A propósito de la celebración de los 10 años de Zizek, bastión de la cumbia y el folclore digital no sólo en Argentina sino en el resto de América latina, Diego Bulacio, fundador (junto a DJ Nim y al estadounidense Grant C. Dull) y artífice del colectivo y sello discográfico reflexiona: “Es un proyecto independiente que tiene que subsistir. Lo que comenzó como una fiesta se convirtió en un cambio cultural. Capaz a nivel mainstream es una migaja, pero para un montón de gente fue algo importante”, afirma a través de su álter ego Villa Diamante este DJ y arengador de la cultura urbana local, mientras desempaqueta el sándwich que compró en la fiambrería de la esquina de su casa. “De estar con los chicos sentados en un living, definiendo un compilado, a que de golpe gente del hardcore, la electrónica y otros mundos se acerque a investigar sobre la cumbia, gracias a lo que hicimos, evidencia una evolución. 

¿Alguna vez Slavoj Zizek, célebre filósofo esloveno que inspiró el nombre del proyecto, les dio su bendición?

–Hay una entrevista dando vueltas en la web en la que un periodista norteamericano le comenta que en Argentina hay una fiesta con su nombre. Y antes que alegrarse, Slavoj reacciona sacado diciendo que es algo impúdico, fuera de las normas. Además, asegura: “Nunca en mi vida voy a bailar”. Evade la pregunta pero termina dando una respuesta hermosa.

La primera década de ese laboratorio en el que la electrónica dialoga con la música popular regional encontró a Bulacio en otra frecuencia. A pesar de que sigue poniéndole el pecho a Zizek, el icono patrio del mashup está más enfocado en proyectos personales. Y mientras hilvana su trayectoria musical, que a fines de 2016 legó un nuevo disco, Lanús Oeste, afina su veta como entrepreneur. “Voy surfeando”, describe. “En algún punto, más allá de Zizek, tengo mi propio camino. Hago otras cosas y mis discos no tienen que ver con lo que acontece mundialmente sino con lo que me sucede. El año pasado me llevó por delante el hop hop argentino y quise hacer algo con eso. Yo no vivo de ser DJ. Vivir de la música, aparte en el under, es difícil.”

¿Te resignaste con que así son las cosas?

–A Zizek, sin ganar dinero, le dedicamos un montón de tiempo y amor. Pero pasamos de tener algo muy intenso a bajárselo. No me aburrí, aunque a veces me canso de las cosas. Y un sello no te deja plata. Yo trabajo de Villa Diamante desde hace 12 años, y durante los primeros 8 no llegaba a fin de mes. Cuando empecé a tener más trabajos reales y periódicos, con los que también me pasaban cosas lindas, tuve que hacerme un tiempo. Ahora estoy contento, pero sigo buscando lugares para generar más cosas. Mi ciclo del año pasado en Avant Garten estuvo divertido porque me obligó a reinventarme como DJ. Ahí paso un montón de música que escucho en casa pero que no puedo poner en la pista porque tiene otra intensidad. Entonces me volví a enamorar de la electrónica y le busqué una vuelta al minimal, algo que escuchaba hace tiempo.

Por más que estuviste en Creamfields y Sónar, ¿por qué la electrónica argentina sigue resistiéndose a reconocerte como un par más?

–No sé. Mi primera nota para Buenos Aliens sucedió hace poco. En ella dije que para la electrónica era un groncho, mientras que para los cumbieros era un cheto. Siempre estuve en ese lugar medio inestable. Pero me siento cómodo ahí porque puedo hacer lo que quiero. Al igual que en el hip hop, la gente de esta escena se cerró en su nicho y no armó un concepto con arraigo argentino. DJs Pareja es un bueno ejemplo de cómo se pueden romper los esquemas, cantando además en español. Ellos y Gustavo Lamas son mi escuela.

Lanús Oeste aparece en el auge del freestyle en la Argentina, ¿qué sentido tiene sacar un disco de canciones de rap cuando todos quieren improvisar?

–Me pasa algo con el hip hop que no entiendo todavía: me parece raro que la Batalla de los Gallos lleve más de 500 personas pero ningún artista pueda hacer lo mismo. Hay que entender entonces que gusta más la violencia que se genera en esa competencia que cuando cuentan cosas profundas.

Si bien tu álter ego redime tu lugar de origen, ¿el título de tu nuevo álbum reafirma esa cuestión identitaria tuya?

–El título refleja una época de mi juventud en la que pasé buenos momentos. Aunque vengo del punk rock y del rock sónico de los noventa, y escuchaba a Charly y a Sandro, desde chico fui medio hiphopero. Nunca me interesaron los referentes ortodoxos, sino más bien esa franja entre lo experimental y lo más pop: de Antipop Consortium a Missy Elliott, pasando por Justin Timberlake. Cuando surgió Calle 13, me pareció increíble esa mezcla entre el reguetón y el hip hop, aunque se desvirtuó. Lanús Oeste redime esa historia de que mamé hip hop durante mucho tiempo, pero rescata la escena contemporánea, que me parece interesante. Es tan amplia que quedaron invitados fuera del disco. Mi desafío fue decirles a los hiphoperos que está bueno ponerle a su música una pizca de otras cosas, como reguetón, cumbia, dub o dancehall. Dentro de unos años veré si sucedió algo.

Otro de los rasgos de tu flamante repertorio es que volvés a apostar por el mash up como identikit musical. ¿Desde qué lugar lo trabajás?

–Yo llegué al género cuando estaba muerto. Le saqué provecho y armé marketing alrededor. Lo que hice fue tomarlo como herramienta, apropiármelo y hacer la mía. Me parece que era una linda forma de mostrar artistas y mezclarlos, y poder hacer que lo no bailable llegara a la pista. Fusioné dubstep con folclore o a los Redondos con cumbia. Si logro que la gente lo baile a las tres de la mañana, ahí gano.

¿Cómo llegó lo tropical a tu vida?

–Con DJ Oro Once, que es norteamericano, con Dick el Demasiado, que es holandés y se tornó en pionero de la escena al demostrar que se puede hacer cumbia como uno quiere, y con Sonido Martínez, que es argentino. Un día fui a verlo pasar música y no entendí nada. Viniendo del rock y la electrónica, para mí la cumbia era la romántica que escuchaba mi vecina en Lanús Oeste o la villera que sonaba en los autos. Y luego entendí que era latinoamericana, y que suceden muchas cosas interesantes en todos lados.

¿Cuándo se dio ese clic?

–Por Casette Blog saldrá el primer capítulo de un libro que estoy escribiendo hace tres años, y trata sobre el Festicumex que se hizo en el hotel Bauen. Fue la primera vez en la que estuvimos King Coya, La Yegros, Grant, Nim, Chancha Vía Circuito, Marcelo Fabián, Dead Menems, Sonido Martínez, Dick el Demasiado y Fantasma. Del palo duro de ZZK Records éramos seis, y de Zizek Club quizás unos 10. Por casualidad, caí con amigos a ese festival de cumbia experimental y ahí supe que el género podía ser y no a la vez. Eso me rompió la cabeza. Otro momento importante fue en Ruda Macho, una fiesta queer que organizaba Aldo Benítez. De pronto, Marcelo Fabián, quien supo mezclar el minimal techno alemán con la cumbia y el folclore, pasaba una especie de dub minimalista y con mis amigos nos dimos cuenta de que estábamos bailando cumbia.

¿Cómo surgió la idea del colectivo?

–Soy de la concepción de que unidos es más divertido y mejor. Además pasó algo único: generamos la cumbia digital, que no es siempre igual, a diferencia del reguetón y la cumbia villera. Hicimos electrónica con identidad latinoamericana y ésa fue una de las tantas cosas buenas que creó Zizek.

Tomando en cuenta que a nivel mundial Rombai o Marama no existen y ustedes sí, ¿por qué no la rompieron aún en Argentina?

–No somos tan divertidos, nos falta ese punto de pachanga. Si escuchás Marama, no hay nada que te llegue a interpelar culturalmente. Creo que estamos destinados a ser unders o alternativos, lo supe siempre. Toco en el BUE y Lollapalooza, y van a un bar y me preguntan cómo me llamo. De este mundillo, Miss Bolivia es la única que llegó al mainstream, mientras que a Chancha le va muy bien afuera.

De todas las cumbias que hay en el país, ustedes sólo reivindicaron a la villera. ¿Qué pasó con las otras?

–No sabría decirlo. Se fue dando. Oro Once es un rubio que vino para acá a principios de 2004 y cuando entré en su casa había una bandera que decía “Pibes Chorros”. Tenía hardcore ragga y otro montón de música experimental, y le pregunté qué le atraía de la cumbia villera. Me respondió que cuando escuchó el rock de acá le parecía similar al de afuera, pero una vez que descubrió a Damas Gratis tuvo la impresión de que eso era el hip hop argentino. La cumbia villera y el hip hop son espacios en los que me siento cómodo.

Si bien es cierto que la cumbia villera le sacó su espacio natural al hip hop en la Argentina, ¿creés que algún día podrán reconciliarse? 

–Malajunta puede hacer ese crossover, y no muchos más. Es hip hop y trap, pero más villero. La cumbia turra tiene esa fusión de la posta y la villera, con algo de hip hop y elementos reguetoneros. Aunque estaría bueno que hubiese una versión independiente. Nosotros no la podemos hacer porque no tenemos ni el slang ni la onda. Zizek es un poco más hipster, de vanguardia e intelectual. No tengo la calle para que eso suceda: soy un clase media tranca. No me considero del gueto ni nada por el estilo. Por eso no vendo nada del barrio.

A pesar de que fue el responsable de introducir el hip hop en el Museo Nacional de Bellas Artes, por intermedio de su ciclo Bellos Jueves (en 2015 y 2016), donde varios MCs nacionales contaban en clave de métrica la historia de cuadros emblemáticos de esa institución, Villa Diamante se dedica a articular su vocación de gestor cultural desde las bandejas. “Primero nació el DJ, y con el tiempo aparecieron el gestor cultural y el arengador”, señala en la terraza de su casa, en el barrio de Palermo, con voz afectiva y verborragia rauda, este artista nacido en 1980. Al mismo tiempo que sigue degustando de su sándwich bajo el visceral sol del mediodía veraniego. “Cuando me pongo la camiseta de curador, pienso en los músicos y cómo ecualizarlos en la noche. Siempre trabajé con otros artistas. Si no era mashupiándolos, era invitándolos a pasar música. Esa situación de poder darles trabajo siempre fue una tarea para mí.”

Aparte de inyectarle música al Combinado Argentino de Danza y de ser uno de los orgullosos propietarios de Disquería Mercurio (ubicada en el Patio del Liceo y receptáculo de la escena independiente nacional), la hiperquinesia de Bulacio, el nombre detrás del álter ego, lo llevó incluso a tomar el micrófono en Bien Warrior, dupla que encaró junto a Miss Bolivia en 2011. “Fue un momento. Estábamos muy amigos en esa época y tocamos en algunas ciudades acá y en Brasil”, evoca el productor y DJ, cuya discografía la conforman siete producciones. “Armé un sound system para hacer covers de Todos Tus Muertos o Sumo. Me cuesta ser frontman, no tengo ese picante. En el trío que tengo con Pato Smink y Miloo Moya, el líder es este último, que tiene carisma y le gusta. Soy frontman cuando paso música, y cada tanto levanto el micrófono y le pregunto a la gente cómo la está pasando. Y eso, en el mundo de los DJs, es bastante. Me siento cómodo, aunque también me da vergüenza el escenario.”

¿Cómo te llevás con la noche ahora?

–Yo sólo voy a lugares donde sé que está buena la música que van a pasar. Si no, no tiene sentido. Me seduce salir del club, de la gente que va de levante, de las drogas, del alcohol y del faso.

¿Vos no tomás nada?

–No tomo alcohol, consumo marihuana. No tomo drogas hace rato, pero no les tengo miedo. Son experiencias que están buenas a veces, si te cuidás de cómo las hacés.

¿Qué es el Club de Baile Villa Diamante?

–Como tenía que negociar con mucha gente para hacer Zizek Club y estaba con ganas de hacer una fiesta propia, lo armé. Pero quería organizar algo diferente. Pasamos un año de mierda, en el que la economía se fue al carajo y donde era un delirio para la gente salir a bailar y gastar plata. Y me pareció buena la idea de un club de baile en el que el público tuviera beneficios (hay carné para los socios) y donde, desde mi lugar recomendara otros eventos También quería invitar amigos para que pasen música.

Y te falta…

–A veces siento que me falta un poquito más de reconocimiento, pero no me mueve eso. Tampoco la plata. Capaz estoy más decepcionado de mí, de no tener más herramientas para trabajar cosas musicales. Necesito tiempo para dedicárselo a la música, pero de a poco voy buscándole la vuelta. El mercado argentino tiene un montón de vericuetos, y estoy todo el tiempo investigando para subsanarlos.

* Viernes 3, 10 y 17/2, Club de Baile Villa Diamante en la Terraza del C.C. Recoleta, Junín 1930. Gratis desde las 20.