En medio de los festejos por los treinta años de Attaque 77, la luz de alarma se había encendido entre sus seguidores. “Probablemente esta sea una de las últimas cosas que hagamos como grupo”, decía Mariano Martínez, convertido en cantante y líder de la banda luego de la partida de Ciro Pertusi, en un video publicado en YouTube en julio de 2017. Hablaba de una gira cancelada, de problemas de salud que lo alejaban de los escenarios, de la decepción por un disco que se retrasaba –para ese momento habían lanzado un EP de 4 canciones como primera entrega de Triángulo de Fuerza– y de desacuerdos con su compañía discográfica. Lejos de generar un estado de calma, que parecía ser la intención de ese comunicado, instalaba una pregunta tormentosa: ¿llegaba el final de Attaque? Casi dos años después, lo que podría haber sido tierra arrasada se convirtió en un campo fértil del que brotaron canciones inesperadas. La llegada de Triángulo de fuerza, que será presentado hoy y mañana a las 21 en el Teatro Vórterix (Av. Federico Lacroze 3455), deja expuesto un giro vital en la ruta punk de Attaque 77, una nueva dirección que apunta hacia las zonas inexploradas de una banda que decidió volver a empezar una vez más.

“Tuvimos mucho tiempo para hacer este disco. Quisimos correr un poco los límites, desafiar nuestro propio estilo, nuestro sonido, algo que tiene que ver con una búsqueda de tu propia libertad, de acercarnos de nuevo a esa sensación”, dice Mariano Martínez sobre el trasfondo de Triángulo de fuerza. Pasaron casi diez años desde Estallar, el primero de los discos que sacaron sin Pertusi, y en este segundo trabajo de estudio como trío -completado por Luciano Scaglione en bajo y voces, y Leonardo De Cecco en batería-, la bandera del punk funciona como preámbulo para encontrarse con canciones provocadoras y agudas ya no solo desde la velocidad y la rispidez, sino también desde climas reposados, construidos por una banda que en el camino fue aprendiendo a volverse versátil y reflexiva.

“Todo este tiempo nos preguntamos si había gente que quería escuchar canciones nuevas de Attaque o si ya las que teníamos, las clásicas, fueron nuestro aporte. ¿Qué podíamos aportar ahora? Eso nos cuestionábamos”, explica Martínez. “No lo hicimos públicamente, pero algo de eso llegó. Los seguidores del grupo empezaron a pedir canciones nuevas. Fue una sorpresa. Yo pensaba que la gente se resiste a lo nuevo… Hay gente que seguramente se resiste a lo nuevo, personas para las que la música solo tiene que ver con evocar vivencias copadas. A mí no me gusta nada la cosa nostálgica. No me gustaría verme siendo parte de la fiesta del recuerdo. Y con una banda de tantos años, para algunos podemos representar eso, los buenos momentos vividos, pero nosotros miramos para adelante. Y había mucha más gente que estaba como nosotros, buscando algo nuevo. Bueno, ahora hay un disco nuevo para seguir adelante”.

Lo primero que exhibe Triángulo de fuerza es una marca de identidad consumada que funciona a modo de señuelo. “Como salvajes”, la canción que abre el disco, es una diatriba de punk acérrimo y una feroz advertencia sobre la llegada de ese mundo feliz que avizoraba Aldous Huxley. Un sonido lacerante que solo se retoma en “Lobotomizado”, donde están acompañados por la voz rasposa de Campino, líder de los alemanes Die Toten Hosen. Esa cadena genética empezará a disolverse y a esparcir sus partículas agresivas a lo largo de un disco donde lo que queda al frente es el sonido más cancionero que fue cultivando Attaque 77 durante la segunda mitad del camino que los convirtió en la banda emblema del punk criollo.

En la frontera de esos dos mundos aparecen baladas en busca de sosiego como la resplandeciente “Una canción” o la suburbana “María”; el pedido despojado de cuidar la vida en “Última generación”; el llamado a la acción en la ecléctica “A cielo abierto” –donde las denuncias sobre la contaminación ambiental se construyen con aperturas hacia el reggae y la furia del rock criado en los márgenes– y en “Sin tierra”, un folk sureño en el que se narra la lucha del Movimiento Campesino de Santiago del Estero. Un viaje al centro de la banda donde la potencia termina por instalarse en la luminosa “Canto eterno”, donde puede sentirse la calma de una noche estrellada y limpia en medio del campo. Relucen en esa plegaria americana la voz de Peteco Carabajal y el legendario bombisto Vitillo Ábalos. Todo el recorrido parece ir abriendo una pregunta subterránea: ¿dónde se encuentra la verdadera provocación?

“Para muchos rockeros conservadores, punkrockeros, gran parte de lo que pasa en este disco era algo prohibido para nosotros”, sentencia Martínez. “También lo era hacer un disco acústico como el que grabamos en el Gran Rex. Incluso sigue habiendo gente con la cabeza muy cerrada que no puede entenderlo. Y a mí me gusta mucho ese desafío: provocar al rockero conservador. El rock era todo lo contrario a eso, pero en algún momento se volvió conservador y entonces prohíbe cualquier búsqueda más allá de lo que tiene permitido. Lo bueno es recuperar esa libertad de buscar. Todo lo que sea provocar, interpelar a ese rockero conservador que todos llevamos adentro, está bueno. Es un buen camino. A ver hasta dónde nos animamos”.

-Si bien en Triángulo de fuerza hay una intención de traspasar ciertos límites, tuvieron que frenar su salida durante casi un año y medio, cuando recorrieron uno a uno sus discos a modo de festejo por los treinta años de la banda. ¿Cómo vivieron esa vuelta al pasado?

Mariano Martínez: -Empezó siendo un ciclo de shows temáticos, chiquitos, para los seguidores más estudiosos, los que valoran cuando rescatás las canciones más ocultas, las menos tocadas. Y nos puso a mirar para atrás, es cierto. Pero lo hicimos con otra energía. Si no, hoy no tendría sentido ponernos a cantar “Hay una bomba en el colegio”. Los discos en realidad son como un álbum de fotos: cada uno representa una etapa de nuestra vida. La única manera de verlo para mí era ésa: abríamos cada álbum y mostrábamos nuestras fotos viejas.

-¿Por eso no reversionaron la mayoría de las canciones?

M.M.: -A pesar de que algunas tienen treinta años, nos dimos cuenta de que seguían sonando actuales. No creo que la música -o el rock, más bien- envejezca. Otra música quizás envejece muy rápido. Pero la música de los artistas que nos inspiraron, como Ramones o los Rolling Stones, sigue siendo joven. El rock tiene eso. Las personas envejecen, pero vos las ves y no son "abuelos". Paul McCartney, por ejemplo. No son ancianos, son gente joven que tiene cualquier edad. Es un fenómeno extraño. El rock hace eso. Lo que está bueno es intentar lograr un sonido atemporal. Por ahí hay discos que suenan a una época, que reconocés si es de los '80, de los '90. Pero lograr un sonido, una música, canciones que estén por fuera del tiempo, es algo que siempre estamos buscando.

-Las canciones de Triángulo de fuerza parecen estar mucho más cerca de eso que las de Estallar. ¿Lo ven así?

M.M.: -Estallar es un disco que fue hecho muy rápido, compuesto y grabado todo junto. Un poco a las apuradas... En ese momento sentíamos la necesidad de mostrar que estábamos vivos. Era un momento de quiebre importante para el grupo. Y salió un disco bien rockero, medio de garage, fuerte, como tocado en vivo. Representa ese momento, una necesidad casi desesperada de sobrevivir. Este disco, a la distancia, se diferencia porque hay un relax, una seguridad de no necesitar demostrarle nada a nadie.

Luciano Scaglione: -Estallar tiene la energía de las ganas de seguir. Para eso sirvió ese disco, como un empujón. Triángulo de fuerza es un disco que los fans estaban esperando, Estallar no se esperaba. Era el disco de la ruptura, del alejamiento. Confirmaba todo eso. Era resistido quizá desde lo estético, pero creo que es un discazo.

M.M.: -Era doloroso porque marcaba el final de algo, la prueba real de que algo había cambiado para siempre. Para muchos incluso se había terminado el grupo. Pero bueno, se equivocaron, porque sobrevivimos.

-¿Qué cambios operaron al interior de la banda en el tiempo que pasó entre los dos discos?

M.M.: -Hay una consciencia que tiene que ver con nuestras raíces musicales, cuestiones que antes veíamos más separadas. Ahora en realidad entendemos que el rock argentino tiene un ADN musical que hay que buscarlo en el tango y en el folklore. De eso sale esta música que es el rock argentino, que tiene tanta personalidad, que existe solamente acá, que suena de este modo acá y en ningún otro lado.

L.S.: -Los grandes músicos nuestros, como Spinetta o Charly, no pudieron escapar de esta tierra. Intentaron ir más allá pero no terminó de funcionar. Hubo una mirada nuestra que se volvió más hacia adentro.

-Luego de diez años de tocar como trío, ¿en dónde sintieron con mayor fuerza la transformación que implicó abandonar la estructura que tenían con Ciro Pertusi?

Leonardo De Cecco: -En lo musical, fue natural el proceso. Mariano venía cantando temas en todos los discos, desde siempre. En ese sentido, la teníamos más fácil que otros grupos que tenían que probar un cantante y ver si la onda daba. Nosotros ya desde el vamos teníamos un montón de terreno seguro y ganado.

L.S.: -Después fue salir a la ruta, lo que hicimos siempre. Nos reíamos porque nos acercamos un poquito arriba del escenario, se achicaron las distancias. Y empezamos a acostumbrarnos a eso, que también funcionó históricamente. Hace 27 años que Leo, Mariano y yo tocamos juntos.

M.M.: -Quizás el cambio más fuerte se dio en lo afectivo, en esa pérdida que tuvimos que atravesar. En lo musical, era un desafío interesante. Era como tener un grupo nuevo pero con veinte años de trayectoria y experiencia. Ese reseteo fue un buen empujón. En los últimos diez años terminamos por encontrar un poco más quiénes somos, nuestra identidad. Tratamos siempre de experimentar un poco y ser al mismo tiempo conscientes de esa identidad musical que tenemos, e ir por ese lado. Hacer una música bien personal, lo más personal que se pueda.

-¿Cómo eligieron a los invitados que tiene Triángulo de fuerza? ¿De qué manera se vinculan con esa identidad personal de la banda?

M.M.: -Lo de Campino fue lo más natural. Ni bien fue compuesta esa canción, que fue muy rápido, enseguida sonaba su voz. Tiene que ver incluso con un código compartido de muchos años. Somos amigos, así que se dio fácil. Escribió su parte de la letra, además. Hizo una adaptación en alemán y en esas partes parece que es un tema de ellos. Lo de Peteco es distinto porque viene de otro palo, pero tiene una música en la que él cambia las cosas, que a los puristas les choca. Siempre fue así. Es un gran artista que enseguida quisimos invitar cuando nos perfilábamos para hacer esa canción. Vitillo fue un lujo que nos dimos, de compartir una tarde con él. Un tipo de 95 años que sigue insistiendo.

L.S.: -Un vino con Vitillo por favor (risas). Un maestro, terminó de tocar y nos enseñó a afinar el bombo. Te cambia la cabeza estar con personas así.

-“A cielo abierto” y “Sin tierra” retoman esa veta de denuncia que es también una marca persona de la banda, pero esta vez lo que pasa a primer plano son las historias de vida, al igual que en “Babel”. ¿Por qué encararon así esas canciones?

M.M.: -Es la manera en la que a nosotros nos tocan esas cuestiones. Vamos de gira y estamos visitando los pueblos, y ahí la gente te dice "Tenemos que mudarnos porque el río está contaminado". No lo leímos en ningún lado. Entonces después quizá lees y te llega más información, pero de primera mano nos lo contó gente en ese mismísimo lugar. Ese es el primer golpe que nos llega.

L.S.: -A veces la información te puede llegar a través de alguien que le conviene que la difundas de una manera determinada, que tiene que ver con otras intenciones escondidas. Pero cuando uno sale a la ruta y recorre todo el país, no hay un bando u otro contándote algo a la distancia: estás ahí en el medio y no es difícil entender lo que está pasando.

M.M.: -Es solo transmitir lo que vemos en canciones, porque es nuestra forma de comunicarnos. No es que el grupo tiene por qué decir algo de eso, es algo que ves y sentís y no podés dejar de contarlo. Solo podemos imaginar qué está pasando con esa persona y su universo, que te está diciendo se tiene que ir porque la topadora le va a pasar por encima al rancho en Santiago del Estero, para que se pueda plantar soja. Solo podemos imaginar cómo transmitir eso de alguna manera y hacerlo.

-En ese vínculo entre el rock y la política, ¿nunca hubo algún interés, desde la banda o desde afuera, para que formaran parte de algún espacio partidario?

L.S.: -No, jamás. Nunca dimos lugar a eso. Siempre fuimos muy claros en que a nosotros nos interesa la cuestión social, cultural, artística e interpelar a los políticos, que están obligados a hacer que la vida del pueblo sea mejor. No hay que agradecer más un viaducto, una obra: esa es su función.

M.M.: -Por otro lado, hoy en día no sé si tenemos tanto que... eso de esperar o echarles la culpa a los gobernantes. Nos toca más hacer autocrítica, creo. ¿En qué colaboramos como sociedad para estar mejor? ¿En qué somos más pasivos? ¿Cómo podemos generar otros vínculos o tener una actitud más activa para producir cambios? Tener una influencia positiva sobre lo que sucede en tu vida y en la de los que te rodean. En Tanti, el pueblo donde vivo en Córdoba, hubo mucha movida en contra de la minería, después para frenar una autovía que iba a hacer pelota lo poco que queda de bosque nativo. En la medida en que podemos comprender, en un sentido profundo, que actuamos y generamos cambios, se abren otras puertas. Creo que va más por ese lado.

-¿De qué manera la música puede producir esos cambios?

 

M.M.: -Depende mucho… Algunos se han construido con la música, se han formado de un personaje, el que mejor les vino para cubrirse. Yo me identifico más con la necesidad de encontrar lo más esencial de uno que con construir un personaje por fuera. A muchos les viene bien eso: construir un personaje que le haga frente a las inseguridades, a la sensación de abismo que tenemos. Me interesa más la idea de encontrarse a uno mismo que la de construir un personaje ficticio. En este disco se trata de eso, de esa búsqueda interior. No necesariamente las canciones tienen que ser autorreferenciales para exponer tu propia búsqueda. La música es esa búsqueda.