En el mundo del arte, las mujeres continúan agrupándose. Ejemplo de ello es la recientemente conformada Colectiva de Autoras, en la que confluyen artistas del teatro, el cine, la televisión, la danza y la música. El puntapié inicial se dio en la ciudad de Buenos Aires pero ya posee alcance federal. “Surge como una necesidad de agruparnos y poner en la mira temas como la paridad, la visibilidad, la valoración y nuestro reconocimiento como creadoras, productoras y artífices de la cultura”, dice Susana Torres Molina en diálogo con PáginaI12. “Todas estábamos desperdigadas y muy solas. Y desde ya, éste no es un momento para procesos puramente individuales: hay que sumarse para generar transformaciones”, concluye la dramaturga y directora.

La agrupación Actrices Argentinas funcionó como antecedente para que ahora sean las autoras las que decidan empezar a pensarse en conjunto. Las del teatro porteño –que vienen luchando por una Ley de Paridad Teatral en el circuito oficial– dieron el impulso inicial. Las primeras reuniones ocurrieron el año pasado. El espíritu es horizontal. Las asambleas se están haciendo en el Taller del Angel, el espacio de Patricia Palmer ubicado en Almagro. Ya son más de 400 las integrantes de la Colectiva.  Están agrupadas en comisiones: enlace federal, internacional, relevamiento y estadística y redes y prensa son algunas de las áreas. Ya hubo un lanzamiento a través de las redes: en el Instagram de Colectiva de Autoras se puede ver, entre otras cosas, un video con una canción de Daniela Horovitz –compuesta especialmente, titulada “Las voces de todas”– en el que aparecen frases de obras de distintas autoras del grupo.

También allí está presente su manifiesto. Las artistas expresan que la finalidad de la colectiva es “reflexionar y accionar sobre el desarrollo” de su tarea y la definen como “plurinacional, no clasista, de vínculos solidarios, horizontal, abierta e inclusiva con todas las identidades de género y orientaciones sexuales, personas transgénero y no binarias”. Instan a la reflexión al sector privado, las autoridades, el mundo de la gestión cultural, el académico, el empresarial, el mercado editorial y a sus colegas con el fin de  “incrementar la igualdad de oportunidades y evitar tratos” que reproduzcan “la discriminación, el paternalismo, la violencia, el acoso o las estructuras patriarcales”.  “Es necesario modificar aspectos que ocultan y marginan a la mujer a fin de que se refleje su presencia real en la cultura y la sociedad. La representación de géneros debe ser igualitaria en todas las formas de trabajo, como así también la distribución de recursos e ingresos económicos. Buscamos contar con un relevamiento sobre la situación de las autoras en el contexto actual, en los espacios laborales y de formación profesional”, sostienen. 

“Autoras hubo siempre. Pero nunca aparecen en el relato académico o histórico. Están invisibilizadas. Nuestra tarea también es poner en valor a todas aquellas que nos antecedieron e hicieron su obra con muchísimas más dificultades de las que hay ahora”, agrega Torres Molina. Mientras que en el circuito independiente parece haber paridad de género, en los teatros oficiales y comerciales “el porcentaje de mujeres trabajando baja muchísimo” (la Colectiva se encuentra en procesando datos de un relevamiento que realizó). “Vemos la diferencia donde están los recursos económicos. Los varones ocupan muchísimos espacios de poder, visibilizan lo que les interesa e invisibilizan lo que no. Igual, todo está cambiando de forma vertiginosa”, dice la autora de Extraño juguete. Las mujeres tampoco acceden fácilmente a roles docentes o como jurados de premios, resalta. Y es más difícil que sus textos circulen en espacios de formación. “A partir de los noventa, la mujer empieza a ocupar espacios de dirección y autoría; antes era solamente intérprete. En la época en que yo estrené, a mediados de los setenta, que una mujer escribiera teatro era un acontecimiento. Ahora hay cantidades de autoras y directoras en el teatro independiente. Igual, hay que poner el acento en ver cuál es nuestro lenguaje. En la construcción de la mirada propia. Y no seguir reforzando estereotipos y contagiándonos de miradas que no nos representan.”

Esto es muy notorio en la televisión. Sobre eso se explaya Erika Halvorsen, otra integrante de la Colectiva: “Yo vivo de la tele. La televisión es la moral, y la moral es patriarcal hoy por hoy. Mis peleas y obstáculos siempre tienen que ver con prejuicios morales. Porque los que manejan la pantalla, los productores, son varones”, subraya. “Es muy difícil defender a un personaje femenino con determinadas características: sobre todo a una mujer deseante, sexuada. La heroína tiene que tener características que no comparto, que terminan haciendo una curaduría de la moral. Es peligroso porque llega a toda la gente”, advierte Halvorsen, guionista de cine y televisión, además de dramaturga y directora. “En la música hay mucha desigualdad en torno a los premios. En general siempre eligen hombres”, añade Daniela Horovitz. Difícil no recordar las declaraciones del organizador del Cosquín Rock, José Palazzo, quien dijo que no hay suficientes “mujeres con talento” como para ser programadas dentro del festival. Hay otro colectivo (X Más Músicas Mujeres en Vivo) dando batalla para conseguir una mayor presencia en los escenarios. “En el teatro pasa lo mismo. Se supone que las mujeres no tenemos talento y ponen una seguidilla de autores… es como el huevo y la gallina. Esto se repite y va generando una realidad”, protesta Torres Molina.

  La red –eso es lo que la Colectiva pretende ser– también podrá funcionar como refugio, como contención para mujeres del ambiente que salgan a denunciar casos de violencia de género. “Me parece muy bueno este nuevo paradigma: ya no se puede callar más. No hay marcha atrás. Las mujeres sienten que tienen un canal donde volcar miedos y angustias.  Antes tenían miedo de no ser creídas y no sabían adónde acudir”, dice la dramaturga. “No me sorprende que en el teatro o el cine ocurran situaciones de sometimiento. Muchas mujeres por miedo a quedarse sin trabajo hacen la vista gorda. He visto profesores de teatro con un maltrato muy específico hacia la mujer. Era aceptado porque era el maestro. Va a ser una tarea de hormiga, pero juntas ire logrando cambios. Esto no da para más”, concluye.

“Es una tarea colectiva ir transformando ciertos modos de existencia de tanta violencia, competitividad e individualismo. Tenemos que ver cómo las mujeres generamos modos de existencia con más respeto, solidaridad y aceptación a lo diferente, un mundo más amable”, expresa la autora.  “Confío mucho en la solidaridad entre mujeres. Nos han hecho mala prensa sobre lo que podemos hacer juntas, pero las guerras fueron hechas y pensadas por hombres. Nosotras estuvimos curando heridos, buscando nietos… los grupos de mujeres con objetivos impulsados desde el amor existen desde que el mundo es mundo. Les tengo mucha fe, más que a cualquier partido político. Hoy el poder femenino es la revolución”, dice Halvorsen. “Nos unimos con una real horizontalidad. Es enriquecedor”, resalta Horovitz.