Las promesas del Banco Central en el último año fueron disparatadas. La secuencia de recomendaciones fallidas comenzó en abril de 2018. El directorio del organismo aseguraba en ese momento que comprar dólares por encima de 20 pesos era mala inversión. Pasaron doce meses y la divisa superó los 45. Muchas de estas declaraciones hoy parecen ridículas. Desde la muletilla que las Lebac no eran problema hasta el argumento de que el mercado no contaba con los pesos suficientes para generar presiones cambiarias. La probabilidad de que un inversor siga confiando en los diagnósticos de la entidad es muy baja, hasta ser casi nulas. 

Los cambios permanentes en el plan monetario fueron uno de los detonantes de la desconfianza. El Central avanzó en el último medio año en dos esquemas diferentes. Los elementos que resumen cada una de estas etapas son tres: tipo de cambio flexible, libre movilidad de capitales y política monetaria autónoma (fijando la tasa de interés o la cantidad de dinero). El esquema inicial no fue efectivo para ordenar expectativas y recuperar la estabilidad financiera. El otro se encuentra a prueba camino a un nuevo fiasco.

La primera estrategia del plan monetario empezó en octubre. En ese momento se tomaron decisiones de impacto para intentar contener la corrida cambiaria y el desarme de los activos en pesos (y las Letras en moneda local de corto plazo). El Central decidió enfrentar la inestabilidad financiera manteniendo la desregulación de los capitales (libre entrada y salida de la divisas de la economía) y un tipo de cambio flexible (en la zona de no intervención). El argumento era que con emisión cero de la Base Monetaria (política monetaria autónoma fijando cantidades de dinero en el mercado interno) iban a contenerse las presiones sobre el dólar e iba estabilizarse la nominalidad de la economía.  

La apuesta generó cierta tranquilidad en un comienzo pero terminó siendo un fracaso para poner bajo control el desequilibrio financiero. Las primeras semanas de abril dejaron claro el desorden de la macro. El tipo de cambio alcanzó nuevos picos cercanos a los 50 pesos. Las tasas de interés volvieron a ubicarse por encima de 70 por ciento anual. El riesgo país superó 1000 puntos por primera vez en más de cinco año. La situación obligó al Central a modificar el plan monetario y lanzar una estrategia diferente para frenar la corrida.

El nuevo esquema mantiene la libre movilidad de capitales y reemplaza el tipo de cambio flexible. La entidad no lo dijo explícitamente pero la intención de intervenir en la plaza cambiaria sin importar el techo de la banda apunta a mantener casi fijo el tipo de cambio (por lo menos por algunos meses). Las intervenciones serán discrecionales. La divisa puede subir o bajar unos centavos algunos días. Pero la idea del Central es que en promedio se mantenga en el mismo precio. La consecuencia de este cambio no es menor: el organismo perdió margen para mantener la autonomía de la política monetaria. 

El objetivo ahora es sostener la cotización de la divisa con la venta de reservas. Esto implica que la colocación de Leliq ya no será el único mecanismo de absorción de la Base Monetaria porque en la medida que el Central ofrezca dólares en el mercado cambiario también retirará pesos de circulación. En palabras simples, los inversores ganan protagonismo para definir la cantidad de dinero en circulación (y el Central pierde capacidad para regular las cantidades de dinero o para fijar la tasa de interés en el mercado interno). La conclusión es evidente: las autoridades del Central privilegiaron ceder la política monetaria para pasar del esquema de tipo de cambio flexible a uno que aspira a ser casi fijo en lugar de regular los flujos de capitales.