“Hipócritas. No hay mejor palabra para definirlos. Macri, Michetti, Triaca, Rodríguez Larreta y todos los presidentes que fueron pasando por Copidis desde el 2008 son realmente unos mentirosos. No les importa la inclusión. Hablan de la Convención Internacional de los Derechos de la Persona con Discapacidad, pero es todo un show. No hay nada detrás”. Natalia Gulino, de 35 años, tiene una discapacidad visual y visceral, provocada por una trisomía del par 9. Luego de trabajar 10 años como contratada en la Comisión para la Plena Participación e Inclusión de las Personas con Discapacidad (Copidis), le dieron hace unas semanas el pase a planta transitoria. Cansada de las precarias condiciones laborales y el bajo sueldo con el que debe convivir desde hace años, Natalia exige el pase a planta permanente y pide a los “legisladores porteños y al defensor del pueblo que hagan pedidos de informes y citen a las autoridades de Copidis para que expliquen en qué gastan el presupuesto”.
“No quiero limosna, ni que me llamen para darme la manito o posar para la foto. Lo que quiero es que alguien me saque de donde estoy y valore mi laburo”, dijo Natalia Gulino en diálogo con PáginaI12. Luego de diez años de trabajar en la Comisión que debería encargarse de la promoción de derechos de las personas con discapacidad, Natalia vive con angustia el precario ofrecimiento que le hizo el organismo que depende del Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat del Gobierno de la Ciudad: “¿Después de tantos años la respuesta es pasarme a planta transitoria? Además de exigir mi planta permanente quiero que me reconozcan los 10 años laburados en forma trucha”, expresó preocupada.
El primer contacto que Natalia tuvo con Copidis fue para ella una clara muestra del tipo de condiciones laborales a las que se iba a enfrentar. En marzo de 2008, años después de haberse anotado en el Registro Único Laboral para Aspirantes con Discapacidad a Empleo Público de Copidis, Natalia recibió un llamado. “Era Copidis pidiéndome los datos para mandarme folletería de un programa de becas que tenían. Entonces les respondí: ‘Como tienen mis datos, saben que están hablando con una persona con discapacidad visual que no va a poder leer de manera autónoma lo que pretenden mandar. Saben que hay otros medios”, relató Natalia. “Esto fue un viernes. Terminé la charla y empecé a escribir en los foros de derechos humanos en los que participaba lo que me pasó. El lunes me estaba llamando la secretaria de Marina Klemensiewicz, que era la primera presidenta de la gestión PRO de Copidis (ex mujer de Iván Pavlovsky, el vocero de Macri, y donante de la Fundación SUMA, de Gabriela Michetti). Para que me calle la boca en septiembre me terminaron contratando”, explicó.
Una de las primeras tareas que Copidis le asignó al ingresar le volvió a confirmar la consideración que tiene el organismo hacia las condiciones de las personas con discapacidad. “Me da verguenza contarlo. Me dieron un listado de gente sorda, del Registro Laboral, y yo tenía que llamar para ver si querían participar de una encuesta. Encima para una empresa privada. Yo les advertí que las personas sordas no pueden atender el teléfono y me respondieron que tenían familiares para eso. Obviamente, cuando empecé a llamar, me ligué muchísimas puteadas”, relató Natalia.
Otra de las pruebas que Natalia menciona sobre la falta de preocupación del organismo por las óptimas condiciones en las que debe trabajar una persona con discapacidad es la falta de adaptación del puesto de trabajo. “Siempre me tuve que llevar yo el lector de pantallas. Además, como había compañeros que me hacían la vida imposible porque les molestaba la voz sintética robótica del lector, me llevé auriculares. Porque ni siquiera auriculares me dio Copidis”, contó Natalia.
En 2013 y 2014, logró que le den pase en comisión a ATE Capital. “Volví a Copidis en 2014 porque me requirió Florencia Braga Menéndez, la presidenta de ese entonces. Ella me asignó tareas más acordes, pero la echaron. Matías Alonso Ron, que asumió en su lugar, me puso en atención al público y me trató muy mal”, contó Natalia. “Viendo qué salida podía darle al asunto, fui a la Legislatura Porteña y me recibió Alejandro Bodart. Me pidió a Copidis y trabajé con él durante el 2015. En 2016, cuando tuve que volver, estaba Agustina Señorans como presidenta, la sobrina de Iván Pavlovsky. Todo en familia. El trato que recibí en esa época fue repugnante. Por suerte logré el pase en comisión a CTA Capital autónoma, donde trabajé hasta ahora, sorteando amenazas de baja de contrato”, relató.
“Ahora que estoy en planta transitoria estoy esperando que Copidis me asigne tareas en el organismo, pero me están pateando la situación. No les importa la inclusión. ¿De qué vida independiente hablan con los sueldos bajísimos que pagan? Ni siquiera llego a los 16.000 pesos”, aseguró Natalia, que sueña con independizarse, irse a vivir sola.
“El cupo laboral del 5 por ciento en Ciudad y el 4 por ciento en Nación es un mínimo. No un techo”, remarcó Natalia, en un llamado a las personas con discapacidad para que “salgan a golpear puertas y no se queden en sus casas”.
“Estoy muy deprimida. Se dice que tengo los mismos derechos que los demás pero a la hora de ejercerlos es piedra tras piedra”, dijo apenada. Y concluyó: “No me quiero pelear más con la gente de Copidis. Quiero que alguien me llame para laburar, me valore como trabajadora y me pague como corresponde. Para poder independizarme y concretar mis sueños. No me alcanza con este sueldo. Y que Cambiemos no me venga con la excusa de la tormenta pasajera”.
Informe: Azul Tejada.