Quedan solo tres fines de semana para ver un acontecimiento único en el teatro para toda la familia. Se trata de Vivitos y coleando 2, uno de los grandes hitos que dejó la dupla Midón - Gianni y que, a casi treinta años de su puesta original, sigue sonando increíblemente fresco, potente, y sobre todo actual. Los entrañables payasos protagonistas, Rocat y Camar, también son “los originales”: Roberto Catarineu y Carlos March. A ellos se suma una dúctil Laura Oliva, que logra ocupar un difícil lugar, asumiendo el código histórico pero dotándolo de una impronta propia. Parte de “aquel” equipo que dirigía Hugo Midón también sigue mostrando aquí su trabajo, como la coreógrafa Doris Petroni, la vestuarista Mónica Toschi y, por supuesto, Carlos Gianni con su música. Por ahora, hay más Vivitos y Coleando 2 este fin de semana, y hasta el 19 de agosto, los sábados y domingos a las 15.30 en el teatro Picadero (Pasaje Santos Discépolo 1857).

Con dirección de Manuel González Gil y la actuación de otros “payasos” como Flavia Pereda, Rodrigo Cecere, Agustina Barach y Fernando Avalle, Vivitos y coleando 2 se está haciendo en el Picadero desde el año pasado. Y antes también estuvo el primer Vivitos, en aquel caso con Laura Conforte en el papel de la payasa que originalmente hizo Andrea Tenuta. Para los que lo vieron como niños y niñas, y ahora como padres y madres; o como padres y madres, y ahora como abuelos y abuelas, volver a ver este espectáculo no es exactamente un viaje en el tiempo, porque lo que impresiona es la vigencia del texto, de las canciones, de la estructura dramática en sí. Pero es, seguro, una palmada a la memoria emotiva. Para los que lo ven por primera vez, es la posibilidad de tener contacto con el mejor teatro, a cargo de actores de raza (frente a este observación, Catarineu comenzará a ladrar como un perro con pepeles).     

“Llegar a Vivitos y coleando fue la materialización de un deseo. Creo que es una asignatura pendiente para cualquier actriz o actor, trabajar con este material. Y por supuesto que estaba la yapa de hacerlo con Roberto y Carlos, que son ‘orginal cast’. También por eso fue una experiencia enriquecedora, más allá de que el material Midón-Gianni de por sí es muy atractivo” señala Laura Oliva, que vendría a ser la “recién llegada” a este equipo midoniano, pero que sin embargo se luce metida con total soltura en el código tan propio de esta obra y este universo.

–¿Cuál fue, en su caso, el desafío? 

Laura Oliva: –El desafío era incorporarse, encontrar el código muy concreto preexistente que trae consigo Vivitos. Y la verdad, fue difícil, no tanto por Carlos y Roberto, que fueron super generosos y abiertos para incorporarme. El que más quiere cerrar el círculo es el que viene a ver, el espectador, sobre todo si sabe que van a estar Catarineu y March. El desafío fue incorporarme desde mi propia impronta, pero también respetando eso que tanto quiere venir a ver la gente, aquello que vio veinte años atrás. Porque lo más llamativo y maravilloso de la platea es el trío, las tres generaciones: los que hoy son abuelos que en aquel momento eran padres, los que hoy son padres que en aquel momento eran niños, y que ahora vienen con sus hijos. 

–¿Y dice que el público se la hizo difícil? 

L.O.: –Siempre les digo a ellos, un poco en broma y un poco en serio, que al principio, cuando la platea es muy midoniana, muy fanática, yo siento un poco los bracitos en jarra. Entonces, para mí es una doble satisfacción que al final terminen “comprando”. No es mala voluntad lo que al principio se siente, sino que esta muy arraigado y muy sensible, y además en un momento muy especial de la vida de esa gente:  o es su propia niñez, o es el padre que llevaba a ese niño, y que por algo elegía Midón. Es maravilloso verlos cómo cantan todas las canciones, a veces se emocionan… ¡Y los chicos los miran sin entender cómo las sabían de antes!  

–Y para el “original cast”, ¿qué significó este regreso?

Roberto Catarineu: –Es volver a la historia de todos nosotros. Porque antes de Vivitos existió Narices, el antecesor, que ya planteaba la historia de los dos payasos, de la pareja. Y ya entonces aquel espectáculo hablaba de lo que pasaba en ese momento, el albor de la democracia. Estaba la “Carta al presidente”, que no tiene desperdicio. ¡Yo hoy le mandaría varias cartas al presidente! Así que es volver a hacer toda esa historia y a hacerla bien, no más o menos. Pasándola por el cuerpo, con códigos, cantando las canciones, sintiéndolas, de adentro. Porque esa es otra cosa maravillosa de esta dupla maravillosa: está la escena, y luego la canción. Y la canción es la prolongación de esa escena, se puede hacer la canción sola y basta, ahí está todo. Carlos Gianni es un compositor extraordinario que se une a Midón, y juntos hacen pequeñas obras de arte. Hay cuadros que son un delirio, como el de Aladino, ¡que viene a la Argentina por dos porteños que lo van a ver! Es un delirio, pero maravilloso.

Carlos March: –En mi caso era una necesidad que tiene que ver con las emociones, con la famosa memoria emotiva. Después de que nosotros terminamos con toda la saga, en la década del 90, empecé a ver en las redes sociales (en la parte más positiva de las redes sociales) que había mucho interés por eso que habíamos hecho, muchas consultas, preguntas sobre todo acerca de Vivitos, que fue el punto de mayor trascendencia hacia el público, sin llegar a ser popular. Y ahí empieza a crecer un bichito que estaba como dormido, me empiezan a preguntar. Y fue un poco como el viejo dicho, “a pedido del público”. Pero más allá de eso, en mi caso, el motor fue el de una gran curiosidad.

–¿Por qué?

C.M.: –Por ver qué pasaría, primero, con nosotros. ¿Nos va a dar el cuero y el cuerpo? Yo sabía que podíamos, porque Roberto y yo seguimos trabajando juntos en un montón de espectáculos. Pero la curiosidad era ver qué iba a pasar con esto de las tres generaciones. La verdad es que no nos equivocamos en hacer un gran esfuerzo por hacerlo. Al principio la idea era que estuviéramos los tres, con Andrea. Ella no pudo venir, y nos quedamos mancos. Tardamos muchísimo en conseguir alguien que pudiera reemplazar a Andrea. Apareció primero Laura Conforte, y fue un hallazgo total. Y después esta otra Laura, esta bestia, que le sumó algo que tiene que ver con una convicción. Es decir, ocupó el lugar y también nos aireó a nosotros. Así que fue doble el hallazgo y la satisfacción, ella abrió la ventana para que entrara oxigeno y se lo agradezco. Trajo la pata que faltaba para empujar y sostener.

R. C.: –Midón elegía cuidadosamente a la gente con la que trabajaba, y esa era también una de sus virtudes, poder armar eso. Y estoy seguro de que él la hubiera elegido a Laura. Solo lamento que Vivitos 2 se termine y por el momento no pueda hacerse más. Es un momento difícil para el teatro, es la realidad y, como decía Carlitos Perciavalle, no se puede competir con la realidad. Yo el año pasado me enfermé, y tuvimos que suspender la obra un tiempo. Entonces, el desafío para mí fue volver a hacer Vivitos. Después de eso, vine a este teatro sin poder hablar. Pero laburé, y laburé, y laburé. Y pude. Ahora me doy cuenta de que tuve las pelotas de equivocare en el escenario, hasta que pude. Me siento un privilegiado porque pude hacerlo. Porque me animé, y también porque tuve el apoyo de estos amigos actores. Hubiera sido más fácil decir: no lo quiero hacer, no puedo. Pero arriesgué, y ahora me alegro por eso. 

Cada día dice mejor

–Vivitos y coleando se estrenó hace unos 27 años, pero parece haber sido escrita hoy. ¿Por qué creen que logra ser tan actual?  

L. O.:–No puedo evitar sentir que es tristemente actual. Carlitos tiene una frase que adoro: este es un país tartamudo. Volvemos y volvemos a repetir tantas cosas que ya sabemos que están mal.  Por eso la vigencia de Vivitos es sorprendentemente triste, o tristemente sorprendente. Ojalá perdiera vigencia y lo viéramos a la distancia como una pieza de museo. Es llamativo cómo en cuatro minutos, que es lo que dura en promedio cada cuadro, está contado lo que somos. A mí me sorprende especialmente “Piratas”, me parece un espectáculo dentro del espectáculo. En cinco minutos, ofrece un racconto excepcional de cosas sobre las cuales reflexionar. Por eso, cuando mi personaje dice: “Es país es increíble: Todo el mundo le roba a todo el mundo, y además protesta porque le robaron”, yo lo digo con mucha conciencia de lo que estoy diciendo. Sin ponerle solemnidad, pero le doy a esa frase tan contundente el peso que tiene. Además porque en ese cuadro, la última persona reacciona solo porque la pescan. Y esa es una de las cosas tremendas que, como todo, se dicen con poesía y con humor. 

C. M.:– Yo creo que hoy soy la persona que soy, entre otras cosas porque durante treinta años repetí conscientemente, pasando por el cuerpo como dice Roberto, textos como ese. Y sí, Midón está vivo, y cómo. La música de Gianni también. Y con ellos, nosotros fuimos parte de un movimiento que va a pasar a la historia en la cultura argentina. 

–¿Qué características tuvo se movimiento, por qué se lo puede pensar como tal? 

C. M.:–Se produjo un fenómeno por medio del cual los planetas se alinearon. Yo estudiaba química. En la facultad de Ciencias Exactas descubrí que quería ser actor, y que estaba ahí porque me dejaba el colectivo en la esquina, y además podía ir con mis compañeros de secundario. Pero ese paso por el laboratorio me sirvió para descubrir el sentido de la química. Y así como los elementos se atraen y hacen combustión, cuando en el teatro decimos tengo química con ella o con él, es eso: se juntaron los planetas. Y Hugo fue el director técnico, el seleccionador, que mas allá de los códigos tuvo la sabiduría de elegir a las personas. El supo poner el ojo, y sacar lo mejor de cada uno. 

–A tal punto que el equipo sigue formado hasta hoy…

C. M.:–Es que no se puede llegar a ninguna trascendencia artística sin un equipo de trabajo a través de los años. Los actores, en general, tenemos dos meses de ensayo y a estrenar, hay una urgencia y un sistema que te dice dale, laburá, porque no llegas a fin de mes. Con Midón no fue así, todo eso pasó a segundo plano, porque nos fuimos enganchando de una manera única con los proyectos. Si me pregunta cómo lo hicimos, y cómo lo sosteníamos económicamente, ¡la verdad es que no lo sé! (risas). No hay un secreto para el éxito, o en todo caso el secreto es que te agarre laburando. Pero el tema es la permanencia y el trabajo en equipo. El teatro es eso, como la vida, solo no vas  ningún lado. Y Hugo tenía esa habilidad de manejar equipos. El era maestro de grado, esa es su formación básica. Y para mí él estaba manejando un grado de escuela. Porque cada uno de nosotros tenía sus locuras, sus berrinches, sos cosas positivas y negativas. Y él tenía esa magia, se encargaba. Yo siento que desde el 80, que empecé con Hugo en El imaginario, hasta ahora, no he dejado de sentirme un privilegiado integrante de ese equipo que él armó. Se me metió el bichito y me enfermé de Midón. Nos enfermamos de Midón, y acá estamos.