Con la presentación de la Orquesta Sinfónica Nacional terminó el viernes en el Centro Cultural Kirchner el Ciclo de Conciertos de Música Contemporánea del San Martín. Bajo la dirección de Santiago Santero, la formación oficial abordó un programa que incluyó obras de los siglos XX y XXI, que en su diversidad trazaron un interesante horizonte de vínculos y derivas. Como en gran parte de los conciertos del ciclo que comenzó el 20 de noviembre pasado, también en el del viernes se escucharon estrenos. En este caso la primera ejecución en Argentina del Concierto para saxofón y orquesta de Toshio Hosokawa, con la formidable María Noel Luzardo como solista, y de Trame V para trompeta y orquesta de Martín Matalón, que tuvo a Valentín Garvié un solista sobresaliente. El programa se completó con dos obras de compositores históricos del Siglo XX: Livre pour orchestre, de Wiltold Lutoslawski, y Anahit, de Giacinto Scelsi.

El inicio fue con la obra de Hosokawa. La música del compositor japonés se define en la elaboración de texturas y en el detalle de las oscilaciones. Su Concierto para saxofón, terminado en 1999, plantea interesantes instancias de diálogo, entre desarrollos a partir de atracciones y rebotes entre el solista y una orquesta articulada en dos grupos. En ese oleaje, con un fraseo consistente y un sonido que nuca sacrificó su lúcida belleza, el trabajo de Luzardo, que alternó el saxo alto y el barítono, fue descomunal. Por la manera de exponer nimiedades que se amplifican en una particular procesión del tiempo, la música de Hosokawa es, elementos esotéricos aparte,  cercana a la de Scelsi, de quien se escuchó luego Anahit, obra para violín solista contra ensamble de 18 instrumentos. La obra del compositor italiano desestima la tradición del concierto y sus esquemas, recostándose sobre la abstracción formal y el empleo de intervalos microtonales. La relación solista y la orquesta, algo así como entre individuo y universo, traza una huella caleidoscópica.  

Antes se había escuchado Livre pour orchestre, de Lutoslawaki, otra pieza de notable exigencia instrumental, que la orquesta resolvió con los equilibrios necesarios. La dirección de Santero, como en todo el concierto, fue clara y precisa, administró la riqueza de planos con buen criterio y tuvo margen para crear belleza. Otro gran solista de la noche fue el trompetista Valentín Garvié, a cargo del estreno local de Trames V, del compositor argentino radicado en Francia Martín Matalón. 

El aplauso de la sala mayor del CCK llena fue una buena manera de reconocer un concierto atractivo y poco común, que fue además el cierre de la temporada de la Orquesta sinfónica Nacional y la despedida, tras su jubilación, de Sergio Polizzi, violinista histórico de la Orquesta y uno de los violinistas pioneros del rock en Argentina. Pero que sobre todo fue un buen final para un ciclo que a lo largo de once encuentros reflejó el panorama de la producción musical de estos tiempos, mostró obras importantes del repertorio, tuvo buenas ideas para incentivar nuevas composiciones, convocó a intérpretes notables. Y que convocó, dato más que interesante, una notable afluencia de público, afirmando su tradición de gran encuentro anual de la música contemporánea en Buenos Aires.