Alberto Giordano nació hace 60 años en Rufino, ciudad de la provincia de Santa Fe. En 1977 entró a la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario, en cuya Escuela de Letras enseña desde los 25 años de edad. Sus profesiones son la docencia universitaria y la investigación subsidiada; sus oficios, la escritura y la conversación crítica. Es crítico literario. Es autor, entre otros libros, de El giro autobiográfico en la literatura argentina actual (2008, el primero de una serie de libros sobre las escrituras del yo) y de El tiempo de la convalecencia (2017), que reúne sus entradas posteadas en Facebook en los años 2014 y 2015.

Este breve CV de 10 líneas fue compuesto con información encontrada en su nuevo libro, El tiempo de la improvisación (2019, 292 páginas), publicado en Rosario por la editorial Iván Rosado, a la que su autor elogia en una de las entradas. Legible como continuación del anterior, este libro reúne nuevas entradas de Facebook (seleccionadas en colaboración con su amiga Nora Avaro) que fueron publicadas desde la muerte de su amiga y editora Adriana Astutti hasta mayo de 2018, a partir de la edición de lo que retrospectivamente se ha convertido en el primer tomo de la saga. La insistencia pide trilogía y la serie puede redondearse con una precuela si el autor cumple con su promesa (¿o su amenaza?) de encarar "un proyecto de escritura autobiográfica más exigente", como anuncia en alguna de estas mismas 292 páginas: "El libro podría titularse El tiempo de la enfermedad y sería una memoria de los años en que estuve deprimido, 1979, 1995 y lo que se desencadenó a partir de 2010".

Giordano despliega generosidad, la propensión a compartir con lectores desconocidos su vasta biblioteca de diaristas, sus lecturas cotidianas.

¿Es tan aburrido como suena? Sí y no. Sí, porque la prosa de AG tiende a abrumar al usar un tono mayor para un género menor; no, porque la compensa su generosidad, la propensión a compartir con lectores desconocidos su vasta biblioteca de diaristas, el día a día de sus lecturas, sus listas de mejores autores argentinos vivos (con Elvio Gandolfo en un puesto alto muy merecido), sus reflexiones sobre sus diverso objetos de estudio (ensayo, autobiografía, literatura argentina contemporánea) y también su exquisita discoteca de jazz, que prometía o promete aún (¡ojalá!) convertirse una serie de contratapas de Rosario/12, como también se entera el lector por acá.

En el primer episodio de una nueva temporada de la inmemorial serie La dimensión desconocida, titulado "El comediante", un monologuista de café concert llamado Samir repite siempre la misma salida ingeniosa insulsa sobre la ley que regula el uso de armas hasta que lo aborda un maestro afroamericano del humor bajo la forma ambigua de una aparición en la barra y le dice que no pretenda enseñarle nada al público, y mucho menos política; que les cuente su vida, les hable de sus afectos, que se ría de sí mismo y los hará reír. Eso hace Samir, y le va bien, pero su mundo desaparece; hay un final borgeano, predecible pero eficaz.

Tapa del libro de Giordano.

"En la página 327 de To Be or Not to Bop, subrayé una reflexión sobre la eficacia de las payasadas y los gags que nunca faltaban en las actuaciones de (Dizzy) Gillespie: 'La comedia es importante. Como intérprete, cuando intentas afianzar tu control del público, si puedes, lo mejor es hacer que se ría. (…) La risa te relaja los músculos, relaja los músculos de todo el cuerpo. Si la gente está relajada, se muestra más receptiva. A veces, cuando le ofreces algo que le supera, lo acepta mejor si está relajada'. No soy músico, pero encuentro en esta explicación algo que concierne a mis hábitos profesionales", escribe Giordano, a cuento de su performance como docente. También acerca instrucciones sobre cómo espera ser leído: no como "un escritor (alguien que habita la Literatura como un dominio propio)", sí como el autor de "un diario de escritor" en Facebook.

En una elocuente metáfora epistemológica, AG aplica al género literario del ensayo el concepto de dibujo que expone la artista y docente Claudia Del Río en su libro Ikebana política, que acaba de ser reeditado por Iván Rosado. "Se trataría, igual que para el ensayista, de conquistar metódicamente un estado de inocencia semejante al del niño que dibuja y no le importa si sabe o no hacerlo", reseña AG. Si El tiempo de la improvisación fuera un conjunto de breves ensayos y no un diario, AG raramente alcanzaría esa inocencia y se parecería en este fracaso ¿calculado? a ciertos narradores de Cortázar: al Horacio Oliveira de la novela Rayuela o al Bruno del cuento El perseguidor. Pero cuidado, porque otra advertencia cuelga entre estas líneas: pide AG que no leamos como personaje de ficción a este narrador, que es su yo real, o él mismo.

La mejor entrada, la mejor payasada gillespiana del libro, es esta pequeña fiesta de cumpleaños: "11 de abril / Cincuenta y nueve años /

Esta mañana me descubrí metiendo un saquito de té en la tostadora". Giordano también escribió Modos del ensayo.