Mac Miller estaba ansioso por arrancar la gira de su nuevo disco, Swimming. “Ojalá empezara mañana”, tuiteó el viernes 7, horas antes de sufrir un paro cardíaco en su casa de San Fernando, California, a los 26 años. En las horas que siguieron, la única información oficial fue el comunicado de la familia, sin detalles: “Respeten nuestra privacidad”. Pero en ningún momento hubo duda. Desde el portal de espectáculos TMZ a la autollamada “voz más confiable de la música” Pitchfork, se tituló “sobredosis”, así en general. TMZ también publicó que lo encontró una amiga, y que se había hecho limpiar la casa porque no había restos de una sobredosis cuando llegó la policía.

Ariana Grande, su ex, cerró los comentarios de Instagram por el acoso de gente que la culpa de una recaída. Fue así: a la semana de separarse en mayo, Mac es noticia por chocar su camioneta Mercedes Benz contra un poste de luz y escapar. Un tuitero equis describió la escena –él manejando borracho después de que ella lo dejara por otro después de que él le había dedicado todo un disco– como lo más triste que estaba pasando en Hollywood. Ariana respondió con un largo descargo, pero básicamente el mensaje de que ninguna mujer tiene que sentirse en el deber de comportarse como madre o niñera de sus parejas. Era más necesaria esa aclaración que todas las otras explicaciones que dio sobre la interna de ellos. 

El policía que lo siguió hasta la casa declaró que fue el alcoholizado más educado y amable que le haya tocado multar (15 mil dólares). Ese nivel de fama tenía en su país Mac Miller. Todo comenzó en Pittsburg, Pennsylvania, tierra de Wiz Khalifa. Hijo de madre fotógrafa y padre arquitecto. Desde los seis años, aprendió a tocar todos los instrumentos solo. Cuando se dio cuenta de que tenía habilidad para rapear, la entrenó; nunca fue una cuestión política para él: no se sentía “un rapero blanco”. 

Cuando soñaba con hacerse rico, pensaba en el estudio que iba a tener. De adolescente hacía de lo peorcito por comprarse horas de estudio –robarle a chicas, vender flores malas–. Ahora tenía dos en la casa: uno en el sótano (le decía “el santuario”) y otro arriba conectado a la habitación. Lanza música desde los quince. En 2011, a los 19, agradeció el millón de seguidores con el mixtape Amo la vida, gracias. Después vino el disco debut. Blue Slide Park fue el primer álbum independiente de hip hop en llegar al top de Billboard en 16 años. Con el timing de caer en el estereotipo “frat rap”: rap de fraternidades, como se agrupan los universitarios estadounidenses. Parece que es un circuito en sí mismo las fiestas de los chicos bien.

Se lo juzgó superficial al punto que Pitchfork, que siempre se toma el tiempo, lo presentó como alguien merecedor del menor valor. Hoy ese 1 que le pusieron es un estigma. En adelante –porque Mac Miller se desenvolvió como un cisne–, siempre se mencionó la reseña. “Legendario”, recordó el puntaje en la última entrevista que dio, a Vulture, publicada el 6 de septiembre. Él mismo dice que entonces, entre el ritmo de vida y la repercusión tóxica, empezó a necesitar algo más fuerte que la marihuana para poder relajarse. Así empezó, por ejemplo, su adicción al lean, mezcla de jarabe para la tos con Sprite. En el pico de todas las locuras, ya millonario y con contrato en Warner, hizo Faces, su mixtape oscuro, tan cercano que duele.  

“Te dicen tanto Mac Miller y sos tanto Mac Miller, que ya no sos más vos”, describía la fama en 2013. Ahora en Vulture y Rolling Stone, también en Twitter, hablaba justamente de ser uno mismo como la única posibilidad: “Que hablen, yo vivo conmigo, nunca me van a conocer”. Su obra es enorme (en Spotify hay solo una parte) y no hay un hit que la identifique. Los discos son muy musicales, los mixtapes más tradicionalmente raperos, y hay uno de jazz cantado como Larry Lovestein & The Velvet Revival. Larry Fisherman es su seudónimo de productor. Podía asumir todas las personalidades musicales.

Con The Divine Femenine (2016) pareció que se había salvado. Que Ariana lo había salvado: el ángel que introduce el disco y canta en “My Favourite Part”. Se atribuyó todo por y para ella, pero Mac honra lo femenino en general. También participan la hija pequeña de la manager –su luz guía, decía– y la abuela, que cierra el álbum después del tema con Kendrick Lamar contando su propia historia de amor de 50 años. “Yo quiero eso. Para mí el amor es lo más cool que hay”, declaró en Vogue.  

Seguro Ariana aportó luz, y también otros lo acompañaron, como el veterano Rick Rubin. Finalmente, un proyecto que lo mantuvo de pie fue el reality para MTV Mac Miller And The Most Dope Family, que se empezó a filmar en 2015 y duró dos temporadas. Su casa era base de operaciones y muchos de la escena dicen haberse conocido por él. Era una persona graciosa y autocrítica. Tenía mascotas, miraba Netflix, la capacidad de conversación era condición para trabajar con alguien, decía. No estaba tirado ni solo. Su muerte es inconcebible. “Nunca estoy del todo sobrio, no me gusta, pero tengo el control de mi vida”, dijo en el corto Stopped Making Excuses de The Fader en 2016. Y también ahí, que no se pasa a la historia por una sobredosis: “Solo te morís”. 

El viernes pasado iba a filmar un video. El último que lanzó, para “Self Care”, ahora resulta escalofriante porque canta adentro de un cajón y talla con una navaja la frase memento mori (recuerda que vas a morir). Al final rompe la madera y aparece de blanco en una isla negra. Y no termina ahí. Dice: “Tengo todo el tiempo del mundo y por ahora estoy tranquilo. Es un sentimiento bello el olvido”. Para este álbum buscaba sonidos acuosos y le pidió ayuda al extraño Jon Brion (Fiona Apple). Swimming es un disco calmo y llevadero, como de entretiempo. Debe haber mucho material guardado. “Me estaba ahogando, ahora estoy nadando”, dice, que no es lo mismo que hablar desde la frescura y la superación. Se podría analizar palabra por palabra en busca de símbolos y premoniciones. Pero la música es más profunda que las letras y además con qué fin. Otra cita para recordarlo: “Me gusta la música emocional, desde chico. Sentarme y sentir algo. Quiero transportarme, quiero llorar”. Dicen que los análisis definitivos de la autopsia pueden tomar semanas o meses. El martes entregaron el cuerpo a la familia. Entre todos los tatuajes, en el pecho decía: no woman, no cry.