Desde hoy podrán verse los tres primeros episodios de la nueva temporada de The Handmaids Tale vía Hulu, y queda claro que esta nueva fase del drama distópico se acerca a la revolución. Aunque el pueblo todavía no pide sangre sino más bien conspira para dar el zarpazo. En el centro de esas maquinaciones está Offred/June (la siempre soberbia Elisabeth Moss) quien al final de la segunda temporada dejó pasar la chance de huir para quedarse a implosionar el orden establecido. Esa será la línea a atenerse en los nuevos trece capítulos dispuestos por la plataforma. Lo dice la protagonista en uno de sus monólogos: “Herejía. Por eso te castigan. No por ser parte de la resistencia. Porque oficialmente no existe la resistencia. No por ayudar a gente a escapar. Porque oficialmente no hay tal cosa como escapar. Si voy a cambiar las cosas necesito aliados”. Y la sororidad menos pensada pasará por lograr el apoyo de las “tías”, las “Marthas” y las esposas de quienes mandan en ese régimen y resignaron a las mujeres a poco más que incubadoras. Las celadoras, las parturientas, las domésticas y las señoras bien podrían comenzar la gesta. Pero a no adelantarse.   

A la protagonista se la había visto por última vez abandonando la camioneta que la iba a depositar, junto a la beba que tuvo en cautiverio, en un lugar seguro. A June se la notaba llena de rabia y dolor pero con la determinación necesaria como motor para lo que se avecina. La reacción que generó el finale aún divide a la audiencia. ¿Cómo es que después de todos los tormentos padecidos la mujer haya resignado su libertad? Es cierto que su primera hija aún está en algún lugar de Gilead, pero el debate aún no se zanja. “No me sorprendió porque fue lo mismo que nosotros discutimos”, señaló Bruce Miller. El showrunner confesó que el “gancho” los enfrentó al problema no menor de cómo continuar la trama. 

Como la temporada inicial exprimió al máximo la novela de Margaret Atwood, desde hace un tiempo sus realizadores pisan zonas desconocidas, desarrollando capas pero con el personaje de Moss como monolito. Lo mismo vale para los diálogos pulidos y esa puesta en escena tan cuidada como espectral. En la S3 el objetivo de June será doble: recuperar a Hannah adoptada por uno de los Comandantes y encender la llama de la sedición. June se instalará como sirvienta en la casa de un extraño y solitario mandamás. Al Comandante Lawrence (Bradley Whitford) se lo presenta como un genio oscuro con matices de benevolencia lo cual genera tanta incertidumbre como terror. “Es un tipo abrumado por su humanidad y va a testear a June”, explicó el actor. En cuanto a Nick (Max Minghella), su amante ocasional y fecundador de su beba, está subiendo de rango y descolocado con que June esté dando vueltas. “No habrá otra oportunidad, ¿lo sabías? Nunca vas a salir, vas a morir aquí”, le echa en cara.

En lo referido a la pantalla local, aún no hubo pronunciamientos de cuándo será su estreno por Paramount Channel, señal que dispuso con bastante retraso la producción el año pasado. Al igual que con las dos primeras temporadas, por estas latitudes el espectador tendrá que valerse de ardides tecnológicos de todo tipo para seguir (disfrutar no es una palabra apropiada) la multipremiada ficción. Es que El cuento de la Criada no es una serie más: es la entrega más incisiva en su crítica social desde que comenzó a emitirse en 2017. Basta recordar cómo se inmiscuyó su temática e iconografía (y hasta la autora de la novela) en el debate argentino por la ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo. También, cómo ciertos discursos y hechos recuerdan aquí a las prácticas de Gilead. Su primera temporada fue sugestiva antes que panfletaria, provocadora más que aleccionadora, intertextual sin ser explícita y funcionó como caja de resonancia sobre la cuestión femenina. La segunda reforzó sus arietes más sádicos y no dejó mucho para espacio para la reflexión, aunque en esos diálogos e imaginario que se establecen entre realidad y ficción es donde la serie resulta valiosa. 

¿Qué más hay en este nuevo arco argumental? Es difícil que la república totalitaria, afectada por la baja de natalidad y el desastre ambiental, se venga abajo en un par de episodios. “No esperen una June radicalizada en trece episodios”, alertó su showrunner. Se viene otro ciclo sombrío, lleno de angustia, miseria, esclavismo y con remotas chances de mejorar. Eso sí, la protagonista está convencida de que “tenés que combatir el fuego con fuego, y para luchar contra las personas con las que tiene que luchar, tenés que parecerte más a ellos”. Entre las aliadas impensadas aparecen la tía Lydia (Ann Dowd) y Serena Joy (Yvonne Strahovski). Esta última es el personaje que ganó mayor espesura durante la serie. Ya no se trata de una loba ultramontana sin empatía cuyo único objetivo es ser madre. La esposa de Fred Waterford (Joseph Fiennes) dejó ese deseo y soltó una personalidad más enigmática y conspiradora contra el status quo. Lo más urgente que debe enmendar es el lío por haber ayudado a June con su escape. Otro motivo más para que la coalición genere tanto recelo como sentido de la oportunidad. “Se conocen demasiado bien”, dijo Strahovski sobre esta insospechada dupla. Moss explicó que con Serena en el poder puede cambiar el panorama para June y las criadas. En una escena puntual su personaje le exigirá a la otra que use su miedo. De ahí viene la llama para el momentum que se viene.