–¿Es cierto que Paul McCartney los eligió para que abrieran sus shows del año pasado en el Estadio Único de La Plata?

Julián Kartún: –Según lo que nos dijeron, fue así. Escucharon a veinticinco bandas y fueron descartando. Pero, por la afinidad musical y por la propuesta de la dinámica de la banda, porque no podía haber una batería en el escenario, quedamos nosotros.

–¿Cuánto les cambió eso?

Santiago Martínez: –Además de haber recibido mucha prensa, hay un montón de cosas subterráneas que uno no puede medir del todo. Cada vez viene más gente a nuestros shows. Puede ser por haber tocado con Paul McCartney o por el trabajo que venimos haciendo hace tiempo. Todo suma.

“The Hang Up”: así fue como algunos le tradujeron al ex Beatle el nombre del grupo soporte de sus dos últimos shows en suelo argentino. Aunque, en la idiosincrasia porteña, la palabra fue vaciada de su literalidad para adquirir un nuevo significado en la cosmogonía rioplatense. Justamente ese estuario, y todo lo que contiene, se tornó desde el vamos en la fuente de inspiración, así como en la razón de ser, de El Kuelgue, la banda que en los últimos años se convirtió en uno de los grandes fenómenos musicales locales. “Somos nacidos y criados en Buenos Aires”, afirma con orgullo Kartún, vocalista del grupo que se presentará hoy en la Ciudad Cultural Konex (Sarmiento 3131), a partir de las 19, y que repetirá en el mismo predio el sábado 18 de febrero. Martínez, su coequiper vocal y tecladista, agrega: “El público que nos sigue entendió la comunión de códigos, el humor y esa de mezcla estilos que está a un clic de cualquier cosa. También nos pasó que a artistas como Adriana Varela, Adrián Dárgelos, Fernando Samalea o Las Pastillas del Abuelo le interesa lo que hacemos, a partir de una propuesta genuina, espontánea y desfachatada”.

–Es difícil sacarles la ficha: ¿son una banda de rock, de música popular o urbana?

J. K.: –Siempre hicimos la música que nos gusta, que por ahí no es lo mainstream. Escuchamos candombe, folklore, jazz y rock. Cuando nos convencimos de que esto estaba bueno, sacamos el primer disco. Y pasaron siete años para ello. Con internet, uno tiene acceso a consumir música de todo el mundo, y la postura del rock era un poco anacrónica. Pero el término “fusión” no nos cierra del todo. Así que estamos más cerca de lo urbano que del “rock nacional”. Aunque por ahí el nuevo paradigma sea no rotular la música.

S. M.: –Es nostálgico, porteño e inevitablemente rioplatense. Las certezas son para los fascistas, a mí dejame con las dudas.

–Aunque luego del estallido social de 2001 lo popular tuvo una resignificación en la música argentina, ¿cómo llegaron a esta propuesta?

J. K.: –En casa escuchaba desde Jaime Roos hasta Queen, pasando por Michael Jackson y el disco de Titanes en el Ring. Me gusta la imagen de la música. 

S. M.: –Valoramos mucho la melodía. Por eso nos divertía grabar voces murgueras o temas medio jazzeros.

–Para ustedes, ¿cuál es el punto de conexión entre el funk y la murga?

J. K.: –Si bien respetamos los géneros, los encaramos desde un lugar irónico, tanto en los shows en vivo como en el momento de grabar. Eso te da cierto aire para poder jugar. ¿Por qué una cumbia no puede tener un cierre con vientos funkeros? A mí me gusta también la sorpresa en la música. No queremos patear las cosas, sino dar una pequeña patadita. 

–Mientras que su música apela por la ironía, ¿sus letras invocan el humor?

J. K.: –No es la intención de El Kuelgue hacer humor. Es algo que surge inevitablemente ante el proceso creativo. Las letras de El Kuelgue juegan con la inmediatez, lo volátil, los recuerdos de la infancia o las imágenes a las que te puede lleva una melodía. Las influencias no son propiamente musicales. Además de Les Luthiers, Juana Molina y Leo Masliah, Monty Python tiene un gran peso en el grupo. Alfredo Caseros tenía la Halibour Fiberglass Sereneiders, que estaba bárbara. 

S. M.: –Es surrealista, sin entender que es. No estamos descubriendo nada, pero aun así somos parte de eso. No podemos defender intelectualmente todo lo que hacemos ante una pregunta: nos sale así. 

¿Peter Capusotto también es influyente para El Kuelgue?

J. K.: –Si bien somos de más de la escuela de Cha Cha Cha, reírse del rock está buenísimo.

Sentado en la vereda de una cervecería del barrio de Palermo, el tándem asegura que la actitud política de la banda no está tanto en la música sino en los shows en vivo. Eso ciertamente ayudó a convertir a El Kuelgue en uno de los fenómenos de esta época en Buenos Aires, junto con grupos como Lo Pibitos y Los Espíritus. “Para entender a El Kuelgue hay que verlo en vivo. Ahí aparece lo genuino, lo que no está en ninguno de los discos”, explica Kartún, nativo de Villa Crespo, y cuya banda se encuentra preparando su cuarto trabajo discográfico. “Hay algunas cositas que pautamos dentro de los temas, que están libres a la improvisación. No tenemos una fórmula específica”. Aparte de comandar a la agrupación desde hace unos doce años, el hijo de Mauricio Kartún fue parte del elenco de la serie Cualca y el año pasado apareció en la película La última fiesta. El cantante se dedica paralelamente a la actuación e incluso a la conducción radial. Aunque, al momento de elegir, tiene bien en claro cuál es la prioridad: “El Kuelgue es lo primero de todo. Es cuestión de arreglarlo con la agenda”.