“La última vez que hice teatro fue aquí mismo”, dice Imanol Arias, admirando las panas rojas de las butacas del Maipo, y recordando las funciones de Calígula, en 1994. “Después estuve en Madrid, en una especie de pequeño conciertillo. Fue en la escuela de Cristina Rota, la madre de Juan Diego Botto, ella partió exilada de la Argentina, viuda de un desaparecido, llegó a Madrid y fue la maestra de muchos: con ella estudiamos Ana Belén, Eusebio Poncela, yo... Montó una escuela con la que he colaborado muchas veces y en un momento tenía un pequeño teatro en Madrid. Allí hacía un Lorca muy bello, que iba renovando con los alumnos. Y al final tenía invitados que leíamos Poeta en Nueva York. Yo fui el primer día y me quedé tres meses. Pero bueno, no fue una experiencia teatral, fue una experiencia con Cristina. Temporada, la última vez, fue acá”, repasa el actor. 

Sin embargo, en todos estos años Imanol Arias ha venido mucho, de visita y por trabajo, sobre todo convocado por el cine. Vino para hacer películas como la comedia romántica Mi primera boda, de Ariel Winograd, protagonizada por Natalia Oreiro y Daniel Hendler, o Eva no duerme, de Pablo Agüero, con Danel Fanego y Gael García Bernal. Y más recientemente (en septiembre del año pasado), Retiro voluntario, que protagoniza con Darío Grandinetti. “Y tengo aquí amores eternos como Fabián Vena o Rubén Szuchmacher, que dirigió Calígula. Me he sentido tan bien tratado aquí que, como podía, en Madrid me gané fama de ‘recibidor de argentinos’. ¡Recibidor de los largos!”, se ríe.