“En 2015 la Argentina estaba en default, con un gran déficit fiscal, sin reservas internacionales, con controles de capital y alta inflación”. No son las palabras de un economista extranjero que mira la evolución de la macroeconomía con ojos de un analista sin responsabilidades de gestión. Las dijo un funcionario. No cualquiera. Ocupa la presidencia del Banco Central. Las declaraciones de Guido Sandleris irritan a los operadores financieros de la city. ¿Relato? ¿No se hace cargo de la realidad? ¿Por qué menciona la palabra default? Los inversores consultados por este suplemento siguen sin entender cómo esta gestión en menos de dos años y diez meses comprometió la sustentabilidad de la deuda argentina.

El riesgo país en la actualidad es más elevado que en 2015, pese a que se cumplieron los pagos a los fondos buitre y otras condiciones demandadas por el mercado. Empresas como la petrolera YPF se financiaba en ese momento a tasas cercanas al 10 por ciento anual para tomar deuda a 8 años en los mercados internacionales. En la city aseguran que hoy la petrolera no consigue esas tasas ni con un bono a dos años. El nivel de endeudamiento de la economía también es mucho mayor. Se incrementó en más de 100 mil millones de dólares, es decir una cifra cercana al 25 por ciento del Producto, sin generar beneficios para la sociedad.

¿Dónde están los frutos del mega endeudamiento del 2016, del 2017 y del rescate financiero del 2018? El crecimiento acumulado en los últimos tres años es cero. La inflación promedio es cercana al 38 por ciento y los desequilibrios de cuenta corriente y fiscales alcanzaron las cifras más elevadas de las últimas décadas. La economía no tiene un plan de crecimiento y desarrollo consistente. Los únicos factores que pueden darle algo de impulso el próximo año son la cosecha y el efecto riqueza de la devaluación en el sector de la construcción. El salario real perdió cerca de 20 puntos desde 2016 y el salario en dólares se redujo a los niveles de 2007.

La performance macroeconómica de los últimos años fue lamentable. Los inversores institucionales tienen argumentos de sobra para desconfiar del equipo económico y fastidiarse con las palabras del titular del Banco Central. La gestión de la entidad monetaria durante el macrismo fue uno de los puntos más flojos del gobierno. La política monetaria y cambiaria no encontró el rumbo. El Fondo Monetario terminó interviniéndola para aplicar una nueva estrategia de emisión y tipo de cambio. En el organismo a cargo de Christine Lagarde fue motivo de asombro la falta de destreza para manejar la corrida cambiaria. El Central perdió este año (neto de las divisas del FMI) 35 mil millones de dólares de las reservas. Hasta agosto el Central directamente rifaba reservas para intentar contener un tipo de cambio que terminó subiendo más de 120 por ciento en el año.

Retroceso. Ineficiencia. Papelón. Estas son algunas de las palabras que más se escuchan en los almuerzos financieros de la city. Los economistas del Gobierno que venían a hacer una Argentina moderna terminaron en menos de tres años poniendo al país en situación de riesgo de impago de la deuda soberana. Los mercados internacionales se niegan a prestarle a la Argentina y provocan que los rendimientos de los bonos locales se operen con tasas más altas que las de algunos países de África. Se trata de sociedades que tienen un Producto Bruto per cápita cercano a los 3000 dólares. La Argentina ya alcanzó su riesgo país y ahora parece obstinada en empezar a copiar los estándares de vida de esas economías. Los argentinos ya perdieron este año la mitad de su Producto per capita, que se ubica en unos 8000 dólares.