En el baño de su casa, Nora Lezano tiene colgada una foto singular. Una niña vestida de pantera rosa o quizás de gata blanca mira la cámara y abre sus fauces con dientes de leche, los bracitos a punto de pegar el zarpazo, un insólito bigote pintado de corcho. Esa niña sonríe. Olvidó que está arriba de un frágil escenario escolar. Parece sentirse a gusto en el corazón de una selva inventada, que florece con exuberancia y desorden y maravilla a su alrededor mientras ella se pierde en la espesura, con toda la seriedad que el juego requiere. 

“La nena de la foto soy yo”, avisa Nora desde una de las habitaciones contiguas, tomadas por cajas de cartón. Adentro se acumulan cuadernos de la primaria, agendas, stickers con brillos, discos de Menudo y Los Parchís, cartas de amor, cassettes, la camisa que usaba en el colegio de monjas donde terminó el secundario. También, rollos y rollos de fotos que sacó y que le sacaron, recortes de revistas de música, púas de guitarra guardadas adentro de alhajeros con tapas de Sarah Kay, remeras que quizás conserven una gota de sudor de esos amigos que se la regalaron solo porque ella lo pidió (Gustavo Cerati, Charly García, Iván Noble y siguen las firmas). Y un mechón de pelo del día que nació, enmarcado como si fuera un relicario. 

Ese universo personal es el que Nora ordenó de manera meticulosa para mostrarlo en una nueva instalación, que nada casualmente se llama Inventario. Esta obra se podrá ver desde hoy hasta fin de mes como parte de la Bienal de Performance, organizada por la Fundación Babilonia para las Artes, la Ciencia y la Cultura, con curaduría general de Maricel Álvarez.

“Maricel me invitó el año pasado a participar de la Bienal. Sin pensar mucho dije que sí. Me gustaba este riesgo de trabajar sobre ‘lo privado’, como me pidió ella. Soy una persona sumamente tímida pero arriesgada, así que esto me iba a servir para sortear esa timidez y para seguir ahondando en mis archivos íntimos”, cuenta Nora. En 2007 escribió un poema llamado “Inventario” y tres años después lo mostró a modo de work in progress con fotografías y unos pocos objetos. “Fue algo chiquito en la galería Grete Stern de la Facultad de Filosofía. Y esta era la oportunidad para cerrarlo”, agrega en su cocina en Martínez, una tarde de lluvia, mientras renueva el agua del mate. Su perra Blanqui, una mestiza blanca de gran porte que encontró en 2012 por la calle, husmea un recoveco: busca una tortuga recién adoptada, que adora esconderse debajo de la alacena. 

Luego Nora sube otra vez a la planta alta, abre otra caja, consigue una carta. La escribió su maestra de jardín de infantes. Está dirigida a la “señora de Lezano”, su madre, con instrucciones precisas para la confección de aquel traje de la foto: “Medibacha y blusita de tafetina; cola de alambre; guantes y pandereta”. Debajo del disfraz latía un pequeño corazón, ya rockero y curioso, sociable pero a la vez con una capacidad enorme para quedarse solo y mirar la escena desde afuera, documentarla y atesorarla. Es lo que Nora ha venido haciendo hasta ahora. De hecho, fotografió a todo y a todos, como se pudo ver, por ejemplo, en Fan, aquella retrospectiva con cuatrocientas imágenes que incluían a Lou Reed, Laurie Anderson, David Bowie y también a Fabiana Cantilo, Charly García (“creo que lo fotografié ¿cuántas? ¿mil veces?”), Fito Páez, Andrés Calamaro y Liliana Herrero. Se mostró en el Recoleta en 2015 y luego anduvo de gira por todo el país. 

La pregunta retorna: ¿cómo hace Nora para obtener esos retratos que siempre logran un costado íntimo e inusual de gente fotografiada hasta el hartazgo? Inventario da una clave: no hay imagen singular sin vivencia inolvidable. Y como la memoria es traicionera, siempre es conveniente tener un anzuelo para traerla de vuelta a casa.

LO PERSONAL ES IMAGEN

La nueva muestra se puede leer entonces, como el reverso del espejo. Los objetos se transforman en la cristalización de esos días y noches donde ella documentaba porque sí, por pura obsesión. A la vez, dan cuenta de cómo ha sido posible obtener fotos que tejen un hilo de complicidad ya no con una persona u otra: devienen trama que contiene la esencia de su propio mundo, el de Nora. Bajo esa luz, una imagen incidental, un sonido o un souvenir se transforman en relato íntimo que a la vez huye de la oscuridad. Por el contrario, en mucha de esa acumulación resuena una memoria impensadamente colectiva: la de nuestros artistas populares. “Yo no pensaba en por qué hacía lo que hacía. Simplemente iba para adelante y lo conservé. Ahora necesito mirarlo, desplegarlo, ordenarlo. Para después, tirarlo y volver a empezar”, explica. 

 “Siempre en mis exhibiciones más personales hablo sobre mí”, continúa. “Elijo trabajar sobre eso con honestidad. Hice poemas, fotos, dibujos, obras tridimensionales; intervine ropa, guardé las voces de miles de mensajes de contestador telefónico y atesoré recuerdos”. Pero aclara: “No viví atada a estas cosas. Las conservé nomás. Recién para esta muestra, por ejemplo, volví a leer cartas de mi primer novio; o sea no las veía desde hacía 33 años”.

Su padre colecciona armas. Su madre es la primera guardiana de los objetos de su única hija, desde aquel mechón de pelo que conserva desde 1970, cuando Nora apenas había nacido, hasta unas fotos de 1989 donde esa muchacha tan bella –un metro setenta y cuatro de altura, cabellera negra, piel blanquísima, ojos almendrados– fue elegida Miss Elegancia en un certamen barrial. 

Nacida en Mataderos, criada en Tapiales, estudiante de biología hasta que descubrió que una cámara fotográfica era su arma cargada de futuro, desde los veinte años Nora comenzó a registrar cada instante mientras se iba convirtiendo en una artista diferente. No miraba a las estrellas de lejos: aprendió cómo abrirse paso en camarines, pruebas de sonido, giras, estadios atestados. Su interés genuino por buscar gemas en el barro de los egos, su disposición a bailar y a seguir la fiesta, el talento para captar el gesto preciso y sorprender con sus retratos originales y personalísimos, hicieron el resto. Con el tiempo, fueron los mismos artistas, músicos, escritores, quienes tocaban su puerta. Se podrá ver, por ejemplo, un video inédito de la sesión de fotos para la portada del álbum Ahí vamos, que selló una amistad indeleble entre Nora y Cerati luego de que él la contactara para decirle que adoraba sus fotos. “¡Y yo que tenía mi pieza de adolescencia cubierta con posters de Soda Stereo! Sí, mi vida está atravesada por la música”, reconoce mientras acomoda una foto con sus padres, los tres vestidos de negro. El padre no usa ropa de ese color así que ella le prestó una remera con estampa de Hendrix, obsequio de Ricardo Mollo. 

El dramaturgo Emilio García Wehbi –que ya había trabajado con Lezano en el libro de desnudos Communitas (2015), basado en su performance 58 indicios sobre el cuerpo– es el curador de Inventario. Fue el encargado de articular el relato que permite hilvanar fotos profesionales y personales, y obras de otros artistas que retrataron a Nora (como Gaby Herbstein o Tony Valdez), hasta llegar al universo del rock y sus listas de temas, autógrafos, credenciales, dibujos e imágenes lado b, contingentes y por eso mismo, encantadoras. En el texto curatorial, García Wehbi da en el clavo: Nora pertenece al grupo de artistas que borra las fronteras entre vida y obra. “La obra de Lezano está profundamente atravesada por sus deseos, su historia, sus miedos, sus dolores, sus fantasías, sus obsesiones. En su producción late algo que siempre parece a punto de explotar. Es como si la artista capturase –quizás por su talento para obturar el disparador en el momento justo– el exacto instante previo a que algo florezca o se desmorone”, escribe.

SUCESIÓN DE RETAZOS

Inventario funciona además como una especie de despedida de un pasado intenso. No es posible semejante gesto sin ritual: solo por hoy, Nora hará una performance en vivo que, asegura, le servirá para ir dejando atrás a esa mujer que ya cambió de piel. Además, por única vez exhibirá un documental lleno de outtakes encontrados en sus cámaras. Charly García mirándola con una ternura que roza la fragilidad. Francisco Bochatón improvisando una canción infantil de una gatita que vivía debajo de un cielo azul. Patti Smith cantando “My blakean years” en el lobby de un hotel porteño en 2006. Nora escuchando Nina Hagen en un auto. La lluvia que cae. El sonido que hace su llanto en medio de la planicie. Su perra jugando con las olas del mar. Nora disfrazada de Papá Noel, mirando los fuegos artificiales que caen una madrugada de Navidad en el conurbano. 

“No es una película sobre mi vida, sino que es una sucesión de retazos. Registros que tampoco son los más relevantes porque hay cosas que guardo solo para mí. Un poco de todo. Lo importante y lo banal”, cuenta mientras retoca el corte final del documental junto al montajista Martín Antuña. 

García Wehbi dice que esta exposición funciona entonces como un doble testimonio. Por un lado, el de una denodada obsesión por atesorar y registrar su vida y su entorno. De manera paralela “una constante búsqueda de eso que la moviliza e inquieta, desea y desprecia al mismo tiempo: un poco de calma”. Nora se apresura a mostrar más evidencia: entre los materiales exhibidos también hay una serie de ready mades hechos con fragmentos de objetos encontrados en la calle donde ella jugó con la palabra “calma”, justamente.

“Esta muestra es una ofrenda, una celebración. Soy lo que soy por todo ese pasado. Porque me crucé con todos esos hombres, mujeres, libros, animales, tormentas, miradas, lugares. Ahora veo que todo tenía su significado y estaba conectado profundamente, a pesar de la velocidad, de la inconsciencia… ¡y de tanta distracción juvenil!”, suelta.

En 2012, Nora publicó el poemario Sin sueño se duerme también. Ahí escribió: “Ir hacia adentro/ La única celebración factible”. Inventario es el reverso de su figura pública y está compuesto por esos objetos que la llevaron muy lejos en su viaje interior. Brillan con la luz de lo que vuelve para fulgurar un instante antes de convertirse en ceniza. La celebración de quien decide cambiar de traje, de piel, sabiendo que para renacer, hay que retirarse de la selva. O reinventar la selva. En cualquier caso –como escribió en un manifiesto personal que también aparece en la película– hay que saber bailar hasta el fin.

Inventario se inaugura hoy a las 17. A las 20, Nora Lezano hará una performance en vivo y se proyectará su película, todo por única vez (requiere inscripción previa). La muestra se podrá ver hasta fin de mes en el Complejo Art Media, Corrientes 6271. De 15 a 20. Gratis.