En Bariloche se llegó a la instancia de los alegatos en un juicio oral en el que las características propias de un proceso están dadas vuelta. Se trata de la muerte de Guillermo Coco Garrido, en la comisaría 12ª de El Bolsón el 13 de enero de 2011. Había sido detenido ilegalmente por un incidente de tránsito. A las cuatro horas apareció colgado de un cinturón. Los jueces que intervinieron en aquel momento apostaron por el suicidio en base a una autopsia superficial y urgente. Pero una perito criminóloga especializada demostró en una reautopsia que se trató del clásico caso de suicidio por mano de terceros uniformados: lo durmieron de un golpe y lo colgaron. El fiscal del juicio es uno de aquellos jueces y nunca citó a la perito, que llegó convocada por la familia. En el juicio, la perito explicó su informe, pero el fiscal (ex juez) intentó hacerla callar. Hoy son los alegatos de la querella, de la fiscalía que defiende, y de la defensa.

El lunes pasado comenzó el juicio en Bariloche, a 120 kilómetros de El Bolsón donde se podría haber llevado a cabo, de no ser por el incómodo trance que habría pasado el frente de la comisaría 12ª ante la concentración de familiares y vecinos. En Bariloche, en cambio, la distancia dificultó el traslado, especialmente de los ánimos.

Lo más trascendente del juicio fue la presencia de la perito criminóloga Virginia Creimer, que participó en numerosos casos en los que se montó la idea del suicidio cuando se trató del conocido como “golpe de Brouardel”: ocurre en lugares de detención; entre varios sujetan al detenido, lo duermen de un golpe en el cráneo y después lo cuelgan.

Creimer trabajó ese peritaje en 2011 y determinó que así había ocurrido. Este diario difundió aquel informe. Ahora, la perito declaró como testigo, pero no fue citada por el ahora fiscal Martín Lozada (ex juez del caso en el que aceptó la idea del suicidio) por lo que la familia la presentó para su testimonio.

Al declarar, Creimer desarrolló su informe en forma pedagógica: es docente de criminología. Pero ocurrió una situación inédita: el ahora fiscal Lozada pretendió impedir que continuara con su desarrollo ya que más que la negligencia por dejar a mano un cinturón se perfilaba la figura del homicidio por el uso que se le había dado y agravado por las manos que lo habían ajustado. Intentó alegando que el testimonio de la perito se alejaba de la acusación, que los peritos Leonardo Saccomanno y Juan Manuel Piñero Bauer habían controvertido la reautopsia de Creimer, y que si hubieran encontrado rastros de homicidio, el juicio se hubiera realizado bajo esa hipótesis. Pero ahora, que la declaración de la perito podía llevar en esa dirección, Lozada prefirió desecharla. La búsqueda de la verdad encontró sus límites. 

Pero los jueces Sandro Martin, Gastón Pierroni y Gustavo Quelín, del Foro de Jueces Penales de General Roca, luego de un cuarto intermedio, decidieron que podía ser de interés la declaración de la perito Creimer y le permitieron continuar.

Hoy serán los alegatos de las dos partes, la querella por un lado, y la fiscalía y la defensa por el otro.