La secuencia arranca con un agujero hecho en una cajita de cartón y una botella de plástico cortada, entre los pasillos de la villa La Cava. Casi un años después, se transforma en un sello discográfico que ya reúne a más de treinta artistas del partido de San Isidro, en un estudio de grabación y una productora de contenidos audiovisuales. En el medio se cruzan los talentos escondidos en barrios marginados, un exitoso publicista a nivel mundial, músicos callejeros y de zonas acomodadas. Hay trap, cumbia, freestyle, reggaetón, rap, hip-hop, beatbox. Hay desamores y decepciones. Hay violencia en las casas y delincuencia en las calles. Hay una búsqueda constante de salidas a través de la música. Hay “historias reales”, como las llaman los pibes y pibas que le ponen la voz a las canciones que las cuentan. La presentación en sociedad del sello discográfico Suena Eh!, que este martes fue lanzando en un recital en Berlina Vorterix, dejó al descubierto un entramado de historias que a cada paso disuelven fronteras.

“Empezó cuando armamos un parlantito de cartón, un dispositivo para amplificar el sonido del celular. Ponés el celular en la boca de la botella y sale el sonido con todo del otro lado. 'Suena, ¿eh?', decían todos, y ahí quedó. Esa idea de aumentar el volumen, de hacerse escuchar, es también la misma idea de hacer ver los colores y los condimentos del arte del barrio. Buscar un lugar para que se expresen”, dice Ariel “Patón” Argüello antes de que comience el show, un corpulento rapero de La Cava con canciones que circularon por MTV y una historia que funcionó como punta de lanza para muchos de los artistas que llegaron al sello. Después de pasar casi veinte años en la cárcel, las opciones que tenía eran pocas: “Cuando salí, me quedaba volver a robar o vender droga, y ahí en el medio apareció la opción más loca, un tipo que viene y me dice '¿qué querés hacer, música? Dale, hagamos música'. Y así arranqué, tuve mi oportunidad y la aproveché. Ahora estos pibes, que son terribles artistas, están aprovechando la suya”.

Ese tipo era Gonzalo Vidal Meyrelles, un publicista argentino ganador de premios como el Grand Prix de Cannes en 2007. Luego de quebrar con uno de sus emprendimientos personales, cuando decidió independizarse, se acercó a La Cava a buscar una nueva oportunidad. De allí surgió Prójimo, la escuela y agencia de publicidad que trabaja junto a los vecinos de la villa y que hoy también cobija a Suena Eh!. En esa nueva sociedad empezó a tejerse la trama que desembocaría en el sello. “Los que andábamos en la música en el barrio le metíamos con lo más precario que había. Capaz que sonábamos como la banda del Chavo, pero la fe nunca la perdíamos. Teníamos ese berretín de que haya un estudio para las voces del barrio, para que grabemos bien y nos demos a conocer. Hoy en día eso se hizo realidad”.

Suena Eh! nació finalmente en La Cava a fines del año pasado y luego creció en sus fronteras. Construyeron un estudio de grabación en las puertas de la villa con subsidios estatales, y dinero que salía de los proyectos publicitarios y jingles que los artistas lograban vender a través de Prójimo. Son algunos de esos pibes y pibas, por ejemplo, los que se trenzan rapeando en las publicidades de Burger King. El más exitoso de sus productos, que circula incluso como regalo empresarial, es el amplificador casero hecho con un poco de cartón y media botella de plástico, que también repartían a modo de souvenir durante la presentación del sello. “Creemos que lo que estamos haciendo puede marcar la historia, por lo artístico y por lo social”, asegura Oscar Domínguez, productor del sello y quien luego de trabajar con el rapero Emanero aportó la pata profesional para que las canciones alcancen un sonido pulido y contundente. “A todos los que llegan, desde que entran al estudio, se los trata y se les exige como artistas. Entonces les llega también ese click en la cabeza y se dan cuenta de que sí, de que son artistas”.

Hasta ese estudio que crecía, en el que ya grabaron como invitados desde el DJ Hernán Cattáneo hasta el cantante tropical Antonio Ríos, fueron llegando pibes y pibas de todos los barrios de la zona norte del Gran Buenos Aires: desde la villa San Cayetano hasta los coquetos barrios de Olivos y San Isidro. Todos alentados por entrar a un sello que no les cobra para grabar, producir sus videos y difundir las canciones. “La onda acá es la inclusión”, asegura el Patón Argüello. “En otro momento te ponías el cartel de tu barrio y fue: 'Yo no me voy a juntar con vos, si sos re cheto. Y yo vivo en la villa, mono'. Hoy no, eso cambió por la música”. Su camino de redención hecho de canciones fue también una puerta para muchos y muchas que vivían en veredas lejanas.

“Yo llegué al sello por un amigo que vive en La Cava. Un día me contó de un casting y ni pensé dónde quedaba. Era una oportunidad para cantar y grabar una canción. Vivo en Beccar y me fui para el estudio. El tema de los estigmas y los prejuicios es algo que cada uno tiene que cambiar en su cabeza, y el sello busca eso, ir más allá”, dice Rosse Loudi, una chica de 17 años de rasgos suaves, con una sonrisa reluciente y un buzo amarillo que le llega casi hasta las rodillas. Su canción “Mis razones” –basada en un profundo desengaño romántico que vivió– es hasta ahora la más escuchada en la playlist de Suena Eh! en Spotify , donde ya llevan subidos diecisiete singles de los artistas del sello. “Entrar a ese estudio también te da algo que vos tenés y que capaz no sabías. Hay pibes que piensan que adentro suyo no tienen nada. Y entrás ahí con la música, y todas esas personas y esas experiencias te potencian. Es como un doble envión”.

El recital comienza poco antes de las ocho de la noche, en una jornada acelerada en la que se acaba de disolver el eclipse solar y las calles se vacían por la semifinal de la Copa América que la Argentina va a disputar con Brasil. Pero adentro del bar nada de eso parece real. Apenas llega como un eco lejano. Más de doscientas personas se amontonan entre las mesas para ver a los músicos de Suena Eh!, que despliegan en el escenario una exuberante capacidad para cambiar de climas en apenas unos segundos. Están aceitados para salir uno atrás de otro. Disparan su música a través de una computadora y desde sus micrófonos, sabiendo que tienen un solo tiro y que hay que aprovecharlo. Hay sacudones de un freestyle suburbano y agresivo que luego se mueven a un reggaetón arábigo y sensual. Hay tiempo para brazos que suben y bajan en el aire exigiendo rimas de alto calibre y para una cumbia caliente que pone a todos a bailar. Hay tiempo para que se imponga el flow del barrio. En la médula de Suena Eh! lo que vibra son los sonidos clandestinos y las melodías calientes.

“Estamos en un momento en que se está mirando a la Argentina como un lugar donde puede darse la próxima explosión musical del continente, con artistas como Duki o Paulo Londra”, explicó el productor Oscar Domínguez una vez que el recital terminó. “Nosotros estamos en medio de todo ese movimiento. Que exista un sello como Suena Eh! habla también de una nueva conciencia sobre el respeto. La discriminación sigue existiendo, pero con estas experiencias se corta. Mostramos que estamos todos juntos, que somos iguales haciendo música. No hay mejor herramienta que la música para romper con todos los prejuicios que tenemos adentro”.