En cuarenta años se escribieron notables artículos y libros sobre el Mundial disputado en Argentina bajo la dictadura militar. Pero con la obtención, ocho años después, del Mundial en México, aquel hecho se volvió más atacado por la injerencia política y social que elogiado por el equipazo que armó César Luis Menotti y que, con Kempes a la cabeza, llevó al fútbol argentino a lo más alto por primera vez en su historia. Recién 30 años después, algunos de aquellos futbolistas tuvieron su homenaje. Fue en cancha de River, con la presencia de Nora Cortiñas, Adolfo Pérez Esquivel, René Houseman, Julio Villa y Leopoldo Luque. Luis Alberto Spinetta y otros músicos cantaron para el público. Sin embargo, parte de la sociedad nunca pudo despegar lo deportivo de lo social. ¿Será justo y posible hacer alguna vez esa diferenciación?

Para recordar y entender mejor la cuestión, Sudamericana acaba de publicar ‘78. Historia oral del Mundial”. Un trabajo formidable del periodista Matías Bauso. Más de 150 entrevistas y casi cinco años de investigación. 850 páginas imperdibles. Comienza desde los años en que se eligió a la Argentina como sede. Continúa con los vaivenes gubernamentales que pusieron en duda su organización. Cuenta cómo se eligieron las sedes y qué trabajos se hicieron para estar a la altura de las exigencias de la FIFA. Detalla el papel de los militares y también el de la formación del equipo. Hay dos capítulos imperdibles: el de la elección entre Fillol y Gatti para el arco y el papel de Alonso en un plantel cuyos integrantes no terminaron de aceptarlo. También se recuerda al dibujante de Clemente, Caloi, quien incitaba a tirar papelitos cada vez que el seleccionado argentino saliera a la cancha. Y está el oportunismo de Muñoz y la posición de Montoneros. Hasta se habla de la pelota Tango, que renovó la historia de los balones de fútbol. Pero como no deja de ser un libro deportivo, se detalla cada momento del seleccionado argentino en el torneo. Algunos de los otros temas que trata Bauso son el del sorteo de los grupos, la venta anticipada de entradas, Maradona y su ilusión quebrada al quedar afuera del plantel, cómo se preparó la ceremonia inaugural, el papel de los medios y los gastos.

Hay otros tres libros insoslayables sobre la temática. Uno es de 2005: La vergüenza de todos. El dedo en la llaga del Mundial 78, del periodista Pablo Llonto, de Ediciones Madres de Plaza de Mayo. Es una exhaustiva investigación. Llonto escribe sobre los negociados con la construcción de estadios. Pero arranca con todo: el asesinato del general Actis, a cargo de la organización del Mundial. Su muerte, adjudicada a Montoneros, allanó el camino para que Lacoste se convirtiese en el hombre fuerte del torneo. Otro libro recomendado es Hechos pelota. El periodismo deportivo durante la dictadura militar, de Fernando Ferreira, publicado por Ediciones Al Arco en 2008. Cuenta el período 1976-1983. No sólo el Mundial; también las Malvinas. Se recuerda qué papel jugaron algunos periodistas de renombre, cuál los medios de comunicación masivos y hasta hay lugar para varios mea culpa, como el de Ernesto Cherquis Bialo, entonces en El Gráfico. “Me avergüenzo de mi ignorancia” y “no sabíamos nada y eso es lo verdaderamente imperdonable. Cuando nos dimos cuenta ya era demasiado tarde: los desaparecidos habían desaparecido”, se justifica. Su concepto se repite en tantos hombres de la prensa. Ricardo Gotta trató el tema en Fuimos campeones. La dictadura, el Mundial 78 y el Misterio del 6 a 0 a Perú (Edhasa, 2008). Todo el libro amerita recorrer librerías de viejo para conseguirlo, aunque los diálogos de Gotta con ex jugadores peruanos son más que recomendables.

Juan Sasturain supo resumir con maestría el Mundial 78 en su capítulo titulado “Menotti y el misterio de los tres palos del diablo” y que se incluye en el recientemente actualizado La patria transpirada (Sudamericana), donde cuenta el papel argentino en los mundiales. “Nunca es demasiado halagüeño aceptar que la Dictadura cayó –o se fue, mejor– como consecuencia de la soberbia imbecilidad criminal de la guerra de Malvinas y no por otra cosa; menos lo es suponer que los militares podrían haberse ido mucho antes si en la tarde del 25 de junio de 1978 una pelota de fútbol que hacía casi una hora y media circulaba por la colmada cancha de River entre jugadores vestidos de celeste y blanco y de naranja hubiera, en cierto momento, desviado su trayectoria hacia la derecha entre tres y cinco centímetros. No se necesitaba más que eso –el levísimo desvío de la pelota– no digo para voltear a la Dictadura, pero sí para modificar sensiblemente el estado de ánimo colectivo de la multitud presente y de la comunidad nacional entera, más pendiente por entonces del destino final de esa pelota que del de la Nación”, arranca su texto.

Muñoz, personaje emblemático del periodismo argentino e identificado por su relación con la Dictadura, tiene libro propio: José María Muñoz, el relator oficial. Derecho y humano (Nuestra América, 2018), de Christian Petralito. Cuenta la vida del relator, pero hace hincapié en sus actos durante aquellos años oscuros. Obviamente habla de cómo se movió durante el Mundial 78 (integró el consejo asesor del Ente Autárquico Mundial), pero también recuerda cuando incentivó a la gente a festejar en la Plaza de Mayo el torneo juvenil del mundo ganado en Rusia con Maradona y Ramón Díaz. Ese día, una comisión de la OEA visitaba el país para obtener testimonios de familiares de desaparecidos.

DESDE ADENTRO

Kempes en la final, figura y goleador del seleccionado campeón.

Aunque siempre se sospechó de los aprietes que le hicieron a Fillol militares vinculados a River para que renueve el contrato, leerlo de él mismo pone la piel de gallina. El texto se encuentra en el reciente El Pato. Mi autobiografía” (Planeta 2018). Fillol recuerda en las primeras páginas las presiones impositivas que recibía, las visitas de matones que iban a su casa y hasta los golpes que le dieron en la calle a su papá unos tipos que le advirtieron: “Convencelo a tu hijo para que arregle el contrato o la próxima vez alguno de los dos no la cuenta más”. Pero lo impactante está en el diálogo que tuvo el Pato con Lacoste. “Si yo quiero, levanto un teléfono y en menos de lo que tarda en enfriarse el café que está tomando, usted desaparece”, le advirtió. Ante la amenaza, Fillol se levantó para irse sin sospechar que el tema no había terminado. Con tono amistoso, Lacoste le pidió que se vuelva a sentar. Y recuerda el arquero: “El muy hijo de puta gritó: ‘¡Bueno! Ahora que está sentado, levántese de la silla y mándese a mudar. ¡Porque acá mando yo! Y usted se retira cuando yo lo ordeno. Váyase de acá ya mismo. ¡Le voy a enseñar quién manda en este país!’”. 

En El Matador. Mi autobiografía (Planeta, 2017), Mario Alberto Kempes, goleador de aquel torneo con 6 goles (2 a Polonia, 2 a Perú y 2 a Holanda, en la final), se resigna: “El Mundial de 1978 parece olvidado porque en mi país gobernaba una dictadura militar. Los futbolistas hemos pagado las consecuencias con el menosprecio que nos hicieron sentir desde algunos sectores, pero no se nos puede echar la culpa a nosotros, ni rebajar todo lo bueno que hicimos dentro de la cancha”.

Norberto Alonso no esquiva el tema cuando cuenta su vida en El Beto (Planeta, 2018). “Si hubo arreglo el día del partido con Perú, yo nunca lo supe. Mi familia tampoco tenía idea de las cosas que pasaban en el país. Ellos vivían el Mundial como hinchas, me llevaban los chicos a la concentración cuando se podía, y nada más. Creo que nos dieron un solo día franco, después teníamos la chance de recibir visitas. Pero insisto: lo único que me llegó a mis oídos fue que Lacoste, con todo el poder que tenía, presionó para meterme en el plantel de la Selección en el 78 y que después los mismos milicos quisieron limpiarnos de River. Bah, Lacoste fundamentalmente. Una locura. Si lo único que hacíamos de ‘malo’ era ganar campeonatos en River. Las cosas malas, en realidad, las estaban haciendo ellos. Todas esas cagadas que se mandaron… ¡Por favor!”.

El holandés Johan Cruyff desmitifica en 14, su biografía (Planeta, 2016) que se haya ausentado del Mundial del 78 para oponerse a la dictadura. Recuerda que en septiembre del año anterior un hombre entró a su casa de España a punta de pistola. Estaban sus hijos y su esposa. El delincuente fue reducido. Todo indicaba que se trataba de un intento de secuestro. Entonces le instalaron vigilancia permanente. “Aquella atmósfera era insoportable”, explica. “Tras el intento de secuestro, no dudé ni por un momento sobre no ir a Argentina. Aquella opción estaba excluida. Habría sido una locura abandonar a mi familia en aquellas circunstancias”, dijo.

Clásico futbolero y de la literatura general, queda para el final El fútbol a sol y sombra (Siglo Veintiuno Editores), donde Eduardo Galeano escribe sobre el 78. “Al son de una marcha militar, el general Videla condecoró a Havelange en la ceremonia de la inauguración, en el Estadio Monumental de Buenos Aires. A unos pasos de allí, estaba en pleno funcionamiento el Auschwitz argentino, el centro de tormento y exterminio de la Escuela de Mecánica de la Armada. Y algunos kilómetros más allá, los aviones arrojaban a los prisioneros vivos al fondo de la mar”. Y cita a Havelange, quien acababa de asumir al frente de la FIFA: “Por fin el mundo puede ver la verdadera imagen de la Argentina”. Una vez más, las palabras de Galeano sirven para entender mejor el pasado.