Resuenan unos acordes, cruzan la noche neoyorkina. Ella baja la tapa del piano, toma un último sorbo de té y una versión libertaria y llena de un swing imposible de El fumanchero (Pablo Lescano) marca el fin de la sesión de grabación. Luego, de Brooklyn a Harlem: hay amigos que esperan.

Noelia Sinkunas lleva un ritmo cotidiano que se descubre, por lo menos, vertiginoso y cargado. Es lógico: en estos últimos años su nombre se volvió cita y referencia obligada al momento de pensar en una segunda generación de músicos y músicas del tango que a fuerza de prepotencia laboriosa, belleza y desacartonamiento musical sigue abriendo, ampliando y, también, poniendo en crisis el panorama. Ella nació en Berisso hace poco más de treinta años. Hija y nieta de guitarristas –los Sinkunas llegaron de Lituania- a los que supo acompañar desde sus quince años, siempre desde el piano. Mucho repertorio a la parrilla, clásico y no tanto. Toda una escuela. “Clásico pero expeditivo. Había muchos cantantes, obvio que todos se conocían. Allí entendí un montón de armonía e incorporé mucho repertorio raro”. A los trece llegó el piano familiar: medio tono más bajo, el afinador recomendó dejarlo así. “Aprendí a tocar en cualquier tonalidad. Hoy en día me pasa: si en mitad de la canción veo que se fue a otro tono, lo muevo. No sufre nadie, nadie se entera. Eso es de oficio”. Noelia –su pelo característico esta vez a tres colores: rubio, negro, unos mechones violáceos- habla con una naturalidad y un dejo de sabiduría sorprendente. Una locuacidad a mitad de camino entre la timidez y el desparpajo. Desde la primaria hasta la Facultad todo estuvo vinculado a la música y desde la educación pública: Escuela de Arte de Berisso, Bachillerato en Bellas Artes, Composición en la Universidad. Y a la vez, a sus dieciséis tocaba metal progresivo instrumental y tango. Y escuchaba cumbia. Por ello no sorprende que durante la charla cite a Lescano y Debussy, a Britney Spears y Napalm Death, a Keith Jarrett y La Chicana, entre otros. “Lo que pongo en juego es eso: la música no tiene porqué ser de clase baja o clase alta: la música es música y le pertenece a todos, a todas y a todes. Me ha pasado que me presenten diciendo `ella es Noelia Sinkunas, así como la ves no sabés cómo toca´. La música es lo que me conmueve. Puede venir quien sea y si lo que toca me conmueve, ya está. Quiero ser cada vez más yo en el escenario”. Por ello es común que inicie sus recitales versionando, por ejemplo, “Ciudad de pobres corazones” de Fito Páez o “Malamente” de Rosalía. Luego de unos años, acabado el recorrido tanguero de La Plata el siguiente paso fue Buenos Aires: “Conocí pibes de mi edad que componían, pensaban y armaban sus propias orquestas. Me explotó la cabeza. Dije: ¡quiero esto!”. Apenas antes de su arribo a Buenos Aires quedó como pianista de Alto Bondi. Recuerda el día que audicionó: terminó de aprender y leer algunos de los temas en el colectivo, llegando a la ciudad. “Me mandé medio mentirosa. Metí un poco de mano izquierda, leí lo demás, conté un par de chistes y ya. ´Te elegimos por los buenos chistes´ me joden siempre los chicos”. El sexteto está grabando su tercer disco y eso los encuentra en un momento de cambios: su cantante reemplazó a Julieta Laso al frente de la Fernández Fierro (a la vez, Noelia también acompaña a Laso) y ahora es Ivi Colonna (de BIFE) la voz de Alto Bondi. “Es no binarie y trans. Nos posiciona desde otro lugar en el tango para abrir algunas cosas respecto a las disidencias y personas trans”. La otra pata grupal y colectiva de la que forma parte la trae desde sus años platenses de facultad: allí formó junto a otras compañeras el grupo de cumbia Cachitas Now!: puro ritmo bailable y tropical, irónico. Una definición que trae el propio grupo es “cumbia disidente y transfeminista”. Noelia amplía: “el segundo disco está re plantado desde la lucha de género y trans. En Cachitas somos bisexual, transexual, lesbianas, hombres CIS, mujeres CIS. Hay todo en la banda. Creemos que debe ser así también en la lucha”. Pero: el tango siempre orbitando, allí.

En 2018 editó su primer disco solista: Escenas de la nada mirar. Un cuadro mínimo, preciosista: ella y su piano. Y un trabajo muy cuidado desde el sonido. Ocho piezas instrumentales que se descubren a bordo y sugieren algunos géneros (música clásica, vals, contemporánea, milonga) pero sobre todo el aire tanguero que lo sobrevuela. “Sí, siento que el tango es mi casa. Hay algo, desde la cotidianeidad que me resulta cómodo y tranquilo estar ahí. Después sí, todo lo demás me ha requerido más esfuerzo. Acompañé a grupos de jazz, manejo un poco ese lenguaje pero mi comodidad es en el tango”. Escenas, nominado en los últimos Premios Gardel, tuvo su largo proceso de decantación. Cuenta: “Disfruto mucho de tocar aunque por momentos se vuelve necesario encontrar espacios y conectarme con cierto lugar para componer y entender qué quiero hacer. Y el disco pude cerrarlo cuando tomé clases con Diego Schissi. Para mí tomar clases es como ir a una especie de psicólogo de la música. Me ordené un poco las ideas. Agrupé, descarté y así fueron quedando elementos que repartí para cada canción del disco”.

Se pueden pensar líneas, aristas paralelas (y anteriores) a Sinkunas: el ya nombrado maestro Diego Schissi, Ricardo Capellano, María Laura Antonelli, Agustín Guerrero. Músicos, músicas, compositores que desde y más allá de su instrumento son capaces de cuestionar ciertas cosas dadas en la música. En este caso, eso que llaman tango. “Ojo, está bueno romper ciertos esquemas pero más aún saber y conocer eso que se está rompiendo o poniendo en crisis. De repente, sino vengo del tango y lo quiero hacer mierda, no está mal. A veces ciertos condicionantes hace que no seamos y no podamos hacer arte de verdad”.

Un Duna en Nueva York. Es muy improbable que un Fiat Duna haya vagabundeado en esa metrópoli alguna vez. Y ella no deja de pensar en eso como posible título para su reciente y aún inédito segundo disco. “¡No tiene nombre! Tendría ya que decírtelo, ¿no? Pero no lo se aún. Si se te ocurre algo, decime. Es bienvenido”. Y explica: “Estaba en Nueva York, con Julieta Laso, se dio la oportunidad y no la iba a desaprovechar. Así que grabé todas esas canciones: piano solo. Soy yo tocando”. Es ella. Tocando. Totalmente libre, incontinente, lúdica y, sobre todo, en un plan mucho más jazzero que tanguero. Canciones inesperadas a las que les encuentra su médula melódica y las desarma y arma: “Noches vacías” de Gilda, “El Tano Pastita” de Pibes Chorros, el denominado “hit del verano” “MMLYQTP (fuga y preludio)”, “Por una Cabeza”, “Baby one more time” de Britney Spears, entre otros. “Está mucho más dado al juego. Y a posterior lo pensé: esto nuevo habla mucho de mí. La música es música. Es noble de por sí. Muchas veces tuve estas discusiones: si escuchás tal cosa no podés escuchar otra. Que las músicas convivan. Todo el tiempo está eso del deber ser de algo. Sea tango, rock, cumbia; sea ser hombre o ser mujer. Entonces yo me planto desde ese lugar y mi modo de hacerlo es a través de la música”. ¿Timidez y desparpajo? Vaya si algo de eso puede encontrarse en su música. Vaya si, sin mediar palabra, esa música que brota es ella. “Todo puede convivir, nunca entendí bien las separaciones. Hago música instrumental feminista. Los pianos de esta ciudad están ahí y voy a ocuparlos”. Sí, ella es Noelia Sinkunas. Y no saben cómo toca.

 

El jueves 08/08 Noelia Sinkunas inicia un ciclo en Pista Urbana (Chacabuco 874) en el que estarán de invitados Rafael Asioli, Ivi Colonna (11/09) y Nahuel Briones (28/09). Y entre tanto, el domingo 11 de agosto estará en Ciudad Vieja, (a las 21 en 17 y 71, La Plata).