En una de las escenas más recordadas de la historia del cine, decretaba Dorothy que “no hay lugar como el hogar” y, golpeándose tres veces los talones, volvía raudamente a la anhelada Kansas gracias a sus mágicos zapatitos rojos, fetiche de más de un bruja malvada. Pues, tras 13 años con paradero desconocido, el icónico calzado –uno de los mementos más valiosos del séptimo arte– ha regresado a su respectivo hogar. Léase Grand Rapids, pequeña ciudad de Minnesota, Estados Unidos, donde nació Judy Garland en 1922 y donde se encuentra el Judy Garland Museum, dedicado a la actriz y al film El mago de Oz. En ese museo, en agosto de 2005, se exhibían las susodichas zapatillitas de lentejuelas carmesí, préstamo de un coleccionista privado, que fueron repentinamente arrebatadas una noche sin que el ladrón dejara pista alguna. La alarma nunca sonó y no se hallaron ni huellas dactilares ni imágenes en la cámara de seguridad que incriminaran: solo una lentejuela solitaria quedó en la misteriosa escena del crimen. Insuficiente evidencia para que la policía de Grand Rapids atrapara a los malhechores; suficiente para que algunos especularan que se trataba de una travesura adolescente. Pues, tras 13 años sin novedades, informaron fuerzas de seguridad norteamericanas que, con ayuda del FBI, han dado con el tesorito del cine, y que ya ha sido correspondientemente autentificado. No saben aún quién ha perpetrado el crimen; o, al menos, no lo han informado. Pero, enhorabuena, las poderosas zapatillitas están de regreso. El par mágico de rojo rubí, por cierto, es uno entre varios atentamente, cuidadosamente antaño fabricados, amén de calzar a la joven Garland en el film. Además del recientemente encontrado (que el FBI considera aún evidencia y pide que sea tratado con recato), subsisten otros zapatos similares: uno que permanece bajo tutela de la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas; uno en manos del museo Smithsonian; uno de otro coleccionista privado. Por lo demás, no sobra recordar que en la novela original de Lyman Frank Baum, El maravilloso mago de Oz (1900), las zapatillitas de Dorothy eran plateadas: por decisión de MGM, cambiose el color en la adaptación fílmica para sacar provecho de las posibilidades de rodar en Technicolor, entonces todavía una novedad. Una sabia decisión, a juzgar por el devenir de los varios pares, por muchos considerados “el santo grial de la memorabilia hollywoodense”. Glinda, la bruja buena, cantó la precisa al decir que “su magia debe ser muy poderosa, o no los querrían tanto”.