El frío que hace en Buenos Aires no lo inmuta. Ni un poco. Está sentado con la misma presencia que lo llevó a vivir más de diez años en Alemania, a retornar al país para mostrar un nivel de juego que sorprendió a todos menos a él y que lo llevó a vestir la camiseta de la Selección con sus 34 años a cuestas. Ese mismo nivel al que llegó por su constante obsesión por mejorar y por la contención de una familia que entendió perfectamente su rol en las buenas, pero sobre todo en las malas. Javier Pinola toma un mate y ante el grabador de Enganche da una lección de realismo. Ese mismo realismo que lo hizo vivir a flor de piel las necesidades de una sociedad que esconde falencias en su pasión por un deporte en el que está tristemente aceptado que hay que vivir en el extremismo absoluto. Un contexto en el que se pasa de héroe a demonio con una decisión y donde no hay otra opción que aceptar distintas presiones externas. En ese panorama, el central millonario sale jugando. Con la cabeza levantada. Y con las convicciones inquebrantables.

-Lo primero es preguntarte sobre los buenos y los malos momentos que te da el fútbol. Lo bueno es demasiado bueno y lo malo demasiado malo. ¿Tenés que estar preparado para soportar esos altibajos?

-Tenés que lograr un equilibrio tanto en lo profesional, como en lo personal. Si vos tenés una buena educación, un apoyo familiar atrás que no se le quema la lengua por ponerte en fila cuando lo tiene que hacer, creo que es cuando uno crece y se va dando cuenta de las cosas. Lamentablemente tenemos muchos chicos que vienen de barrios más pobres, que por ahí no recibieron la educación que uno desea, a los que se les complica bastante más el entender algunas cosas. Muchas veces estamos los grandes, que ya hemos pasado por casi todos los momentos, para hablarles y aconsejarlos sin invadirles tanto, sin quemarles la cabeza, pero tratando de ayudarlos a que se den cuenta de que hay momentos que se disfrutar con tranquilidad, sin perder el rumbo. Y que cuando están los momentos malos, que parecen eternos, todo se acomoda, todo se soluciona. Es bastante complicado porque nosotros vivimos como argentinos en algo que es o blanco o negro. Y no sabemos tratar de disfrutar o entender que esto es un espectáculo. Sin dudas, nadie quiere perder, pero tampoco se puede llegar al extremo de “vos dijiste una cosa e hiciste tal otro entonces sos un hijo de puta, o lo que sea”. Todos tratamos de hacer las cosas bien, y nos podemos equivocar. No por eso se puede condenar a un jugador o llegar al punto de amenazarlo. Lo que pasa es que ya es un tema muy delicado para hablar porque hay muchos intereses de muchos lados.

-Y es más difícil cuando viviste todo lo que viviste hasta llegar acá. Porque la pasaste en Racing, te vas a Alemania, que es otro planeta para volver a acá. Imagino que el piñazo es duro. ¿Qué te pasó a vos?

-En sí, yo soy muy sincero y hablo las cosas como las tengo que hablar y las enfrento a todas. Nunca me escondo, trato de dar la cara siempre con respeto y que cada uno lo tome para el lado que quiera. Yo no puedo pensar en dejar a todos conformes. La decisión de volver a Argentina no fue una decisión voluntariosa, con ganas. Yo ya me imaginaba mi vida en Alemania, pero se dio que después de diez años no me renovaron el contrato y ante la desesperación de una nueva situación a la que no estaba acostumbrado, a la primera oferta que salió, la de Central, la acepté. Pero no es que la acepté por la desesperación y no lo pensé. Hablé con gente que sabía del fútbol argentino con la que me apoyé siempre, y además estaba la insistencia del Chacho, que ya me había querido seis meses antes. Todo eso inclinó para que viniera. Estaba haciendo las cosas bien como club y como equipo estaba funcionando muy bien, lo que hizo que sea un poco más fácil adaptarse. Tomamos la decisión y nos vinimos. Hoy te puedo decir que fue todo bárbaro. Más allá de la voluntad o no, salió todo mejor de lo que proyectaba, peleamos cosas, se jugaba bien, disfrutaba jugando, volví a la Selección, se dio este pase a River. Pero todo eso lindo conlleva cosas malas. En lo profesional tuve una lesión larga para volver a jugar y después todo lo que pasó con el tema de Central. Yo sé que son unos pocos y que los que se comportaron mal saben qué hicieron mal, porque en este mundo vos pensás que es muy grande pero nos conocemos todos. Sabemos que del 2001, mi primera pretemporada en Primera, hasta ahora si he tenido problemas o quien puede hablar mal de mi. Porque al fin y al cabo todo se acomoda. Que tengas que ir a una cancha fuertemente custodiado me parece una locura.

-A eso iba, a volver a acostumbrarse a esas cosas.

-No te acostumbras. Y está buenísimo no acostumbrarse, y seré cabezadura, pero no me acostumbro, aunque me digan que eso es lo normal acá. Es una falta de respeto, pero a ver, el ir a insultar por insultar te hace decir ‘loco estás viniendo a ver un partido de fútbol’. Hay puteadas ingeniosas que te hacen cagar de risa, pero hay cosas que vos decís ‘te vas a enfermar puteando’. Vos lo ves y se le salen los ojos. ¿Sabes que es una de las peores cosas? Vos ves a uno puteando mal y tiene a su hijo que por ahí no supera los doce años que putea porque lo ve al padre haciéndolo. ¿Qué ejemplo le estás dando? El grande no me importa porque está perdido, pero el nene es el futuro. Voy a ver a mi hijo cuando juega y veo a los padres metiéndole presión al hijo, para que le vaya fuerte a un nene rival. Primero, hay que respetar al técnico de tu hijo, si querés darle un consejo dáselo en tu casa, pero eso que hacen es pasarle por arriba al entrenador. ¿Sabés lo que tiene que hacer el entrenador, y lo pienso implementar cuando lo sea y trabaje con chicos? Al primero que grite o le diga algo a un chico le voy a decir que se vaya con su chico, para que el nene sepa quien se está comportando mal y que le duela. Porque si vos lo echás solo al padre el nene no lo va a entender. Todo gira en torno al fútbol y ahí radica la enfermedad que tenemos. El fútbol es muy lindo, pero no todo gira a su alrededor. Y a mí que no me hablen de acostumbrarme, porque no lo acepto, lo vivo, pero trato de abstraerme porque la verdad que con 35 años estoy viviendo algo lindo y quiero disfrutarlo, lo que menos quiero es hacerme mala sangre con esto. Ya tenemos bastantes cosas personales para renegar para preocuparme por el fútbol. Es feo porque después nos ven en todo el mundo como somos, como pasó en el Mundial, con los videítos haciéndonos los cancheros con las rusas y pegándole a los rivales. Damos una imagen patética. ¿Qué tan vivos somos para decir que somos los mejores? Para mí es lo contrario, somos de los peores.

-¿Hoy el futbolista se tiene que preparar más psicológica que técnicamente o en lo que tiene que ver a las destrezas del juego?

-Hoy tenés que ser muy fuerte de la cabeza. Tenés que tener un entorno ubicado, tranquilo, que no se deje llevar. Tanto yo como los otros jugadores más grandes del plantel les decimos a los más chicos que no consuman y si consumen que crean el uno por ciento de lo que ven. Yo de chico veía programas que hoy ya no existen en ese formato. Que haya insultos en la televisión me parece increíble. Con tres dedos te puedo señalar los programas de los que puedo decir “esto es interesante porque te deja algo”, después todo lo demás es show y la familia se preocupa porque consume eso. Entonces vos tenés que andar renegando para que no crean eso. Psicológicamente, como vos decís, tenés que estar muy fuerte de la cabeza porque si no esto te mata. Yo siempre pongo el ejemplo de (Carles) Puyol. Mentalmente era el más fuerte de todos, después era correr y poner huevo, técnicamente nada. Muchas veces ese es el que triunfa porque cuantas veces no escuchaste de chicos que eran buenísimos y no llegaron y otros, por ahí no tan buenos pero aplicados si. Hoy más que nunca el factor psicológico es muy importante, por eso hoy muchos clubes apuestan a alguien de neurociencia, o un psicólogo para tratar de ayudar a los chicos en el camino de hacerse un nombre para que puedan disfrutar de todo esto.

-Pero hay algo que vos decís en lo de Puyol que es una realidad cada más fuerte en el fútbol. Parece que los de cabeza fuerte son más y los distintos son menos. Eso parece que hoy con gambetear bien no alcanza y antes si. ¿Ese es el futuro?

-Cambió todo porque hoy está todo equiparado. Vos ves que la individualidad te puede solucionar alguna situación pero no un partido, como antes. Hay excepciones, pero hoy un técnico confía mucho más en el que por ahí no tiene la mejor técnica pero sabe que es constante, porque a lo largo del partido te va a hacer regular que uno que te puede solucionar algo en una jugada. A mí también me encantan los jugadores que técnicamente son una maravilla, pero no te alcanza con eso, hoy en el fútbol se corre y se lucha. No digo que con eso solo ganás, porque son pocos a los que le alcanza con esa faceta del juego, pero tenés que correr parejo, tenés que estar preparado técnicamente porque para mí el fútbol argentino es uno de los más difíciles. Si te fijás hay muchos técnicos que fueron hasta hace poco jugadores entonces ya vienen con otras ideas, saben cómo se trabaja afuera, con muchos reducidos, mucho laburo con pelota. No digo que se deje de lado el tema aeróbico, pero hay que combinar todo un poco, esta nueva modalidad de entrenamiento hace que si encima tenés la cabeza fuerte terminás sobresaliendo. (Agustín) Orion dijo en una entrevista “que todos los arqueros tenemos el mismo nivel, la única diferencia la hace la cabeza, por eso uno está en el equipo que está”. Es que cuando llegas a este nivel es la cabeza, el carácter, lo que te hace sobresalir.

 

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-Para salir del quilombo, ¿música, lectura, es lo que te ayuda?

-La tele puede estar prendida todo el día pero no le presto atención. Está porque está. Ahora me ponés un partido y lo veo, porque me gusta, me apasiona y no lo voy a dejar de decir. Mi señora me dice que estoy todo el tiempo mirando fútbol, pero es lo que más me apasiona y si en el futuro quiero ser entrenador, como tengo pensado, uno tiene que estar informado. En los viajes me llevo mi libro, trato de escuchar música. No leo algún diario para informarme para que saque de esa obsesión por mejorar en el fútbol todo el tiempo. Cuando uno se pone viejo más obsesivo sos. No te digo que leo novelas, pero si me gusta leer biografías, hasta hace poco había empezado ‘El Legado de Los All Blacks’. No tiene que ser si o si relacionado al deporte. Me gusta ver distintas maneras de manejar grupos, pero también hay que decir que soy colgado para leer. Capaz lo dejo un mes y después lo retomo, pero siempre es necesario para bajar un poco a tierra.

-En el fútbol hay una búsqueda constante por lo nuevo, pero la experiencia tiene cada vez más importancia. ¿Qué cosas te dio la edad?

-Siempre fui muy competitivo en el buen sentido. Hoy con 35 años, en su momento el Chacho y hoy Marcelo, me dicen que baje un cambio porque a mí me gusta de irme con los jóvenes. Yo soy uno de los más grandes, entonces tengo que estar a la altura de los chicos, y tengo que compensar con otras cosas. Y eso se compensa con la experiencia. Los años me enseñaron a tranquilizarme en los momentos duros, que como decía antes no se te pasan nunca, y a tratar de lograr una estabilidad cuando vienen los buenos. Eso es fundamental en el fútbol: entender los momentos que estás viviendo y lograr un balance para no marearte en ninguno de los dos sentidos. Deportivamente te sirve para leer un montón de cosas del juego, a poder debatir cuestiones y sentirse escuchado, por más que no sea de hablar tanto, pero que te escuchen cuando hablás.

-Sos bien de barrio, pero en Alemania estabas como en tu casa, ¿qué te pasó allá?

-Viví un tercio de mi vida allá, que es también el lugar donde se criaron mis dos hijos que nacieron acá y donde nació mi nena más chiquita. Fueron diez años espectaculares y por ese considero que ese lugar también es mi casa. Hoy estoy acá y disfruto un momento bárbaro, que había soñado toda mi vida; pero en el futuro no sé qué puede llegar a pasar. Porque no me acostumbro a esto, y no me quiero acostumbrar, no me gusta. Lamentablemente, les digo a mis papás, a mis suegros y a toda mi gente íntima que mi familia es mi mujer y mis tres hijos, y yo quiero lo mejor para ellos. No digo que acá no puedan tener un futuro, no reniego de Argentina, porque es mi país y lo amo, pero creo que les puedo dar mejores herramientas allá, donde ellos ya estuvieron y saben cómo manejarse, y como es vivir tranquilo y sin preocupaciones cuando están en la calle. Además hicimos muchos amigos y gente con la que seguimos en contacto. Siento como si nunca me hubiese ido, ahí encontré mi lugar en el mundo y me tira mucho.  

-En Núremberg le pusieron tu nombre a una tribuna del estadio y los hinchas juntaron plata para que sigas en el club.

-Todavía no caigo con esas cosas, que un argentino sea tan adoptado por los alemanes es atípico. Hay que cortar con el preconcepto de los alemanes: no son fríos, el problema somos nosotros. Si vas con ganas de aprender, de adaptarte, de aprender el idioma y dispuesto a aceptar la idiosincrasia de ellos, entonces ahí te dan todo. Y ahí te acostumbrás mucho, porque a lo bueno te amoldás rápido. Me dieron mucho y traté de dar lo mejor de mí. Lo deportivo pasa, pero que te valoren como persona es lo que uno más quiere.

-¿Te pasó que esta forma de ser nuestra se convierta en una barrera en alguna circunstancia?

-Es que por mi parte siempre fui muy respetuoso para seguir lo que te marcan. Al principio a mí me tenían ahí, porque antes habían tenido a un jugador argentino que había estado unos meses y no les había gustado su comportamiento, por los cuestionamientos que hacía. El alemán te dice que hay que ir por un lugar y aunque haya una pared van igual, hasta que la pared se caiga. No la saltan ni van por otro camino. Para eso están las reglas. Y, la verdad, ¿sabés que? Está bárbaro. La vida que llevan ellos es fabuloso, porque funciona todo, porque son correctos. Me gusta cómo viven, cómo piensan y cómo se manejan.   

-¿Y esta etapa en River qué significa?

-El otro día un amigo que fue a River me mandó un audio recordándome cuando íbamos a pedir autógrafos, cuando pasábamos por Lugones y nos poníamos a cantar canciones, y me preguntaba si era consciente de dónde estaba jugando. Y le dije que hoy no me doy cuanta de eso. Supongo que todo ese se valora cuando ya no jugás más.  

-Más allá de fútbol, ¿cómo te pensás en diez años?

-Es que me encantaría seguir ligado al fútbol, como entrenador, como secretario deportivo o una persona de consulta. Es mi ámbito, sobre todo el de la cancha y la pelota, más que el de las negociaciones. No sé en qué lugar estaré dentro de algunos años; por las dudas estoy en contacto con gente de Alemania en cuanto a cómo trabajan, porque creo que allá están más adelantados.

-Alemania tu casa, River el sueño y ¿la Selección la espina?

-Sí, siempre fue algo que me quedó ahí. Primero no llevaban laterales, en 2007 quedé n la puerta de una Copa América, volví para acá y el Tata (Martino) me dio la oportunidad y cuando estaba a punto de ir a la Copa América de Estados Unidos me lesioné en Central. Después de eso otra vez la remé, volví a ir con Bauza, aunque no jugué, recuperé mi nivel en Central, después estaba para ir con Sampaoli a la primera gira del ciclo y no pude por un tema de enfermedad. Y con el pase en River dejé de estar en consideración por un semestre malo; y es raro que si a un técnico le gustás te deje de lado por un mal momento. A los 35 años sé que las chances son pocas, y será una espina que tenga toda mi vida, pero voy a seguir soñando.     

-Cuando te quedás solo y revisás tu carrera, ¿es lo que vos querías?

-Uno siempre quiere más. Yo creo que le podrían haber sacado más jugo a mi carrera, pero las cosas son de una manera. Si hubiese tenido esta cabeza de más chico hubiese sido mejor, pero no hubiera tenido las cosas que viví. Estoy contento, pese a que pude haber dado otros pasos en mi carrera. En un momento fue una decisión del corazón quedarme en Núremberg en lugar de apostar a otra cosa y después sí recibí un cachetazo cuando pese a los 10 años que tenía en el club no me renovaron pese a que había arreglado para retirarme ahí. Pero estoy contento con la carrera que hice y con seguir disfrutando, porque ni yo me imaginaba que iba a llegar a River con 34 años. He sido constante, aplicado y supe aferrarme a los sueños que me propuse.

 

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