“Descubrí que siempre me gustó lo bailable”, dice Rolando Bruno, enfrentado a un café. Porta camisa verde y blanca con palmeritas, chaqueta negra, bigote fino estilo cepillo y lentes de marco a lo Eduardo Angeloz. Recuerda que en 2001 se hacía llamar DJ Facha Martel y pasaba cumbia noventosa en las “fiestas trasheras” del Especial, el boliche de Córdoba y Julián Álvarez, para un auditorio de punks y darks de estación. Un año más tarde arrancó en Los Peyotes y pasó casi una década como violero del grupo de garage punk, pero en el medio se volcó a la psicodelia cumbiera peruana de los ‘60 y ‘70 y ya nada fue igual. Después de girar varias veces por Europa y Japón como solista, con su guitarra sobre bases grabadas, ahora presenta El mundo está cumbiando, el disco que grabó con su banda.

En agosto próximo será la primera vez que Rolando vuelva a pisar Europa con el formato “Rolando Bruno y el grupo Arévalo”, el combo que armó en 2015 con músicos que vienen del palo del indie y el rock (con pasado en Les Mentettes, Los Álamos, Alfonso el Pintor, la Antropofónica y Los Peyotes) y que ya figura en la grilla del festival Lowlands, uno de los más importantes de Holanda.

La pasión del guitarrista por los ritmos bailables se hizo fuerte cuando tocaba con Los Peyotes y se pusieron a investigar la psicodelia de la música peruana de los ‘60. Así llegó Rolando al grupo Los Yorks, con su tema Pronto un doctor. “Eran rockeros y metían esa cumbia, con un organito medio psicodélico que te perforaba el cerebro”, se acuerda. De ahí saltó de cabeza a Los Mirlos y, casi en simultáneo, tuvo un encuentro del tercer tipo en una disquería perdida del Abasto. Revolviendo vinilos se topó con un DJ llamado Sonido Martínez y le pidió que le recomendara “algo tipo Los Mirlos”. Se fue de esa cueva con un compilado casero, Chicha for Jet Set, que en la tapa tenía una llamita agarrada por dos cables de un helicóptero. Corría 2007 y de aquel viaje no volvió más.

Para 2010 ya tocaba sólo con su guitarra y voz sobre las bases cumbieras que llevaba en su iPod. También eran tiempos de auge de Chicha Libre y del compilado The Roots of Chicha. Rolando traía además su propia data de la cumbia santafesina con guitarra, como Yuli y los Girasoles, Los Leales y Los del Bohío. En 2012, el guitarrista se fue a vivir a Valencia, donde se casó y se separó. Pasó los siguientes dos años tocando por Europa, haciendo sonar su primer EP, Cumbia Reaction, con cuatro canciones de rock de garage versionadas en cumbia. “Fue una transición para despedirme del garaje y darle la bienvenida a la cumbia”, explica. Y ahí fue que un sello suizo le ofreció hacer su primer disco solista, Bailazo (2015), en el que metió diez canciones propias y un cover. En 2015 hizo además una mega gira europea y armó el Grupo Arévalo. También terminó tocando en Japón, adonde ya fue dos veces.

“Mi idea ahora es reinstalarme en Buenos Aires. Nunca presenté un disco acá, de Bailazo no hicimos nada”, afirma. Sobre El mundo está cumbiando avisa que no es un disco 100 por ciento de cumbia. “Estoy escuchando música africana de los ‘70; quiero investigar lo que era bailable en esa época en lugares lejanos. Ya no me encasillo en alguien que hace cumbia psicodélica peruana de los ‘60 y ‘70”, redefine. Y aunque por momentos pareciera que la banda suena cuidadosamente desprolija, todo es una decisión estética tan meditada como el sonido fuzz de las guitarras. “Somos todos músicos del rock y el indie haciendo cumbia”, se ataja por si acaso.

* Rolando Bruno y el Grupo Arévalo presentarán El mundo está cumbiando el sábado 27/7 a la medianoche en Vuela el Pez, Av. Córdoba 4379.