El Gobierno sigue mostrando una gran capacidad de convocatoria cuando se trata de movilizar a la sociedad, desde opositores hasta muchos de sus votantes, en contra de sus medidas. Es imposible imaginar una convocatoria movilizadora más grande que la de este gobierno. Desde principios de año cuando empezaron con la reforma previsional y laboral, pasando por los tarifazos y el antecedente del 2X1, la sociedad argentina está más movilizada que nunca. Y no hay organización opositora con más autoridad que el gobierno para reivindicar esta mecánica de mantener en vilo de la sociedad.

No existe organización o dirigente político, gremial o lo que sea, capaz de convocar una y otra vez sin provocar cansancio o hastío. No se trata siquiera de una estrategia de militancia voluntarista. Las manifestaciones se llenan de gente porque las medidas del Gobierno lastiman las zonas más sensibles de la sociedad. Cada medida genera mucha bronca y desesperanza así como la necesidad de salir a la calle y encontrar ciudadanos con la misma sintonía para expresarla y desahogarse.

En un día imposible por el clima, la lluvia y el frío, entre semana y en un lugar incómodo, la asistencia al acto contra la decisión de habilitar a las Fuerzas Armadas para la represión, sobrepasó otra vez los cálculos de la mayoría. La manifestación cubrió varias cuadras de Paseo Colón. Con mucho movimiento. Muchos iban, estaban un rato y se iban. Desde atrás no se escuchó una palabra de lo que dijeron los oradores, pero a nadie le importó demasiado. A estas manifestaciones, la gente va motivada y con el deseo de expresarse más que para escuchar un discurso.

Comentario entre dos manifestantes: “Este gobierno dice que está por el diálogo, te llama a dialogar para preguntarte cuánta azúcar le ponés al café y después te dice que suspende el café”. Si no se han dado cuenta o si todavía hay alguno que lo piense sinceramente, la sociedad que está engendrando este gobierno no es la del diálogo, sino todo lo contrario. Provocó a propósito la crispación de la sociedad cuando fue oposición. Fue una estrategia opositora. Pero ahora lo sigue haciendo con las medidas de gobierno. Ninguna ha sido mediatizada por el diálogo, nada tiene el matiz de la negociación o la concesión que son las variables reales del diálogo y de la política. La mayoría de las veces, incluyendo ésta, son decretos, ni siquiera pasan por el Congreso. Y encima, son medidas que van directo a la yugular.

Si el kirchnerismo estuviera en condiciones de movilizar en forma tan masiva y permanente por reclamos tan disímiles, Cambiemos no estaría en el gobierno. Este fenómeno de movilización casi constante ha sido generado por el gobierno y da mucho para pensar. El Gobierno tendría que reflexionar que no es el marco ideal de convivencia. Que hay una forma de gobernar invisibilizando y enmudeciendo a los que disienten es una forma violenta de hacerlo. Y que por eso, mucha gente sale a la calle porque se siente maltratada y expulsada. No es una mecánica democrática. Ni es normal una sociedad supermovilizada.

Desde el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, hasta esta decisión tan provocadora de habilitar a las Fuerzas Armadas para reprimir, son medidas que afectan historia y futuro, desde generaciones que vivieron las dictaduras hasta las futuras que deberán hacerse cargo de la miseria, la violencia y las deudas que suscitarán estas decisiones. “Son prejuicios, es una estupidez que no tiene sentido” dijo Mauricio Macri sobre las leyes de la democracia que definen claramente el rol de las Fuerzas Armadas estrictamente en el marco de la defensa nacional.

Hubo dos formas de vivir las dictaduras: la gran mayoría que de una u otra forma las sufrieron, y hubo unos pocos que se beneficiaron. Al comenzar la dictadura en 1976, el Grupo Macri tenía siete empresas. Al finalizar, ya tenían 47. Los que votan a Macri dicen que todo lo que tienen, lo consiguieron trabajando, que nadie les regaló nada. Pero votaron a un presidente cuyo grupo económico familiar fue muy favorecido cuando despojaban a las mayorías. Es la única forma de que alguien pueda pensar que después de tanta sangre y tanto sufrimiento, las leyes de la democracia son un prejuicio, una estupidez. Obvio, porque a él lo favorecieron.

Entre su podredumbre y desgracias, la única ventaja que tenían las dictaduras era que dividían los campos con mucha claridad entre los conservadores autoritarios y las corrientes democráticas y populares. Con este decreto, Macri vuelve a trazar la misma línea.