“Pobreza cero” fue una promesa central de la campaña presidencial de Mauricio Macri. La política económica fue a contramano del objetivo enunciado. Desde el minuto cero, el combo de medidas implementadas (devaluación, ajuste, liberalización comercial y financiera, aumentos tarifarios, eliminación de derechos de exportación) perjudicó a los sectores más vulnerables. 

El kirchnerismo discontinuó la serie histórica de pobreza e indigencia en el primer semestre de 2013. El gobierno justificó esa medida en “problemas metodológicos, de empalme y de actualización”. El índice venía gozando de escasa credibilidad en los años previos. Los medios difundían mediciones alternativas con números muy disímiles en función de la metodología adoptada. A fines de 2015, el Centro de Estudios Económicos y Sociales Scalabrini Ortiz (CESO) estimaba un 15 por ciento, el Centro de Economía Política (CEPA) un 19 y la Universidad Católica Argentina (UCA) un 29.

En sus inicios, la gestión de Jorge Todesca en el Indec implementó un inédito “apagón estadístico”. La primera medición correspondió al segundo trimestre de 2016: 32,2 por ciento de pobres. La mayoría de la población desconoce que se realizaron importantes modificaciones metodológicas (más productos, alteración de los ponderadores de bienes y servicios) para ese cálculo. La medición macrista es incomparable con las anteriores porque incrementó el valor de la canasta básica. En otras palabras, los cambios realizados fueron funcionales al discurso de la “pesada herencia” ya que “infló” el número de pobres.

En ese momento, el presidente Macri sostuvo que “nos duele que uno de cada tres argentinos esté por debajo de la línea de la pobreza. Este punto de partida es sobre el cual acepto ser evaluado como Presidente: por si pudimos reducir la pobreza en este gobierno”. El mensaje presidencial, además de omitir explicitar el cambio metodológico, encerraba otra “trampa”. La elección del punto de partida no era inocente: omitía la suba de pobreza generada por el shock devaluatorio inicial (estimada entre cuatro y cinco puntos).

El último dato oficial corresponde al primer semestre del 2018. La pobreza creció con respecto a fines del año pasado (del 25,7 al 27,6 por ciento), pero está por debajo del primer semestre de 2017 (28,6 por ciento). El dato no deja de ser curioso porque diversas mediciones coinciden en que, en esa etapa, se produjo un deterioro de los ingresos populares. Por ejemplo, los salarios de los trabajadores no registrados crecieron 21,6 por ciento en términos nominales en el último año. En idéntico período, el Indec calculó una suba del 36,9 por ciento del valor de la canasta básica.

El porcentaje publicado por el Indec representa un valor promedio del semestre. El dato estadístico desagregado revelaría que la pobreza del segundo trimestre (29,1 por ciento) fue muy superior al primero (25,5). La dinámica inflacionaria de los últimos meses permite predecir una suba muy fuerte de la pobreza e indigencia en el corto plazo. Las proyecciones públicas y privadas indican que la gestión Macri culminará con un aplazo en esta materia, aún contabilizando como punto de partida el segundo trimestre de 2016. La única esperanza que conserva el núcleo duro oficialista es que el accionar gubernamental esté apoyado en la “teoría del envión”. Al respecto, Sebastián Fernández (@rinconet) explicó que “el primer paso para terminar con la pobreza consiste en aumentarla. Esto lo sabe cualquier economista serio. Se llama Teoría del Envión”.

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@diegorubinzal