En nuestras relaciones cotidianas, solemos toparnos con individuos que nos llaman la atención por algunos rasgos de su personalidad. Personajes que incluso llegan a altos cargos en la función pública y que su necesaria exposición, concita la mirada de una parte importante de nuestra sociedad. En algunos casos, estamos ante referentes o líderes con los que nos identificamos por su carisma, empatía y sensibilidad.

En general, se trata de mujeres u hombres que, en su paso por el gobierno, aportan aquello que en esencia la comunidad espera de ellas y ellos, lo que, en definitiva, siempre redunda en una mejor calidad de vida de los ciudadanos. En otros casos, y en sentido contrario, aparecen funcionarios que carecen de las condiciones citadas y que, por lo tanto, lo que transmiten es opuesto. Su sonrisa, se percibe fingida, su discurso, engañoso, y el resultado de su gestión, necesariamente desastroso. Sucede que, al no ser capaces de sentir las emociones sociales que permiten comprometerse realmente con las necesidades y sueños de la comunidad, tanto su sonrisa como sus promesas y afirmaciones, son sólo una puesta en escena, muchas veces largamente ensayada, con el fin de manipular a aquellos a quienes dicen comprender y querer ayudar.

La región vive momentos dificiles. Hace algunos años, la brillante escritora Canadiense, Naomi Klein en su obra La doctrina del Shok, describe lo que denomina “capitalismo del desastre”,  y lo atribuye al economista Milton Friedman, fundador de la denominada “Escuela de Chicago”, quien fuera contratado por el dictador Pinochet en Chile, al momento de expandirse en latinoamérica el Plan Condor. Señala Klein, refiriéndose a la región y concretamente mencionando a la Argentina, que “…Algunas de las violaciones de derechos humanos de este siglo, que hasta ahora se consideraban actos de sadismo, fruto de regímenes antidemocráticos, fueron de hecho un intento deliberado de aterrorizar al pueblo, y se articularon activamente para preparar el terreno e introducir las “reformas” radicales que habrían de traer ese ansiado libre mercado”. Recuerda la autora, que según aconsejaba Friedman, en su libro Capitalismo y libertad, los tres pilares para transitar el camino correcto hacia el libre mercado, son “la desregulación de toda reglamentación que dificulte la acumulación de beneficios, la privatización de todo activo que pueda ser operado por una empresa y dar beneficios, y el recorte drástico de programas sociales”. En nuestro país, casi desde el comienzo de la prédica de aquella perversa escuela de economistas, contamos con profesionales formados en Chicago, que dirigieron la economia de la última dictadura, y que a su vez, han sido inspiradores de los actuales integrantes del elenco gobernante, que desde el poder, y en el nombre de un bienestar “invisible”, concretan el mayor saqueo que nuesta comunidad ha sufrido en su historia. Así, el Presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger, contaba hace unos años en una conferencia en Estados Unidos, cómo el asesor Jaime Durán Barba, le decía -durante un coaching-, que en el debate para las elecciones, para que no le pregunten sobre la inflación, no debía proponer nada, “que hablara de sus hijos”. Por su parte, el actual Ministro de Hacienda de la Nación, Dujovne, en el 2016, mostraba en televisión un cartel que decía “no volvamos al Fondo” (por el Fondo Monetario Internacional). A su vez, el Presidente del Banco Nación, Javier González Fraga, sostuvo también en una conferencia, que una nena embarazada, que vive en una villa, está más para ir a los recitales que para amamantar a un bebé. Finalmente, hace pocos días, mientras la Gobernadora de la Provincia de Buenos Aires, se quejaba de la cantidad de universidades públicas, afirmando que “nadie que nace pobre llega a la Universidad”, el Presidente de la Nación, desde el norte argentino, sostenía que hace falta construir más cárceles.

Es interesante recordar aquí, un crimen cometido en Pamplona en julio de 2016 donde un grupo de cinco fornidos individuos, violaron a una joven y subieron a las redes la filmación de los vejámenes. Se autotitularon “la manada”. Al ponerse ese nombre, no sabían seguramente, que los animales, no violan y que sus únicos actos de violencia son en defensa o para obtener alimentos y para ello están filogenéticamente programados. Los humanos, en cambio, son los únicos seres vivientes capaces de matar, torturar y aniquilar a individuos de su propia especie sin ningún provecho racional, biológico, ni material, aunque por supuesto, muchos cometen también esos actos por algún tipo de beneficio, especialmente económico.

La brutal afirmación de que nuestro país necesita más cárceles y menos universidades, en un contexto como el actual, de cercenamiento cotidiano de derechos, acercan más a algunos gobernantes ala autodenominada manada de Pamplona, que a aquellos animales incapaces de violar.