Guardó su uniforme de policía en 2015, con veintitrés años de servicio, para asumir una banca como diputada. Teresita Villavicencio es tucumana y radical, e integra el bloque que conduce Martín Lousteau. El jueves a la madrugada, en la maratónica sesión, su exposición fue de las más conmovedoras. Fue al contar su experiencia como agente policial en Santiago del Estero, cuando un juez le ordenó buscar información sobre cuatro mujeres que estaban internadas por aborto en un hospital de la capital provincial, para iniciar una investigación y preservar las prueba para criminalizarlas. Pero se topó con un médico que se negó a darle sus nombres y le cambió su mirada sobre el tema para siempre. “No imaginé que me iba a encontrar con un médico comprometido con la realidad de esas mujeres”, afirmó. 

En una entrevista con Página 12, habló de aquella vivencia tan trascendental en su vida, que la llevó a apoyar desde su llegada al Congreso el proyecto de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito. También contó de las presiones que tuvo que esquivar, en una provincia en la que el obispo monseñor Carlos Sánchez apretó abiertamente a los diputados tucumanos nombrándolos en su homilía para que voten en contra, y de cómo llegó al feminismo, en una institución tan machista y patriarcal como la policía.

En su discurso, Villavicencio contó que aquel médico se limitó a mostrarle las prendas que habían quedado de las mujeres internadas. “Pude sentir el olor a la miseria, al abandono, al Estado ausente”, enumeró la diputada y recordó que el médico le preguntó si conocía la realidad de esas mujeres, y el hecho de que estaban en el hospital porque tenían complicaciones y se habían hecho abortos con agujas y con sondas. “Le dije que a mí la Escuela de Policía me había preparado para perseguir un delito. A partir de ahí, seguimos conversando de la falta de educación sexual, que hoy es el tema en boga en este recinto, y hay varias provincias que no la implementan”. Y agregó que al salir de ese hospital “no podía hablar pero sí tenía una certeza”, en qué lugar “estaría de ahí en más”. 

–¿Le tocó investigar otros casos de aborto como policía? 

–No. ¿Cuántos casos se denuncian? ¿Cuántos llegan a la comisaría? Por eso hay que modificar la ley. Hemos fracasado al tratar de criminalizar a las mujeres. Claro, hay algunos casos, como el de Belén. Pero son pocos. No se logró reducir el número de abortos. Y las mujeres mueren o quedan con secuelas en su salud sexual o reproductiva por tener que abortar en la clandestinidad. 

–¿Qué le enseñaron en la Escuela de Policía sobre el aborto?

–Que es delito. No la otra parte. Sentí en el debate que había personas que pensaban que estábamos legislando para autorizar a hacer abortos, que con la ley van a comenzar a practicarse. Es una realidad que ya existe. Me salió el discurso desde la bronca. Hay muchos médicos que se enriquecen con el negocio del aborto. Es una sociedad muy hipócrita. Muchos no quieren ver esa realidad. Ahora se llenan la boca reclamando la educación sexual integral. Muchos de los que están en una banca, cuando fueron funcionarios provinciales no han hecho nada por la educación sexual. Este proyecto, que le dimos media sanción, refuerza esa política. Por eso también es importante que se apruebe.

–¿Fue muy difícil sostener su posición a favor de la legalización siendo diputada tucumana?

–Hubo presiones. Pero tenía claro que a mí de mi eje no me mueven. A poco de asumir mi banca, ya había firmado el proyecto de la Campaña. Me llegaban mensajes por Whatsapp, por Messenger, las propias mujeres de mi partido fueron durísimas, peor que los demás, me decían que no las representaba, me acusaron de asesina, me dijeron que yo era madre, como si tuviera algo que ver. Digan lo que digan, yo tengo clara mi posición. Lo único que charlaba con mi marido es que me preocupaba que llegaran a molestar a nuestra hija, que tiene 6 años. 

Aunque ella no lo dice, en la noche del miércoles al jueves, se paseó por el Salón de Pasos Perdidos, a metros del recinto, una senadora tucumana, junto a una abogada “antiderechos”, con posición firme en contra, haciendo lobby para juntar más votos para rechazar el dictamen de mayoría. 

–¿Piensa que va a aprobarse en el Senado el proyecto que salió con medio sanción en Diputados?

–Tiene que salir. La movilización ha sido inmensa. Y cuando lo trate el Senado será más inmensa, y vamos a estar las diputadas ahí en la calle, con esas mujeres. Los movimientos feministas nos han marcado que tenía que salir la media sanción y que tiene que aprobarse la ley. Fueron mujeres, jóvenes, autoconvocadas. Nadie las movilizó con un aparato, fueron por ellas -dice Villavicencio y se entusiasma. 

Cuenta a este diario que llegó a la policía por casualidad, a los 17 años. Su papá había muerto y su mamá no tenía los recursos para costearle los estudios que ella quería. Por entonces vivían en Santiago del Estero. “Yo quería hacer la carrera militar en la capital pero no teníamos los medios. Me inscribí en la universidad para hacer Administración de Empresas, pero cursé tres meses y dejé porque no me gustó. Entré a la policía por casualidad. Mi mamá le preguntó a un tío que era diputado provincial si podía conseguirme un trabajo y así entré”, recordó. Enseguida, vio la realidad de sus compañeras. “Habían ascendido un solo escalón en toda su carrera, de agente a cabo. Les pregunté por qué y me dijeron que nunca les habían dado otra posibilidad por ser mujeres. Yo me plantee y les dije: no me voy a ir sin ser oficial”. También vio que en la policía las mujeres estaban destinadas a las tareas administrativas, pero ella quería participar en procedimientos.

Por eso decidió inscribirse en el Primer Curso de Operaciones Estratégicas de Alto Riesgo. Siempre habían sido varones quienes lo hacían y por primera vez se habilitaba para que fuera mixto. Villavicencio se inscribió “para demostrar que una mujer podía hacerlo”. Se anotaron 44 varones y 3 mujeres. “Tal vez físicamente no estaba tan preparada porque ellos entrenaban todos los días y yo, no. Me decían que no mi inscribiera porque no iba a aguantar, que con mi forma de ser, que no me gusta que me griten, no lo iba a soportar. El entrenamiento era muy duro, en el monte. Duraba 25 días. Una de las mujeres se fue a los pocos días, se esguinzó, la otra un poco después, por un golpe. Yo quería terminarlo, incluso porque habíamos hecho hasta apuestas. Varios hombres fueron abandonando. Terminamos diez varones y yo. El diario El Liberal, de Santiago, lo contó y tituló: “Lejos de ser el sexo débil”. Han pasado veinte años y hemos avanzado muchísimo”, cuenta la diputada. 

Con el sabor dulce de ese triunfo, se presentó para ingresar a la Escuela de Oficiales de Policía, por entonces, únicamente para varones. 

–No te dejaban entrar si eras mujer. Presenté varios expedientes, incluso hasta un recurso de amparo. Presentaba el pedido y me lo rechazaban con excusas. Pero lo cierto es que me rechazaban por ser mujer. Me lo dijo un amigo policía. Recién durante la gobernación de Gerardo Zamora logramos ingresar las primeras siete mujeres para hacer la carrera. Antes podían nombrar a una mujer como subcomisario pero por parentesco. 

Después de terminar el curso, se casó con un dirigente radical y se mudó a Tucumán. Pero siguió viajando a Santiago para cumplir con su trabajo policial. En las reuniones políticas en su casa, se dio cuenta de lo mismo que había visto en Policía: no había mujeres. “La política es para transformar la realidad. Si no te involucrás no cambiás nada, me dijo un día mi marido. Y me di cuenta de que yo venía haciendo política desde hacía mucho tiempo, impulsando cambios en la policía, a favor de las mujeres”, apuntó.

“Por el cupo” llegó a su banca. Como muchas otras mujeres. Y pidió licencia en su cargo de Oficial Inspector en una comisaría santiagueña, adonde piensa volver cuando termine su mandato.

–¿Se define como feminista?

–Claro. 

Termina la charla. Se acabó el recreo. Tiene que volver a clase. Los viernes está cursando una especialización en seguridad en la Universidad Católica Argentina, en la zona de Puerto Madero. El sol entibia apenas. El viento que llega del Río, es helado. Pero el fervor de la jornada anterior, todavía le calienta el alma.