Feministas Radicales pretenden que el Movimiento de Mujeres y el Movimiento Feminista den pasos atrás y quiten las palabras travestis y trans de la enumeración que convoca al Paro de Mujeres y al Encuentro Plurinacional de Mujeres. Algo más: pretenden que personas y colectivas dejen de llamarse “Mujeres Trans”. El fundamento sería, a groso modo, que estas personas “son hombres, socializados como tal” y que tanto el Paro como Encuentro deben ser de Mujeres sin la participación de Hombres.

Una aclaración muy personal (y política): “Mujeres Trans” no es un término con el que me identifique. Mujer es un término patriarcal, y yo no acepto este término con el cual quienes han sido nominadas se encuentran en pugna por resignificarlo para que no implique condiciones de desigualdad con consecuencias cruentas. No podría nunca dejar mi identidad o lo constitutivo de ella como mero adjetivo: “mujer (sólo que/pero) trans”. Me identifico travesti y mi travestidad tiene sustancia propia. Una de sus características fundante y fundamental es haber negado la potestad de toda otra persona sobre la nominación de mi ser y en un largo proceso de pugna por la gesta de mi nombre propio, haber renunciado a todos los derechos y privilegios que le deviene como prerrogativa a la identidad “hombre” y los derechos que al mismo tiempo me fueron y son arrebatados en tanto travesti. Ahora bien, tener una visión crítica respecto de la denominación “mujer trans” por considerar que conlleva consecuencias sociales, políticas y económicas serias, no implica en absoluto impugnar a quien quiera autodefinirse así, es su derecho. 

Pero otra cuestión es el hecho político de que trans y travestis figuremos en el nombre colectivo del Paro y el Encuentro Plurinacional, ya que se trata de una cuestión que deviene de un largo proceso de construcción de lazos activistas entre los feminismos y el movimiento travesti/trans y constituye una lenta y fuerte transformación de las relaciones sociales logrando, entre otras cuestiones, sostener conceptos como igualdad, soberanía y autonomía en una red de acciones sostenidas en solidaridad y empatía con la consciente afirmación de una lucha común contra un sistema opresor en definido como patriarcal donde ser mujer, travesti, trans nos somete a sus prerrogativas de avanzar violentamente sobre nuestras condición de iguales en derechos, la soberanía sobre nuestros cuerpos y la autonomía de nuestras elecciones.

Los constantes ataques discursivos de las Feministas Radicales contra la participación de las travestis y trans en espacios comunes con mujeres y feministas fundamentados en bases biologisistas no sólo están perimidas por sus raigambre lombrosiana y de determinismo biológico en tanto nos atan y condenan a una infra-humanidad según parámetros de raza, género y sexualidad, no son vintage sino jurídicamente condenables.

El genocidio como moneda corriente

Esta discusión no se pude tomar como un ejercicio de diálogo donde diferentes posiciones confrontan, ya que esta vuelta atrás de un consenso ya logrado, nos estaría llevando a reorganizar nuestras relaciones sociales en los términos en que se manejan las sociedades genocidas. Feierstein, en sus estudios sobre el genocidio como práctica social, hace un minucioso análisis desde diversos marcos epistemológicos y retomando muchas discusiones respecto de que el genocidio es constitutivo del Estado moderno. Para la búsqueda de su identidad social va construyendo en primera instancia una otredad a la que luego se la estigmatiza, se la marca para que se vuelva visible, se implementan lógicas concentracionarias, para finalmente eliminarla. 

Este es exactamente el mecanismo que están poniendo en práctica estas movidas. ¿A quién estigmatizan? A lo travesti, lo no-mujer. ¿Cómo identificarlo? Por su carencia de vagina. ¿Dónde concentrarlas? Fuera del corralito de Mujeres. ¿De dónde eliminarnos? Del pobre sitio de discusión política donde con mucho esfuerzo venimos aportando en la medida de nuestras posibilidades paupérrimas, sin privilegios económicos, sociales y políticos (carecemos de sus grandes financiamientos) de su hegemonía como construcciones victimistas, del omnipotente resguardo del Estado y sus políticas públicas direccionado a estas madres de la eterna masa para explotación capitalista y un más extenso etcétera.

Al igual que el nazismo y que el régimen dictatorial argentino está buscando (sin ser Estado, sino un sector del movimiento feminista en pugna por lo hegemónico), la exclusión, el exterminio. Porque las lógicas genocidas no son sólo ejecutoras de la eliminación material de los cuerpos sino que también están presentes en el consentimiento o aquiescencia. Y, en lo que va de esta discusión, y lo que mas observo, en los términos que viene dándose la delación.

La delación, delatar a esa otredad que puede encontrarse escondida, es requerida por el Estado genocida para ser parte de la hegemonía y llevar adelante su plan de terror, el nazismo pide delatar a la comunidad judía bolchevique, gitanidad, disidentes sexuales, a quien opina en contra de sus política de exterminio. La dictadura militar argentina trae una novedad, la independencia de la racialización de esa otredad, debemos delatar a quien tiene adscripción política, enseña autonomía en escuelas primarias, quien tiene pensamiento crítico, quien es disidente de la norma sexual. Es un marco tan poco definido que, en el miedo de caer en sus garras, delatamos a adolescentes en busca de un boleto estudiantil. El feminismo radical hace un movimiento adelantado en busca de la hegemonía y su porción de poder “delata”, antes que ningún Estado se lo esté pidiendo. Y quiere que todo el movimiento de mujeres lo haga con ellas para dominar ese campo primero. 

La discusión no está entonces entre el movimiento travesti/trans y el feminismo radical sino en aquellas aliadas políticas que callan, tibias, excusadas en que se trataría de una más entre tantas discusiones que hay que tratar en asambleas. Hannah Arendt en referencia a la banalidad del mal nos insta a pensar que no hay mentes diabólicas que causan el genocidio como industria de la muerte sino que son hombre y mujeres comunes, buenas mamás y dulces abuelos los que pasan de sus casas impolutas al campo de exterminio. 

Es la tibieza, la confusión del silencio cómplice disfrazado de diálogo democrático lo que implica un crimen. Somos nosotras las que manipuladas por ciertas posiciones de totalización de la víctima en tanto tal permitimos que se yerga victimaria. 

Como movimiento T/ T tenemos muchas pobrezas, falta de financiamiento, desencuentros internos, pobreza estructural, desinteligencias, falta de poder político y más, mucho más, pero llegará el momento en que seremos ofrendadas con cierta igualdad, soberanía y autonomía. Y entonces las pondremos a juicio, como ocurrió con los genocidas nazis, allí donde estén sus lapidas, las iremos a buscar.