¿Cómo se escucha una música que, apoyada sobre gestos y fisonomías del folklore, viaja empujada por un vigor instrumental que remite a las buenas maneras de la música de cámara? ¿Dónde está el arriba y el abajo en ese cruce? ¿Cómo se ordenan en las jerarquías de los estilos entre los ingredientes que la componen? Estas son preguntas muchas veces respondidas y que sin embargo vuelven cada vez que se cruzan tradiciones musicales en nombre de la “fusión”. En su nuevo disco, Alejandro Manzoni, pianista y compositor, logra conjugar universos con el equilibrio necesario para que el juego entre centro y periferia que toda fusión representa no se escuche. Lo que se escucha es el gran gesto pone todo en un mismo lugar para que suene en el mismo instante. Estilo, idea y vigor instrumental, son una sola cosa.

Formato de cámara se llama el trabajo que el pianista y compositor propone al frente de un octeto. Sobre el trío de base que se completa con Guido Martínez en contrabajo y Leandro Savelón en percusión, se suman instrumentos de cuerdas con Irene Cadario en violín, Dolores López Mackenzie en viola y Paula Pomeraniec en violoncello, además de vientos de madera: Daniel Lifschitz en flauta y Daniel Kovacich en clarinete. Este sábado a las 21 en Café Vinilo, (Gorriti 3780), Manzoni presentará su disco junto al octeto, que en la oportunidad se presentará con Nacho Gobbi en viola y Emiliano Álvarez en clarinete.

“Además de los temas del disco, también tocaré algunos temas en solo de piano y ofreceremos algo con el trío, que es el punto de partida de este trabajo”, asegura Manzoni. Gran parte de los temas arreglados para octeto fueron grabados antes en los discos anteriores del pianista en versiones en trío o solo. “Domando potros” está en el disco Aire fresco (2003), “Coloreado pampa” y “Pasos malos” en La tres orillas (2008), “De ahora en más” y “Nuestro sueños” en Solo piano (2009), por ejemplo.

“Cuando hace dos años comenzamos con Guido (Martínez) la tarea de arreglar obras mías para un conjunto de cámara, pensamos que la combinación entre cuerdas y vientos de madera era lo que mejor se adaptaba al sonido que buscábamos”, explica Manzoni a PáginaI12. “Queríamos una sonoridad amable, que nos permitiera movernos dentro de una idea de folklore amplia y sin estridencias, con instrumentos que se acomodasen al trío de base y se empastasen bien entre ellos. Un sonido de madera, en definitiva”, agrega el pianista.

El piano es el punto de partida para los arreglos elaborados para el octeto. Desde ahí se proyectan ampliaciones, distintas texturas, diálogos afilados que configuran la idea de música de cámara con una escritura precisa. Sin forzar su identidad, cada arreglo sabe sacar lo mejor de cada de instrumento. “Todo comienza en el piano, porque la música se compuso ahí y de ahí salen las propuestas que se amplifican en el resto de los instrumentos. Pero cuando empiezan los diálogos entre las partes, el piano se coloca en otro lugar y para mí es muy impresionante escuchar cómo se abre la música hacia otros horizontes”, explica Manzoni.

La identidad musical de Manzoni está más allá de la forma, se define en la articulación del sonido, sus inflexiones, y en el fraseo y se completa en la ejecución ajustada de un octeto formidable que combina con eficiencia la disciplina del grupo y el desparpajo de las individualidades. Malambo, chacarera, zamba, bailecito y paradas intermedias, se descomponen y recomponen continuamente en la música de Manzoni, van soltando aires en los que las melodías respiran con amplitud y los ritmos se apuran sin atropellar. “Además de conocer los ritmos del folklore, siempre me pareció importante entender las articulaciones precisas para lograr matices, distintas formas de pronunciar las mismas cosas. Cada especie rítmica tiene un lenguaje aplicado a cada instrumento y en eso los arreglos fueron muy cuidadosos, de ahí que todo suena muy natural”, describe el pianista.

 

Nacido en Pergamino, en una familia de pianistas, Manzoni se formó con su padre. Más tarde se largó a Buenos Aires, pasó por el conservatorio, acompañó cantantes y también tocó jazz. “Me terminé de formar escuchando discos. Manolo Juárez, Chango Farías Gómez, Eduardo Lagos, vengo de ese lado. Pasé por muchas experiencias y creo que todo lo que hice fue pensando en que debía trasladarlo al folklore. En encontrarle una vuelta a nuestra música, alrededor de elementos que son de la música universal”, concluye Manzoni.