El dolor producido por los brutales despidos en Télam obliga a algunas reflexiones que ayuden a comprender algunos aspectos de la criminal gestión que azota nuestro país.

John Perkins, autor del libro “Confesiones de un sicario económico”, señaló en una entrevista que el dinero de los grandes préstamos internacionales no va realmente a las personas de los paises, sino a las mayores corporaciones y se destinan a beneficiar “sólo a unos pocos ricos de ese país”. Luego, todo el pais queda con una inmensa deuda que no puede pagar y eso forma parte del plan, que no puedan pagar. Señala que el FMI y el Banco Mundial trabajan para endeudar a un país de una manera que no puedan pagar y a continuación ofrecen refinanciar esa deuda y pagar más interés. Como condición, se le pide al país una “buena gestión”, que significa, básicamente, que tiene que vender sus recursos, incluidos muchos de sus servicios sociales, sus empresas de servicios públicos, sus sistemas escolares, sus sistemas penales, y sistemas de seguridad a las corporaciones extranjeras.

Recuerda Perkins que en países con gobernantes que se resistieron a ser corruptos y a aceptar los préstamos enormes en cuestión, fue necesario asesinarlos (Jaime Roldos en Ecuador, Omar Torrijos en Panamá), haciendo aparecer esas muertes como accidente. Luego, llegan los chacales que les dicen a los nuevos gobiernos cómo seguir, ya que esos nuevos presidentes saben lo que les pasará si no lo hacen.

Lo impresionante de la Argentina actual es que los sicarios económicos que llevan adelante el plan son los propios titulares del gobierno, que pertenecen al privilegiado y pequeño sector social que se beneficia con las maniobras, lo que facilita enormemente la concreción del plan. Además, los gerentes de las corporaciones ingresaron al gobierno y defienden los intereses coporativos desde dentro del poder, lo cual a su vez acelera igualmente el éxito del plan.

Señala Perkins que si bien estamos ante un verdadero “imperio”, los emperadores no son los presidentes, sino las corporaciones, que son su equivalente, por eso lo llama “corporatocracia”. Se trata de un grupo de individuos que manejan estas grandes corporaciones y que realmente actúan como El Emperador de este gran imperio.

Referido a los medios de comunicación, Perkins afirma que ellos controlan nuestros medios, ya sea directa o indirectamente o por la publicidad, controlan a los políticos porque financian sus campañas, y recuerda que los gerentes de las corporaciones no son elegidos, no tienen un límite de servicio o se reportan con nadie.

Es que, en este perverso plan la manipulación social es imprescindible para mantener por el mayor tiempo posible el proceso de transferencia de recursos de sectores vulnerables y medios a aquellos más concentrados de poder. En esa área tan sensible se aplica la lógica utilizada por los nazis y elaborada por el Ministro de Propaganda, Joseph Goebbels, a través de los conocidos “11 Principios”. No debe extrañar entonces que el principal asesor de Mauricio Macri, Jaime Duran Barba, haya calificado públicamente a Adolfo Hitler como “Un tipo espectacular (sic)”.  

Es por esas razones, que desde el gobierno se avaló la actual concentración mediática y de comunicaciones nunca antes vista, que permite que el 90 por ciento de la información esté en las mismas manos. Además, para ello es igualmente escencial contar con una agencia de informaciones públicas no contaminada con periodistas críticos y técnicos con independencia de criterio, a quienes resulta imperioso despedir. Ello, para despejar el campo y además para disciplinar a quienes se les permite quedarse. La “bienvenida a la nueva Télam”, que el sicario Lombardi publicitó, es el abrazo del oso. Es la cínica sonrisa de los mercaderes de la muerte, sicarios despreciables que seguirán saqueando al país hasta que la unión de las mujeres y hombres democráticos, que son amplia mayoría en nuestro país, ubique a los responsables de tanta violencia en donde deben estar: la cárcel.