Omitir para ir al contenido principal

Adiós a Scott Walker, el cantautor ermitaño más influyente de la historia del rock

La luz negra

En los años 60, Scott Walker era una estrella pop, un ídolo juvenil pero de extraña trayectoria. Había nacido en Ohio y con su grupo estadounidense, The Walker Brothers, emigraron a Gran Bretaña, donde se convirtieron en celebridades. Hacia 1967 inició una carrera solista con influencias de Jacques Brel, Léo Ferré, Frank Sinatra; gradualmente, se oscurecía. Al mismo tiempo, encontraba fans incondicionales, en especial su gran admirador, David Bowie. Escapó de la fama y sus discos empezaron a espaciarse, pero cada nueva edición era mejor, más asombrosa, más peculiar. Crooner existencialista y vanguardista pionero, vivió casi como un recluso que, cada tanto, entregaba discos extraordinarios en los que colisionaba el rock con la música clásica contemporánea. Walker murió esta semana a los 76 años, y por estos días lo despiden todos los músicos y grupos que lo admiraron como a ningún otro: Brian Eno, Jarvis Cocker, Radiohead, The Divine Comedy, Julian Cope, Suede, Alex Turner, Lloyd Cole y más. Era el secreto más compartido, el artista que deslumbraba con su obra, su coherencia, su visión personalísima y sus inquietudes, que iban desde Pasolini hasta Sibelius, pasando por Bergman, El Bosco, las saetas andaluzas y la Segunda Guerra Mundial.