En política, los absurdos suelen ser un grado extremo de los síntomas. 

Habrá quien repare en que la afirmación corresponde a cualquier actividad o circunstancia de la vida pero, en el mejor de los casos, columnas como éstas están preparadas para hablar de eso. De política y no de psicología u otras disciplinas.

La semana pasada se asistió a uno de los espectáculos más ridículos y degradantes que pudieran esperarse del ejercicio democrático, aun sabiéndose de sus características de fachada.

¿En cuál lógica puede caber la seriedad de un show que procuró darle rango de importancia suprema a los allanamientos más anunciados de la historia, en propiedades inmobiliarias de una ex presidenta a la que sólo un loco de remate o un enfermo de odio no interpretarían como víctima de una persecución judicial atroz?

Cuanto más se supone que ya se cruzaron todos los límites, el Gobierno y sus nutrientes mediático-judiciales los corren más todavía. ¿Habrá un punto de inflexión, al cabo del cual quedaría deducir que ya no pueden continuar sosteniéndose fotocopias de cuadernos de un ex sargento del Ejército exonerado por problemas psiquiátricos que quemó los originales en una parrilla, alucinaciones de haber visto a Cristina en pijama recogiendo bolsos con dólares en la residencia de Olivos, búsquedas de bóvedas o paredes falsas en domicilios allanados en el exacto momento de los noticieros nocturnos? 

No. 

No, respecto de la intencionalidad propagandística del montaje y del camino trazado por un adefesio judicial que ya no tiene retorno. 

Las declaraciones del abogado Mariano Cúneo Libarona deberían haber provocado una sacudida mediática inolvidable. Nada de eso sucedió. 

El letrado es uno de los más emblemáticos del establishment jurídico, si no el máximo. Y de ahí resulta un quién por delante del qué. Dijo abiertamente que si su defendido Sergio Taselli no sale en libertad, en breve, “mentirá y va a involucrar a alguno”, porque el único subterfugio es “inventar una confesión” para quedar libre. El requisito simultáneo, por supuesto, es que la fórmula envuelva a algún ex funcionario kirchnerista. De lo contrario, no vale.

Hace unos días, en este espacio, se adelantó el resultado que daban la patria encuestadora y focus group del oficialismo sobre la opereta de los cuadernos. A una mayoría de la población le importa tres pitos. 

El drama de la economía cotidiana no deja lugar para repercusiones mayores de otro tipo. Tampoco es que se requerían fuentes decisivas para corroborarlo. Era obvio, salvo para los macristas que confiaban en la remake de José López y el convento. 

Lo que puedan influir los cuadernos no les alcanza, sin llegar a tener en cuenta que las derivaciones del caso son capaces de ser incontrolables para el oficialismo. 

Montaron una Caja de Pandora con tal de sacarse de encima al demonio que los amenaza.

El Gobierno, con su alianza hasta hoy imperturbable de medios y magistrados, no tiene regreso. Entre abandonar y profundizar las acciones despreciables de su guerra comunicativa y tribunalicia, para hacerle de pantalla a los negociados e ineptitud del modelo, no hay matices. Optó por lo segundo. Por hacerle culto a la fantochada. Es una relación inversamente proporcional entre lo que se cae y lo que no puede restablecer, porque se agotaron sus argumentos. 

De ahí que deba esperarse la ejecución de toda fantasía. Inventar para zafar. Sirve para tribunales, arrepentidos y construcción mediática. 

En términos de credibilidad o resignación masivos, al Gobierno lo sostienen la consabida ausencia de una oposición política firmemente unificada y un clima de que son todos iguales (aún lateral a que se vayan todos).

Rige la planificación de la infamia, como escribió aquí Horacio González cuando aludió al discurso de Cristina durante la pantomima senatorial del miércoles pasado. “Era necesario, porque en una situación de cierre de la racionalidad democrática, sustituida por el denuesto y la promoción de personajes que condensan con sus flanes caseros el odio prefabricado en los suburbios más oscuros de la conciencia, alguien tenía que hablar (...) Piensan desde actos de judicialización a hierro y fuego. Pero leen en revistas de decoración del hogar. A ver, debajo de la cama; a ver, estos cajoncitos del baño”. Todo suma.

Lo que ocurrió mediáticamente el último viernes debiera ser estremecedor, aun para quienes señalan haber perdido la capacidad de asombro gracias a su conciencia política.

Mientras los propios datos oficiales admitían que la economía se desplomó en junio un 6,7 por ciento y el comercio un 8,4, que es la mayor contracción desde 2009 situando a la actividad ya por debajo de 2015, los medios hegemónicos literalmente ignoraron el tema. No es una figura descriptiva. 

Es el retrato objetivo de una invisibilización absoluta, tomados prácticamente todos los diarios de papel y portales que acompañan al Gobierno junto con los sumarios principales de las radios, canales y señales televisivas de igual signo. 

Sólo seguía existiendo la tragicomedia de los allanamientos a Cristina, mechada más de cerca que lejos por los flanes de Alfredo Casero, las confesiones hot de Nicole Neuman, un proyecto esloveno para remodelar la Bombonera y la guerra de escritorios en la Conmebol.

Ni siquiera adquirían relevancia los nuevos récords de la cotización del dólar, para no hablar del ninguneo a que la misión del FMI prolongó su estadía. Fue debido a este desastre ya promotor de solicitarle perdón, el waiver, por el seguro incumplimiento de las metas comprometidas a tres meses de haber recurrido a su escupidera. 

Ayer podrían haber sumado que Macri viaja a Estados Unidos para rogar en persona el último ancho falso de un préstamo del Tesoro, pero tampoco. Se trató de que en la residencia calafateña de CFK habrían encontrado dos huecos similares a bóvedas, además de secuestrar una camioneta.

De todas formas, nada superior a un zócalo de TN, el sábado a la mañana, revelando que “los perros pueden detectar dinero o drogas a través del olfato”.

Sí figuró en zona apartada, como único aporte surrealista acerca del derrumbe y del camino al default que también citan hace semanas los gurús de la ortodoxia, la oración de Macri en una radio santafesina. Auguró que el escándalo de los cuadernos seguramente llevará a profundizar la recesión. Inmortal.

La cadena nacional masturbatoria en torno de esas fotocopias lleva casi un mes.

Para entendernos mejor, por las dudas, una cosa es la costumbrística de no dirigirle la palabra mediática al estado de aniquilamiento en las universidades públicas, los paros docentes, la explosión de una escuela con dos muertos, sin entrarles a las cadenas de despidos, suspensiones, las pymes exangües que no pueden afrontar los tarifazos y la caída del consumo, el crecimiento de la gente en situación de calle. Es una lista repugnante que parece interminable, porque no hay un solo indicador, no ya del presente sino del futuro de mediano plazo, que brinde la más mínima esperanza de recuperación.

Otra cosa es que directamente pasen por encima de la información macroeconómica básica, como les gusta decir a los capitanes mediáticos.

Bien que con un desparpajo de calificación improbable, porque se necesita mucha cara para decirlo de repente después de haber apoyado un proceso sin otro destino que éste, los economistas otrora fogosos o simpatizantes del macrismo advierten ahora que bajar el déficit fiscal y seguir ajustando no es un plan económico.

Es una retórica para la gilada. 

Hará falta una infinidad de cuadernos para tratar de mantener eso.