hay veces que uno piensa ¿qué es ser competitivo? Yo traté de hacer las cosas lo mejor posible en mi deporte, de rendir lo mejor posible para la Selección o para el club en el que tuve que jugar. Ahora soy muy competitivo conmigo y con la pesca. Me encanta pescar y lo hago con mosca. Trato de superar mi técnica cada vez que salgo con la caña. Eso es un gen y lo vas poniendo en diferentes actividades.

Carlos Sarraf

-Hace poco Gonzalo Higuaín, en una entrevista, decía que el futbolista es descartable tras el retiro y tanto vos como Luis (Scola) y Manu (Ginóbili), dicen que va a llegar un día en que nadie se va a acordar de ustedes, ¿por qué existe ese sentimiento en los deportistas de elite tras el retiro?

-El jugador de a poco se va diluyendo, porque es tan simple como que de generación en generación hay cosas que se pierden. Hay chicos que tienen 5 o 6 años que no saben qué hicimos nosotros, lo sabe el padre. Sin duda que nos van a recordar en algún momento, pero se va apagando todo. El deportista es descartable queda algo del recuerdo, pero no mucho más que eso. Es una lógica del transcurso del tiempo.

-¿Puntualmente para estas cosas se debe preparar el deportista?

-Para muchas cosas, pero en este caso es importante tener en claro cómo son las cosas. La Argentina fue campeona mundial de básquet en el 1950 y yo me enteré de eso recién cuando fui subcampeón del mundo en Indianápolis 2002. Tenía 21 años, nadie me lo había explicado, nadie me lo había dicho. Y yo era un profesional del básquet. Entonces, es necesario darse cuenta que no será eterno lo que logramos.

-¿Seguís pensando en todo lo que viviste o ya no lo ponés en tu cabeza mientras estás pescando?

-Es muy pronto todo. Hace poco que dejé de jugar, todavía estoy en el proceso de cambio. Ahora disfruto de las cosas que no podía hacer cuando jugaba y una de ellas es ir a pescar. Me vuelvo loco cada vez que puedo salir. Intento aprovechar a la familia, a los amigos, busco hacer cosas distintas. Por ejemplo, ahora cocino para mis amigos o mi familia. Sin duda que esto lo puedo hacer por la carrera que hice. Y gracias a Dios que pude, porque muchos no tienen esa posibilidad. Somos privilegiados del deporte.

-En la cocina, ¿cuál es tu especialidad?

-Hago de todo. Busco recetas en Youtube y me animo a hacer esas comidas.

-Sos un millenial.

-Te empuja la época, no se puede estar al margen del avance de la tecnología.

-Si se entera el 20 de los Spurs…

-Manu (Ginóbili) me carga, pero él sabe cómo soy yo. Siempre estuve al tanto de la tecnología más que nada por el tema de la comunicación. Necesitaba estar en contacto con mis afectos y siempre busqué las formas de poder estar comunicado con los amigos o con mis padres. La tecnología así como nos aleja también nos acerca. Es un efecto increíble, porque quizá estás junto a tu hijo mandando mensajes y te olvidás de preguntarle algo, por ejemplo, cómo le fue en la escuela. Pero también podés hablar con amigos que están lejos. Es algo muy loco todo.

-Hablás mucho de lo que te gusta la pesca, ¿qué te hace sentir esa actividad? ¿Cómo te preparás para eso?

-Fui a pescar bien al Sur, también fui a Mendoza, estuve en el Norte pescando dorados ¿Cómo me preparo? Me preparo para ir a pescar como lo hacía para un partido. Soy bastante meticuloso, preparo las cosas, armo los equipos, me concentro bastante… Por eso digo que me sale lo competitivo. Hago charlas en empresas privadas y no voy a improvisar, me preparo, investigo, me concentro. Trato de prepararme para todo. Es parte de mi personalidad ser preparado, ser eficiente y hacer todo lo mejor que pueda.

-En esas charlas hablás del legado de la Generación Dorada y calificás que lo que ustedes hicieron no era normal, ¿cómo te das cuenta que estás haciendo algo que sale de lo convencional?

-Durante el proceso uno no se da cuenta, lo advertís cuando lo mirás desde lejos y cuando buscás ejemplos o situaciones parecidas. Nosotros hicimos algo increíble para lo que es la Argentina, porque acá no es fácil armar equipos de trabajo que tiren para el mismo lado. No quiero decir que fuimos los únicos, sino que no es tan sencillo de encontrar ese tipo de comunión. Eso podemos tratar de transmitir porque no sería justo que se muera con nosotros.

-¿Con qué tipo de liderazgo te identificas más? Porque había muchos estilos de liderazgo dentro del grupo...

-Ahora que estoy en este tema, advierto que teníamos muchos líderes silenciosos, que no esperaban nada a cambio. Trabajaban sin buscar protagonismo. Dejaban el ego de lado y se ponían al servicio del equipo. No había un caudillo, sino que muchos líderes se unificaron para un bien común.

-Sergio Hernández nos contó que lo que más lo exigía era estar al frente de un grupo como ustedes, porque debía tener los conocimientos para ganarse el respeto de todos…

-Me parece que en ese sentido ayudamos a los entrenadores, nunca fuimos jugadores complicados para no aportarle al técnico. Le dimos las herramientas para que trabajen tranquilos. Colaboramos con ellos y nos valoran por eso.

-Ahora que pensás en liderazgos, que das charlas, que ves las cosas de otro lado, ¿considerás ser entrenador?

-Sinceramente, estoy cien por ciento seguro que entrenador no voy a ser. Puedo llegar a colaborar como ayudante, puedo trabajar con chicos, con jóvenes… Pero técnico no, porque no lo siento como una vocación.

-¿Qué le diría Andrés Nocioni al Chapu que arrancó en Racing?

-Este Nocioni le diría al Chapu de Racing que no cambie nada de su esencia. En definitiva fue parte de lo que me llevó hasta donde llegué. Quizá uno pensaba hacía cosas mal, pero era parte de mi crecimiento. Tenía una gran personalidad que había que pulirla. Me parece que supe utilizar el tiempo para evolucionar. En mi carrera mejoré siempre para bien y eso me da mucha tranquilidad.