La semana pasada Chile aprobó una ley de identidad de género. Aquello que al Senado le llevó casi cinco años de discusión, marchas y contramarchas, fue tramitado por la Cámara de Diputados en pocas semanas, con 95 votos a favor y 46 en contra. El resultado final es un texto que excluye a les personas menores de 14 años y del que se recortaron los artículos relacionados con la salud. Además, la ley exige llevar dos testigos a cualquiera que desee cambiar su género y nombre registral y obliga a los casados a divorciarse en caso de que algún integrante de la pareja quiera hacer una transición. Así lo explica Constanza Valdés Contreras, abogada, activista trans y asesora parlamentaria, una de las impulsora del proyecto. Constanza agrega que la ley “establece un procedimiento muy amplio en torno al cambio de nombre y sexo registral en adolescentes, sin establecer que estos soliciten de forma personal la rectificación en consonancia con su autonomía progresiva”.

¿Cuál es tu balance sobre los cambios que sufrió el proyecto desde que fue presentado, en 2013, y su aprobación, la semana pasada?

–Lo presentamos con Fundación Iguales y la antigua organización OTD, que después se refundó. Desde aquí seguíamos muy de cerca la ley que Argentina consigió en 2012. Hay que tener en cuenta que aquí era la primera vez que se discutía el tema. En Argentina el matrimonio traccionó la ley de identidad de género. Aquí, ni cerca. El proyecto regulaba el derecho a la identidad de género, un procedimiento de cambio de nombre y sexo registral, y el acceso al tratamiento hormonal y las intervenciones quirúrgicas con el consentimiento informado. Pero esto último fue quitado. Era bastante escueto porque se sabía que la tramitación iba a ser súper dura. 

El Senado la retuvo más de cuatro años, pero Diputados lo resolvió en una semana...

–Eso muestra el nivel de conservadurismo de ese órgano. A Jacqueline  Van Rysselberghe, senadora por la Unión Democrática Independiente a cargo de la Comisión de Derechos Humanos, no se le dio la gana de ponerlo en tablas. O simplemente los senadores no iban a dar el quórum. Con algunos episodios de cien por ciento de ausencia.

¿Qué elementos te parece que se dieron para que finalmente se lograra la aprobación?

–Los primeros años del debate empezaron a aparecer entrevistas e historias sobre el tema en los medios, pero siempre con tono patologizante o asistencialista (“pobrecitxs, ¿qué hacemos con esta gente?”). Pero en 2017 se estrenó la película Una mujer fantástica. Y ahí el tema empezó a levantar vuelo. Se empezó a hablar de las cifras negras: el 95 por ciento de la población trans femenina chilena ejerce el trabajo sexual y la expectativa de vida latinoamericana es de 35 años. Son temas muy difíciles de instalar si se considera el nivel de machismo de la sociedad, al punto de que un hombre trans gana estatus. 

¿Y el cambio de gobierno qué efectos tuvo?

–La asunción de Sebastián Piñera, que fue en marzo, no tuvo mucha incidencia en el desarrollo de este tema, diría yo. Mediáticamente lo que más se cuestionaba era el tema de niños, niñas y adolescentes. Eso no cambió. Entre un gobierno y otro la composición del Congreso tampoco cambió mucho. 

¿Y el efecto que decías de Una mujer fantástica cuál fue?

–Se ganó el Oscar y puso a todo el mundo a hablar del tema. Eso se tradujo en la idea de que si los legisladores no promovían esta ley, serían criticados. La campaña de Piñera en ningún momento incluyó el tema. Lo mencionó por primera vez en televisión después del revuelo que causó la película. Y de nuevo todos le preguntaban: ¿incluirá a niños, niñas y adolescentes? Y finalmente se incluyó a adolescentes, con reservas. Los niños y niñas quedaron fuera del proyecto. Como contrapartida se empezaron a levantar grupos religiosos. En la Cámara de Diputados hoy tenemos una bancada evangélica, que reaccionó muy fuerte. Hasta el final se mantuvo la tensión de cómo iba a votar la derecha.

Se ha dicho mucho que la ley pone un piso, pero que tiene varios agujeros.

–El resultado es una ley que quizás no es la mejor, pero que va a contribuir al cambio cultural. Para mí hay dos puntos de conflicto grandes: los adolescentes y las personas casadas. Y está el tema de qué pasa con las personas migrantes. Deja en la sombra a muchísima gente. Acá hay mucha población trans migrante que escapa de su país y nuestra ley de migración tampoco se hace cargo de darle una visa especial a quienes hayan sido violentadxs en su país de origen. Tampoco queda claro si podrán acceder a la ley de identidad de género.

¿Y qué ocurre con lxs casadxs?

–Acá no tenemos matrimonio entre personas del mismo sexo. Un ejemplo: imagínate un matrimonio heterosexual en donde el esposo decide iniciar una transición de género y cambiar su documento. Se lo dice a su esposa y ella no tiene problema con eso y quieren seguir juntas. La ley de identidad de género exige que en ese caso ir a un Tribunal de Familia, porque si unx cambia de género pasarán a ser dos hombres o dos mujeres casadxs. Y eso no existe en la ley chilena. Te ves en la obligación de divorciarte. Y después está en una nebulosa el tema de los hijos.

¿Qué pasa con los hijos?

–Yo legalmente hoy soy mujer, ¿qué pasa si tengo un hijo con otra mujer? No puedo figurar como madre. ¿Por qué? Primero porque en Chile la maternidad se determina sólo por el parto o por adopción.  Segundo porque no hay matrimonio igualitario. Tercero porque no hay posibilidad legal de que una mujer reconozca voluntariamente al hijo de otra mujer. Esta última es una facultad que sólo está permitida para el hombre.

¿Qué consecuencias tiene este agujero en materia de filiación?

–Ahí hay que hacer la distinción de si la persona tuvo el hijo o hija antes de la transición o después. Si bien te obligan a divorciarte, no es que por transicionar vas a perder a tus hijos. La ley de identidad de género dice que cuando una persona gestiona el cambio registral eso no puede implicar alterar de ningún modo los derechos de filiación. En ese sentido no hay problema. ¿Pero qué va a pasar en la práctica en el certificado de nacimiento? La verdad es que no lo sabemos. Es posible que te digan que solo hay lugar para un padre y una madre, entonces habrá un padre con nombre femenino o una madre con nombre masculino.

¿Y si tenés al hijo o hija después del cambio registral?

–No se sabe. La gran duda es cómo van a anotar en el certificado de nacimiento de ese niño su parentesco. Los nombres los tienen que poner tal como están en el DNI pero no se sabe cómo harán para consignar que hay dos madres o dos padres. Es una discusión por venir.

¿Qué horizontes te parece que abre esta ley?

–Un punto muy interesante, y es algo casi nadie dice, es que el Congreso chileno la aprobó con el voto de la derecha. Cuando se quiera discutir una ley de matrimonio igualitario, muchos de los legisladores que votaron a favor quizás también lo hagan a favor del matrimonio. Esta ley se instala en un terreno en el que no había casi nada: apenas la ley antidiscriminatoria y la unión civil. Es hora de empezar a nivelar hacia arriba.