Hace ya tiempo que la propia idea de museo permanece en debate y transformación, al calor de las movedizas arenas de aquello que denominamos cultura y sociedad, y de la idea de interacción con un espacio que ha dejado de ser “para mirar”. Su concepto tradicional ha ido licuándose hacia el –aparentemente– inexorable destino del museo como vivencia experimental de tipo tecnológica, aunque el mosaico se muestra aún amplio y diverso, como podemos verlo en el caso de los museos de fútbol y sus áreas de conservación patrimonial. Muchas veces considerados “menores”, más allá de atraer a un numeroso público que visita estadios y museos, parece olvidarse que poseen un acervo cultural muy potente y sui generis: estructuras edilicias de valor, instalaciones particulares que relacionan pasado y presente, documentos que testifican la historia de los clubes en diversos niveles, objetos utilizados por jugadores de fútbol u otras disciplinas, copas, trofeos, plaquetas, remeras, banderas y banderines, pins, revistas políticas o sociales o comerciales de un club, todos documentos que son huellas culturales de la vida emotiva popular. 

El sector de conservación y archivo del club SL Benfica de Portugal atesora clasificados treinta mil diversos objetos y documentos, y lo propio se encuentra realizando el Club Atlético de Madrid para su futuro museo, así como los museos de Juventus en Italia o los de FC Barcelona y Real Madrid CF en España despliegan más fuertemente la innovación tecnológica participativa, privilegiando la actualidad del fútbol como identidad y fuente de ingresos. 

Bajo otro formato, el Museo del Grande Torino e della Leggenda Granata en Turín, Italia, guarda en una vieja casona con frescos del siglo XVI la memoria viva de la tragedia de la colina de Superga, cuando en 1949 el avión que transportaba al gran equipo europeo de entonces se estrelló en la base de la Basílica regresando de un partido amistoso en Lisboa, muriendo todo los integrantes del vuelo. Ello dio lugar a una histórica relación fraterna entre el Torino de Italia con el club Benfica y con River Plate de Argentina, club que envía a su primer equipo a jugar en Turín a beneficio, el 26 de mayo de ese año frente a un combinado italiano: todo se refleja de manera emocionante en el Museo del Torino, sin mucho más que objetos, fotos y los guías que nos hablan con el corazón. 

Estos y otros clubes han conformado recientemente ISMA, una asociación internacional de museos que permita la puesta en valor de la memoria cultural del deporte a partir de la preservación y difusión de lo que poseen, y del intercambio de experiencias y conocimientos diversos en museos y archivos deportivos; también en Argentina y otros países de Latinoamérica, hay museos y espacios que despliegan al fútbol –y no sólo a él– como parte de la cultura popular, y en muchos clubes se han organizado socios y voluntarios que recrean la historia de los mismos, colaboran con su institución, investigan y conforman bienes patrimoniales históricos, realizan historia oral o se vinculan con la historia política argentina y la de los derechos humanos, todo ello constituyendo lazos fraternos por encima –o al mismo tiempo– que cualquier rivalidad o finalidad comercial.   

* Doctor en sociología. Presidente del Area de Museo, Trofeos e Historia de Club Atlético River Plate. Secretario general de Historia de la AFA.