Crecen las versiones de que hay una ruptura entre Mauricio Macri y su consultor estrella Jaime Durán Barba. El Presidente se mostró furioso por no haber tenido ningún aviso de lo que se le venía. Y, según trascendió en medios hasta ahora afines al Gobierno, cortó todo vínculo con su gurú ecuatoriano. Otras versiones son más matizadas, aseguran que el "gurú" viajó a Ecuador para participar de una celebración familiar y que esta semana estará de vuelta en Buenos Aires. Más allá de cómo se defina su destino, por lo menos en Argentina, Durán Barba publicó una columna en Perfil en defensa propia: se titula "Hay que aceptar lo que ocurrió". Allí sostiene que el Gobierno seguirá dependiendo de las encuestas, pese a sus problemas metodológicos, porque "forman parte de la civilización".
"En todos los países, después de las elecciones la prensa dice que “otra vez fallaron las encuestas”, aunque normalmente algunas fallan y otras no. Hemos estudiado encuestas durante cuarenta años y normalmente conseguimos la información correcta dentro de los márgenes de error. Casi siempre tuvimos que analizar los resultados contradictorios de distintas empresas, pero el análisis nos permitió orientarnos adecuadamente. En Argentina hay varios consultores y encuestadores de gran nivel. Desde hace catorce años seguimos sus trabajos con atención y aprendemos de ellos. Hace una semana tuvimos la pedantería de confiar en los resultados de todas las encuestadoras que trabajan en el país. Nadie en el mundo tuvo una información que contradijera lo que decían los estudios. Se repitió en Argentina algo que pasó en otros países en los últimos años: se equivocaron todas las encuestas, con todas las metodologías posibles, y lo hicieron en una misma dirección", sostuvo en un texto en el que cita casos históricos famosos. Luego plantea problemas metodológicos para las encuestas telefónicas (el hartazgo a responder, la cantidad decreciente de teléfonos fijos, entre otros que enumera).
También ilustra su columna con los resultados que hicieron públicos muchas encuestadoras antes de las elecciones, a los que divide en tres grupos: Escenarios pesimistas, intermedios y optimistas. Los pesimistas, por supuesto, son los que preveían el triunfo de les Fernández por 7 u 8 puntos, los intermedios por una distancia menor, y los optimistas los que daban desde un empate técnico a una victoria por la mínima diferencia de Juntos por el Cambio.
No incluyó, claro, a los encuestadores que se acercaron más al resultado final, anticipaban una diferencia de entre 9 y 12 puntos, pero a los que sus mandantes, el Frente de Todos, les pidió no hacer públicos sus números. Se trataba de sondeos presenciales, más confiables que los telefónicos pero también más caros. Durán Barba conocía esos trabajos pero prefiere decir en su columna que son mentiras construidas después de la elección. Con eso se ahorra buena parte de las explicaciones que le exigen sus clientes.
"La sociedad líquida hace difícil que las encuestas anticipen el futuro", sostiene el consultor que vendió junto a Santiago Nieto la medición del electorado durante años a Macri. Y luego pasa a defender su oficio: "Las encuestas son parte de la civilización y por el momento no tienen reemplazo", cuestiona el supuesto enojo presidencial. "Haría el ridículo un gerente que dijera que por el fracaso de las encuestas en Argentina es mejor reemplazarlas con el consejo de videntes y políticos con los zapatos rotos de tanto caminar por sus países", remarca. "Cuando se cae un avión no es inteligente clausurar los aeropuertos y comprarse un caballo. Hay que colaborar para que los aviones mejoren. Cuando me siento mal prefiero que me diagnostique un médico y no que un pai umbanda me escupa alcohol en la cara", compara Durán Barba, cuyo acceso al núcleo de poder del Gobierno tambalea.