La identidad de José Pablo Feinmann está configurada a partir de su intensa pasión por la filosofía, la literatura, la escritura y la enseñanza. La Universidad Nacional de Avellaneda (UNDAV) nombrará “Profesor Honorario” al autor La astucia de la razón, La sangre derramada y La crítica de las armas, entre otros títulos de una extensa obra en la que conviven la ficción, el ensayo, los guiones de cine y textos teatrales. Un panel de lujo, integrado por Horacio González, Ricardo Forster y Hernán Brienza, acompañó a Feinmann en su primera salida después del accidente cerebrovascular (ACV) que sufrió hace dos años y medio. Pero el humor y la ironía están intactos. “¿Creerán que estoy por morirme, que me hacen un homenaje?”, pregunta el escritor a PáginaI12.

–¿Qué significa que una universidad nacional, creada hace casi diez años, lo nombre “Profesor Honorario”?

–Es una gran distinción, me pone muy contento. Soy un tipo de la Universidad de Buenos Aires, me recibí en el ‘69, pero desde el ‘66 que ya daba clases. En el ‘73 creé el Centro de Estudios del Pensamiento Latinoamericano, en el Departamento de Filosofía de la UBA, y ahí empecé a dar Historia del Pensamiento Argentino, que era una materia optativa y yo conseguí que fuera obligatoria. Como era ayudante de trabajos prácticos de Historia de la Filosofía Contemporánea, conseguí dar (Juan Bautista) Alberdi, que fue todo un logro para mí. Después vinieron (Oscar) Ivanissevich, Isabelita y (José) López Rega, y no me renovaron ningún contrato y me fui de la universidad. Y no volví en el ‘84 porque había quedado muy mal por la dictadura, con muchas neurosis, obsesiones y compulsiones, y tenía problemas con los libros... Esto está en La astucia de la razón. Así que me decidí a escribir, escribir y escribir. Y me volqué bastante al cine, hice guiones de cine, con los cuales podía vivir. Curiosamente, a mí, que había sido un bicho de la universidad, la universidad alfonsinista no me quiso porque era peronista, estaba en la Renovación Peronista. Pero estuve muy creativo en esos años.

–Más allá de que no volvió a la UBA, ¿nunca dejó de dar cursos y clases de manera particular o en otras instituciones?

–Sí, siempre di clases, es algo que me gusta mucho porque aprendo más que el alumno, veo cosas de un modo que no las había visto nunca. Me emociona mucho cuando llego con los conocimientos al alumno, cuando un alumno me entiende y me sigue. Ahora estoy dando clases acá y es muy lindo. Después escribo las contratapas para el diario. Y no mucho más, porque no estoy escribiendo.

–¿No está escribiendo ficción?

–No. Desde que me pasó el ACV no escribo literatura ni ensayos. No sé qué me pasa. Simplemente no escribo.

–Quizá necesita descansar; escribió demasiado, ¿no?

–Puede ser, escribí demasiado. A veces miro los libros enormes que escribí y no lo puedo creer. Los dos tomos de Peronismo suman 1605 páginas; La filosofía y el barro de la historia son 803 páginas; Filosofía política del poder mediático, 780; es una locura. Una novela mía que pasó inadvertida, Días de infancia, tiene 500 páginas, que para una novela es bastante. 

–En una de sus columnas, “Civilizados, derechos y humanos”, escribió que “el macrismo es pragmático y oportunista a morir”. ¿Puede ampliar esta idea?

–Fijate la reacción de (Mauricio) Macri con el partido Boca-River, que sale a capitalizarlo de inmediato. “Me desperté esta mañana y dije: vamos a llevar a la hinchada visitante”. No consultó con nadie; es pragmático, oportunista y es hasta populista, algo que ellos odian porque los populistas son los malos. ¡Qué mal que está América latina! ¡Qué tiempos tenemos que ver! Lo de Brasil es terrible. En La astucia de la razón escribí la que fue mi primera gran tragedia: el tumor de testículo, a los 32 años, que me costó el testículo derecho, dos meses antes del golpe. Cuando vino el golpe, empecé a tener miedo a morir por el cáncer que había tenido. Y pasé el año ‘76 enfermo y muerto de miedo. O me mataban por afuera o me moría por dentro. Con este ACV, viene el gobierno de Macri. Que no es la dictadura, estoy de acuerdo, pero que se le parece, se le parece.

–¿En qué se parece?

–Se parecen a la dictadura en que persiguen, ponen la justicia al servicio de la persecución; tienen presos políticos y ni hablemos de Milagro Sala: es un escándalo. Hay un constante señalamiento hacia el populismo como la nueva subversión; la nueva peste de América latina fueron los gobiernos populistas de la década pasada. Y yo lo pasé muy bien la década pasada creativamente. El macrismo señala como culpable al régimen político con el que yo estaba de acuerdo y creía que iba bien el país por esa senda. Y ya lo creo que me gustaría volver, porque esto es un desastre. Son violentos, son represores; Patricia Bullrich es una pistolera. Y se parece a la dictadura en el contexto, porque lo de (Jair) Bolsonaro influye mucho aquí. Se parece a la dictadura en que justo tengo otro percance serio de salud, y viene un gobierno que me agrede y agrede a mucha gente amiga. Y después vienen todos los periodistas del régimen, que son muy canallas y le hacen el juego al gobierno. Clarín es todopoderoso. La gente es hablada, es pensada, es interpretada, no tiene autonomía, no piensa por sí misma; piensa lo que hay que pensar, lo que le dicen que piense, lo que le dicen que crea. Le inoculan los odios, todos dicen lo mismo: “la kretina”, “ladrones”... Macri, que hizo bolsa el país, tiene una intención de voto importantísima y hasta es posible que gane el año que viene.

–¿Cómo explica que Macri pueda volver a ganar?

–La única explicación es acudir a alguna teoría de la enajenación, de la alienación, de la colonización de la subjetividad. Eso lo logran los medios; tienen todos los medios, imponen el sentido común, tienen la televisión, las radios, los diarios, y eso es todo lo que la gente lee y escucha. Aparte, han logrado introyectar en la sociedad que todos los que no son ellos son ladrones y que se robaron el país. Y la gente lo repite: “se robaron el país”. Y hasta te dicen cosas como que Macri no va a robar porque ya es rico. O sea, porque ya robó. Y que Cristina no para de robar. Ahora Juan Grabois dijo: “Kirchnerismo sin ricos ni corruptos”. Gran valentía tuvo, porque en verdad no hay por qué no decir que hubo corrupción en el kirchnerismo porque lo diga el macrismo. En Filosofía aquí y ahora, grabé un bloque donde decía: “Aquí no puede haber corruptos porque nosotros no vamos a estar poniendo la cara para que otros delincan”. No es lo que el macrismo denuncia, pero yo sabía que había algunos personajes indeseables en el gobierno, que eran usados para hacer negocios. Macri es peor; el negociado del Correo equivale a 480 bolsos de (José) López. Pero este no tiene que ser un método de razonamiento porque es injustificable que se robe. Los políticos son necesarios para la democracia porque si no tenemos la violencia: vienen los militares, los gendarmes, la policía. Macri recibió a (Luis) Chocobar, que mató a un chico por la espalda. Le dio la mano, con Bullrich. Eso asusta. Y si no asusta, al menos preocupa mucho; es muy desagradable tener un presidente que hace esas cosas. Los dueños de la Argentina están gobernando la Argentina; han recuperado la casa. “La casa tomada” de (Julio) Cortázar –y que resignificó Germán Rozenmacher en “Cabecita negra”– es una de las cosas que más teme la oligarquía argentina. Los sectores dominantes no quieren que les tomen la casa. 

–Más allá del enorme poder comunicacional que tiene el macrismo, ¿el tema de la corrupción fue minimizado por el kirchnerismo? ¿No le dio la importancia simbólica que tenía?

–Absolutamente, no se le dio la importancia que tenía. Roban, pero hacen. Hubo corrupción, hubo amiguismo y una presidenta que no escuchaba mucho. Cristina hablaba mucho, hablaba muy bien, dio un discurso memorable en las Naciones Unidas; pero cuando hablás muy bien, no sabés escuchar.

Leandro Teysseire
Feinmann fue nombrado en una ceremonia ayer por la noche, en la Undav.

–¿Qué otros aspectos cuestionaría?

–No sé si la lucha contra Clarín era el momento de llevarla adelante porque costó muy cara y se perdió. Y fue una derrota inmensa. Esa derrota lo llevó a Macri al poder; había una sensación en el país de cambiar y de ahí el gran acierto de Cambiemos, seguramente de (Jaime) Durán Barba. Después está el odio que despierta Cristina en gran parte de la población. Muchos la quieren, pero muchos la odian. Este gobierno, que arruinó el país, tiene una intención de voto muy grande. Habrá que ver qué pasa el año que viene.

–¿El deterioro económico se va a imponer en las urnas frente al odio a Cristina? ¿O una buena porción de las víctimas económicas son capaces de votar a su victimario por el odio a Cristina?

–Son capaces de volver a votar a Macri. Será inexplicable, será terrible, pero hay mucha gente que dice: “Antes de que vuelva Cristina, lo voto a Macri de nuevo y le doy otra oportunidad de que arregle esto”. 

–¿Qué pasa con el peronismo?

–El peronismo es una desilusión constante, siempre desunido; todos quieren ser Perón, todos quieren ser presidente. Alberto Rodríguez Saá dijo: “Si los peronistas no nos dejamos de boludear, en el 2019 vuelve Macri”. Y es cierto. ¿Qué es el peronismo “presentable”? ¿Cómo se puede aceptar que a un peronista lo llamen “presentable”? (John William) Cooke decía: “Nosotros no somos caballeros, somos peronistas”, queriendo decir que no era un oligarca, que no era un señor del Club del Progreso.

–Además, la idea de “presentable” supone que por definición el peronismo es impresentable, ¿no?

–Claro, que todos los que no son ellos son impresentables. Y todos los que no son ellos, ya sabemos, es el kirchnerismo. Yo escribí una nota, “El hecho maldito del país neoliberal”. Salta a la vista que lo que menos quieren es integrar a Cristina Kirchner. Y siempre están con que la meten presa; tienen miedo de lo que pueda ocurrir. Pero el año que viene va a haber unos cuantos presos: se larga la persecución judicial. Y vaya a saber lo que puede pasar...

–En otra nota deslizaba irónicamente una fórmula posible: Cristina-Massa, porque Massa sería el “presentable”.

–El presentable que blanquea a la impresentable; entonces sería una fórmula como fue Scioli-Zannini: (Daniel) Scioli kirchnerista, (Carlos) Zannini cristinista, que perjudicó las elecciones porque la gente no quería saber nada con algo que oliera a Cristina Kirchner. Es cierto que ganaron por dos puntos, pero empezaron a gobernar como si hubieran ganado por el cincuenta por ciento. Tuvieron una iniciativa política excepcional. Aunque no soy muy optimista, siempre puede venir algo mejor.