En pleno debate por la despenalización del aborto, el papa Francisco recibió ayer en el Vaticano a la gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal, y a la ministra de Desarrollo Social de la Nación, Carolina Stanley, militantes en ambos casos en contra de la interrupción voluntaria del embarazo. La audiencia privada, sobre la que no hubo información oficial de la gobernación ni de la iglesia católica, se produjo una semana después de que curas villeros se pronunciaran contra la violencia institucional y advirtieran “a las autoridades correspondientes” que “la inequidad genera violencia que no habrá recursos policiales, militares o de inteligencia capaces de detener”, y horas antes del anuncio del préstamo de 50 mil millones de dólares por parte del FMI a cambio de profundizar el ajuste.

Del encuentro en la residencia de Santa Marta, que había sido acordado a principios de mayo, participaron también su gestor, el jefe de gabinete de la provincia, Federico Salvay, y el secretario general de la gobernación, Fabián Perochodnik. La relación de Vidal, Stanley y Salvay con el Papa, con quien se habían reunido por última vez en febrero de 2017, se remonta a cuando trabajaban en el Ministerio de Desarrollo Social porteño y Francisco era todavía Jorge Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires. Según había adelantado el gobierno bonaerense, los funcionarios iban a informarle al Papa sobre “las acciones del Gobierno para la lucha contra mafias, el narcotráfico y el trabajo para prevención y atención de adicciones”.

La reunión, que duró más de una hora, se produce a sólo seis días de que Diputados trate en el recinto la despenalización del aborto, tema que divide a funcionarios, legisladores y dirigentes de la alianza Cambiemos. Vidal y Stanley, al igual que el presidente Mauricio Macri y el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, se oponen a la principal reivindicación del movimiento de mujeres. En octubre de 2016 la gobernadora dio macha atrás con la adhesión al protocolo del aborto no punible, que había impulsado su entonces ministra de Salud, Zulma Ortiz, quien luego renunció alegando “motivos personales”. En las antípodas, el actual ministro, Joaquín de la Torre, difundió días atrás un comunicado para criticar a su par de Nación, Adolfo Rubinstein, por su exposición en el Congreso a favor de la despenalización. El sector de la alianza Cambiemos encolumnado con la postura eclesiástica posó ayer para una foto colectiva frente al Congreso, con pañuelos celestes y banderas argentinas (sic), impulsada por la vicepresidenta Gabriela Michetti. La imagen se gestó en respuesta a la que días antes se habían tomado un centenar de miembros de Cambiemos (ver aparte).

El encuentro se dio a menos de una semana de que el Papa designara como arzobispo de La Plata a Víctor Fernández, ex rector de la Universidad Católica Argentina, en reemplazo de Héctor Aguer, y días después de que los curas alineados con Francisco difundieran una dura carta para advertir contra la violencia institucional en villas de la ciudad y el gran Buenos Aires y recordar que la inseguridad no pasa sólo por los robos sino también por “no tener vacantes en una escuela, no poder acceder a servicios de salud adecuada, (o) no tener oportunidades”. “No puede ser que los que cuidan a nuestra gente sean los mismos que los agreden muchas veces con mucha violencia, llegando al gatillo fácil”, denunciaron, y recordaron que “corresponde al Estado garantizar la seguridad en todos los aspectos”.