La fuerte explosión se escuchó más allá del bulevard Pushkin, más allá de los bares y restaurantes, de la Plaza Lenin y del enorme estadio que hace años no utiliza el club de fútbol Shakhtar. La bomba detonada en el café Separ (“Separatista”) se escuchó en toda la ciudad de Donetsk. Y aún retumba en los tímpanos de la población. El viernes murió en un atentado Aleksandr Zajarchenko, líder político de la autoproclamada República Popular de Donetsk (DNR, por sus siglas en ruso), territorio que declaró su independencia de Ucrania en mayo de 2014, al comienzo de la Guerra del Donbass. La zona fue cercada, las fronteras se bloquearon y se inició un importante operativo mientras ya circulaban todo tipo de rumores.

 Las sospechas fueron acalladas rápidamente por los comunicados oficiales del gobierno separatista: habían sido arrestadas dos personas, ambas supuestamente ucranianas y ligadas a los Servicios de Seguridad de ese país (SBU). Los comunicados utilizaban la palabra “saboteadores”. Casi al mismo tiempo, el Secretario de Prensa del Comando Militar de la DNR Eduard Basurin acusó a Estados Unidos de estar involucrado en el atentado, al que calificó de “ataque terrorista”. Desde Rusia, la vocera del Ministerio de Relaciones Exteriores Maria Zajarova culpó al gobierno de Kiev. Y no resultó sorpresivo que en Kiev le cargaran la responsabilidad del ataque a Rusia y esgrimieran la posibilidad de una pelea interna, según la vocera del SBU Yelena Gitlyanskaya, entre “terroristas y sus auspiciantes rusos”. La culpa es del otro, nadie se hace cargo. Y, como en toda guerra, la primera víctima es la verdad.

¿Es posible que agentes ucranianos se infiltraran en el corazón de Donetsk para colocar una bomba en el café en donde se encontraba el líder político de la DNR? Sí, es una teoría válida considerando que a Ucrania le cuesta cada día más lograr avances militares en el territorio y que el conflicto dificulta su tan deseada incorporación a la OTAN. El primer comunicado oficial del gobierno separatista decía que “el régimen de Kiev, como siempre, no puede luchar abiertamente y opera tan sólo con métodos terroristas antihumanos”. Pero a nadie en Donetsk o en Rusia, le pareció acertado investigar o buscar pruebas antes de difundir acusaciones directas. Algo muy similar había sucedido con otras muertes en atentados, como las de los comandantes Arsen Pavlov (“Motorola”), en 2016, y Mijaíl Tolstij (“Givi”), en 2017: en ambos casos Ucrania y Rusia se echaron la culpa mutuamente y nunca se pudo dilucidar fehacientemente quién había cometido los crímenes.

Por otro lado, cabe preguntarse qué tan probable es la acusación de Kiev y si realmente se trató de un enfrentamiento interno. Zajarchenko estaba perdiendo apoyo popular no sólo por la falta de avances militares sino también por la cada vez más delicada situación económica de la DNR. Además de las disputas de poder con el comandante Aleksandr Jodakovsky y con el Presidente de la Asamblea Popular de la DNR Denis Pushilin, las relaciones entre el líder separatista y el Kremlin no eran las mejores a casi cuatro año de haber asumido el cargo de Primer Ministro de la autoproclamada república sin reconocimiento internacional. En ese sentido, el Coronel retirado y ex Ministro de Defensa de la DNR Igor Girkin fue muy claro: “Zajarchenko podría haber sido quitado de en medio mediante planes criminales o tal vez sus auspiciantes del Kremlin se cansaron de él o los ucranianos pudieron haberlo hecho. Era un problema para todos”.

A partir de ahora las opciones son numerosas, desde un recrudecimiento del conflicto hasta un simple adelantamiento de las elecciones. Es claro que el asesinato de Zajarchenko dificultará aún más las negociaciones entre Kiev, Moscú y los líderes del separatismo, que continúan acusándose mutuamente. Mientras tanto la Guerra del Donbass ya es el conflicto más extenso en Europa desde 1945: casi cuatro años y medio, más de diez mil muertos. Pero algo que lo ha caracterizado es su estancamiento. Sin grandes avances, retrocesos, cambios y noticias, desde la firma de los Acuerdos de Minsk I y II (septiembre 2014 y febrero 2015) la guerra prácticamente ha desaparecido de los medios internacionales más importantes. El asesinato de Zajarchenko recuerda al mundo que el conflicto continúa. 

* Autor de Deconstrucción: crónicas y reflexiones desde la Europa Oriental poscomunista.