Osvaldo Vergara Bertiche es rosarino e hijo de ferroviarios. Estudió en el Politécnico, donde dio clases muchos años. Alejandro Braile es bonaerense. Los dos trabajaron en el Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego “hasta su disolución por decreto, el 30 de diciembre de 2015” (el gobierno no dejaba de dar señales de cuál sería su rumbo). Bertiche fue vicepresidente del Dorrego y Braile redactor e investigador. Nada dispuestos a abandonar la lucha por las ideas y la difusión de los verdaderos hechos de la historia de la “patria grande”, actualmente están en el Instituto Federal de Historia Argentina e Iberoamericana Coronel del Pueblo Manuel Dorrego. Juntos escribieron La guerra psicológica. Tributo a Ramón Carrillo, que revela aspectos poco conocidos del pensamiento del gran sanitarista: las guerras psicológicas que grupos poderosos ejercen sobre el campo popular. La obra fue presentada en el Smata, el gremio que apoyó la edición del trabajo.

–¿Para qué escribieron este libro?

–Para la gente que no me va leer jamás, para tratar de llegar a mis pares, los trabajadores, y que ellos me permitan contárselo. Porque el lugar de este libro no son las bibliotecas ni las librerías, son los sindicatos. Por eso me enorgullece tanto que lo hayamos presentado en Smata, con más de setecientas personas, casi todos con el mameluco de trabajo –dice Braile.

–Como autores, hemos asumido un compromiso, desde siempre, que nos ubica de un lado de la “grieta”. Del lado de nuestro pueblo. Por lo tanto, escribimos para “alertar” sobre qué nos pasó, qué nos pasa y qué puede volver a pasarnos, si no somos capaces de darnos cuenta del fraude que significa la “manipulación” por parte de los sectores dominantes –amplía Bertiche–. Y los destinatarios son “los nadies”, de quienes los periódicos no hablan, ni son escuchados; los que no tienen nada, los excluidos, los marginados, utilizados, solamente, para crear riqueza; “los nadies” que “no son seres humanos, sino recursos humanos”, al decir de Eduardo Galeano.  

–¿Y por qué eligieron esta faceta de Carrillo? Es conocido especialmente como sanitarista...

–Lo que pasó fue que me provocó una enorme curiosidad encontrar la versión taquigráfica de tres charlas de Carrillo sobre la guerra psicológica. Apenas empezaban a esbozarse los primeros comentarios sobre eso, y ya Carrillo se ocupaba del tema y lo estudiaba. ¡Increíble! Carrillo era multifacético. Como sanitarista, fue el primer ministro de Salud de la Argentina, el que organizó el sistema de salud pública. Pero en realidad ésa fue una “segunda” especialización para él. Empezó como neurocirujano y neurobiólogo. Fue un científico brillante y pudo haber llegado al Nobel, pero eligió otro camino y desarrolló el aspecto más social de la medicina, el colectivo –cuenta Braile.

Bertiche agrega: –El “por qué” está referido a la necesidad de poner en valor que el doctor Ramón Carrillo nos advirtió sobre la “guerra psicológica” hace 69 años, y no aprendimos la lección o bien no conocimos ese mensaje. Este libro, que vio la luz gracias a Smata y a su secretario general, Ricardo Pignanelli, es un manual para enfrentar en el campo de la cultura la “colonización pedagógica” (Jauretche dixit) de la que somos objeto. Partimos de la premisa de que, si no se sabe historia, nada se sabe. En los últimos 15 años se impuso en nuestra patria una suerte de “genocidio mental”, a través del perverso mecanismo de la “mentira organizada”, cuestión que ya abordó Carrillo en esas charlas. 

–¿Cuándo dio esas charlas?

–Fue en 1950. Estaban dirigidas especialmente a la oficialidad, que podía ser permeable a estas operaciones. Los oyentes son en su mayoría los que después dirigirían el ‘55. La derecha ya se estaba preparando... ¡Los desprevenidos fuimos nosotros! Todo lo del 55 en adelante fue parte de la guerra. Y Carrillo decía que en una guerra mueren los mejores y sobreviven los débiles. Por eso fue tan terrible la derrota del ‘76 –reflexiona Braile.

–¿Y cómo se revierte?

–Soy optimista y creo que ya la estamos revirtiendo. Al volver a la democracia, tuvo que pasar mucho tiempo para que pudiéramos volver a donde estábamos antes.

–No sólo hubo una generación masacrada sino que se interrumpió el traspaso. Los muertos y los desaparecidos no pudieron entregar sus saberes y sus experiencias. 

–A partir de 2003, la juventud se unió a la lucha política y ahora sí jugamos con los mejores. Por eso ahora podemos dar la pelea en mejores condiciones. 

Osvaldo Vergara Bertiche y Alejandro Braile.

–¿Y en qué cree que unas conferencias de Carrillo en 1950 pueden ser útiles hoy?

–La potencia de la guerra psicológica es enorme. Somos permeables a las informaciones que no podemos refutar, y entonces, si estamos mal informados, somos fáciles de engañar. Y además nos cuesta admitir que nos manipularon. 

–El material analizado nos puso en “guardia”. La práctica de teorías tales como “posverdad”, “guerra psicológica”, “de cuarta y quinta generación”, tienen un fin nefasto: “apoliticidad”, “ahistoricidad” y “desmemoria”, y fue asumida por los medios masivos monopolizados de comunicación, para concretarlas mediante la “manipulación de la información”. Esta manipulación a su vez se transmite al “discurso oficial” del actual gobierno, creando una “confusión” en el campo de las ideas, lo que les permite llevar a cabo políticas públicas a contrapelo de los intereses legítimos de las mayorías populares –tercia Bertiche.

–Ahora son las fake news...

–Carrillo definió la guerra psicológica como una “nueva arma de lucha, es suscitar en el adversario un clima mental, una atmósfera, diríamos así, consciente o inconscientemente, de pre derrota”. Y ahora llegamos a una etapa en que los medios de comunicación inciden más que nunca en la formación de las nuevas generaciones. Imponen candidatos, formas de gobernar y de hacer política, y los presentan como verdad absoluta.

Bertiche concluye, con la tácita aprobación de Braile: “Carrillo nos dejó una conclusión, que hoy más que nunca debemos tener en cuenta: la guerra psicológica tiende, fundamentalmente, a crear miedo y para neutralizarlo ‘es necesario fomentar la rabia como arma defensiva’, lo que significa encontrar un antídoto para que, por ejemplo, alguien no vote en contra de sus propios intereses”.