Hay dos planos en la cuestión: uno es el neologismo “glamping” (mixtura de glamúr y camping, o sea campamentos glamorosos), que es la propuesta de la Fundación CLT para desarrollar en el Parque Nacional El Impenetrable una hotelería experimental ligera pero lujosa, como es común en algunos parques africanos de indudable atractivo internacional para el turismo de cinco estrellas, con las derramas económicas que eso implica. Y otro es el contexto nacional en que esto se llevaría a cabo. 

Sin duda, los glamorosos campamentos pueden atraer turistas de alto poder adquisitivo, sin mayores riesgos ambientales, siempre y cuando sean limitados a no más de 20 plazas como destacó el gobierno chaqueño, y con la idea de dar trabajo a lugareños y originarios que viven en los alrededores del PN. No debería haber fuertes reparos para ello.

Sin embargo, hay justificados recelos respecto de la apertura –probablemente indiscriminada– a eventuales prestadores de turismo internacional cuya agresividad podría ser letal para el cuidado ambiental en todos los órdenes. Y ni se diga en cuanto al cuidado de la naturaleza, la fauna y la flora, que en el PN El Impenetrable constituyen el tesoro principal a cuidar. 

Diversas entidades turísticas, en Chaco y otras provincias, vienen manifestando un creciente rechazo al programa que desde la Secretaría de Turismo de la Nación se publicita como “Oportunidades Naturales”, título que para los objetores es una clara confesión de lo que algunos funcionarios y amigos del gobierno se traen bajo el poncho, que no sería otra cosa que concesiones turísticas a capitales extranjeros por hasta 30 años. 

En tal sentido, afirman cámaras y prestadores turísticos locales en una veintena de Parques Nacionales, se podría estar ante una especie de prueba o ensayo bien hecho, porque es seguro que CLT –además de una eficiente estación biológica para hacer restauración del parque– va a manejar el glamping con instalaciones de categoría y buen gusto para hasta 20 personas, presencias que hasta podrían ser de utilidad para desalentar las constantes invasiones de cazadores furtivos, por un lado, y por el otro de faunas exóticas dañinas, particularmente burros y vacas que son especialmente predatorios.

Pero todo indica que no está ahí el problema, sino en el hecho de que la limitación a 20 plazas es un mínimo. El máximo, que casi no se menciona, llegaría a las 360 plazas, lo que para muchos operadores locales es altamente peligroso: entregar semejante uso público de PN a empresas privadas, en condiciones que según los pliegos que se conocen autorizan concesionar no sólo el alojamiento sino también el transporte interior y los servicios náuticos (en El Impenetrable: el magnífico río Bermejo), es considerado un incalificable exceso.

Precisamente en estos días cabe vincular estas prevenciones con las palabras que pronunció hace dos días el mismísimo presidente Macri en su furibundo discurso en el Congreso: “En total, sumamos 10 millones de hectáreas protegidas, y vamos a seguir hasta posicionar a nuestro país como destino de la naturaleza a nivel internacional. Queremos que todo el mundo conozca las maravillas de nuestro país. Y, ahora, con la revolución de los aviones esto es cada vez más posible”. Con lo cual es fácil anticipar sus verdaderos propósitos si hacen con los Parques Nacionales lo que hicieron con la apertura de cielos, con Vaca Muerta, con la electricidad en Santa Fe que ahora es del más íntimo amigo presidencial y con el litio, entre otras privatizaciones recientes de bienes públicos.

Si se recuerda la extraordinaria riqueza de los PN argentinos, y se imagina la entrada de los amigos presidenciales en malón dizque emprendedorista, fácil es anticipar cómo aprovecharán las “oportunidades naturales” que ellos mismos pareciera que se están dando. El peligro es enorme, ya que es sabido que los multimillonarios negocios turísticos internacionales son capaces de devastar y atropellar todo, lo que podría distorsionar el objeto y destino de nuestros PN, que son propiedad de 45 millones de compatriotas. Y además dejando sin trabajo a miles de criollos que viven alrededor de los PN, los que seguramente serían expulsados o explotados en lugar de integrados.

No fue para futuras privatizaciones encubiertas que Carlos Thays, el perito Francisco Moreno y Exequiel Bustillo iniciaron visionariamente el trazado y conservación de los PN argentinos, con la idea y consigna de que fuese un tesoro nacional para orgullo y placer de las generaciones venideras. Como en efecto ha sido hasta ahora, gobierno tras gobierno, y de todos los colores. 

El incierto presente de nuestros Parques Nacionales aconsejaría, por lo menos, detener estas decisiones hasta después de las elecciones de octubre próximo, y cualquiera sea el resultado someter semejante cuestión a un plebiscito nacional, ya que se trata de partes sustanciales –y las más hermosas– del territorio nacional. No sea que también en esta materia nos hipotequen el futuro

Claro que todo puede suceder, ya se sabe, y más a la vista de la costura psicopática del discurso presidencial del viernes, seguramente escrito por mentirosos profesionales que habrán pasado inútiles horas ensayando cómo evitar furcios. Misión imposible, puesto que como reza un certero mensajito viralizado todo el fin de semana: “Sin educación pública, leés como Macri”. Una verdad que posiblemente genere serios replanteos en el colegio Cardenal Newman.