A sus 9 años James Whiteside empezó a jugar a ser bailarín. Vivía en Fairfield, en el estado de Connecticut, y miraba musicales de Broadway; “West Side Story”, el musical de Arthur Laurents, le acercó un universo. A los 11 ya era una decisión. Bailaba jazz y tap cuando se dio el proceso hacia la danza clásica. A los 20 ingresó al Boston Ballet, y diez años después se incorporó al American Ballet Theatre, en Nueva York, una de las compañías de danza clásica más trascendental del planeta.

Fue imposible, cuenta James, en las obras clásicas, con un personaje representativo de su subjetividad marica. Fue también desgastador el proceso de profundizar para encontrar alguna fuga homosexual en cualquiera de sus personajes, “simplemente, quizás, no está allí”. Asimilar los estándares heteronormados de la danza clásica le permitió registrar esta ausencia. Ser puto y bailarín es una paradoja, es habitar la sensibilidad artística en un régimen de masculinidad con libretos que los invisibilizan sistemáticamente.

YO SOY MI PROPIA DRAG

Además de ser uno de los bailarines principales del elenco estable del American Ballet Theatre, James Whiteside es dos personas más: “JBDubs” y “Ühu Betch”. JBDubs es una estrella pop, cantante y coreógrafo, editó tres discos, dispara singles y videos que explosionan los circuitos del éter. Ühu Betch es una drag queen con visible presencia en la escena drag norteamericana, es parte del colectivo The Dairy Queens y comparte esta membresía con Dan Donigan, su novio e intérprete de la drag queen “Milk”, aclamada participante del reality competitivo RuPaul’s Drag Race. 

Con su personaje drag, le rinde homenaje a Yoo-hoo, su bebida favorita de la infancia y a la sensibilidad creativa y disidente. Su personaje Ühu, y la cultura drag en general, explica James Whiteside “te dice exactamente qué le pasa al mundo de una manera muy creativa, glamorosa, divertida y sexy”. Ühu Betch, definirá Whiteside, vendría a ser lo análogo a “una bala perdida, un fusible encendido o a un arma cargada”. Es un recreo de su rutina de danza clásica, un canal artístico para explotar su feminidad, una propuesta con pretensión de ser escandalosa y también disruptiva.

En su segunda visita a la Argentina, James Whiteside participará de la “IX Gala Internacional de Ballet de Buenos Aires", el evento que reúne a lxs más destacadxs bailarinxs de la danza clásica y contemporánea. En la grilla de este año también se lee a Erica Lall, Sebastián Vinet, Anna Osadcenko, Jason Reilly, Ana Sophía Scheller y Daniel Ulbricht, entre otrxs.

Dirá que Buenos Aires es una ciudad que le gusta y que aún hay momentos en los que no puede creer ser bailarín principal del American Ballet Theatre porque esa posibilidad le correspondió por un buen tiempo solo a la fantasía. Que en la danza se percibe en un contexto competitivo, y que esa competencia se vuelve feroz y extrema. Pero que aprendió a correrse de ese registro y entender que en el trabajo colectivo pasaban más cosas. Que aprende de lxs otrxs. Y que es mágico porque a veces se lleva lecciones técnicas de solo mirar, y que en otras se inspira de ganas para seguir haciendo.

De “Romeo” a “Albrecht”, y del príncipe de “La Cenicienta” a “Conrad” todos fueron personajes de varones cis heterosexuales. La proyección del espectro de la masculinidad es agresivo y transversal a toda la narrativa de la danza clásica. Las expresiones de género y las apreciaciones de los vínculos romantizados están aún encerradas en el molde tradicional de la historia binaria de la humanidad. Y esto a James Whiteside le parece injusto.

Has transmitido siempre una cierta incomodidad con los estándares heteronormados del ballet clásico. ¿Cómo va siendo esa convivencia con el entorno de la danza?

Sí, yo estoy cómodo en expresar lo que soy, en ser yo mismo y me manejo con ese código en todas las capas. El tema, particularmente con la danza, son los roles que me tocan. Desde muy temprano me di cuenta que los roles que iba a interpretar serían mayormente varones heterosexuales. Por fuera de eso, hay algo que sí sucedió que fue ir explorando y disfrutando de explorar diferentes facetas de mi subjetividad. Me gusta ir transformándome de personaje en personaje. Me encanta hacer de príncipe, pero también de princesa.

Tanto en puestas de ballets de danza moderna y contemporánea se van apreciando roles queers en escena. No así con la danza clásica, ¿qué lectura hacés de esto?

Yo me voy a encargar de que empiece a suceder, y lo digo también como coreógrafo. Voy a garantizar que en un futuro cercano sí ocurra la representación queer en la danza clásica. Se habla mucho del público de este segmento, pero la realidad es si el trabajo es bueno, de calidad, la gente lo disfruta, más allá del tema que aborde la obra. Ha habido muchos trabajos que pueden resultar controversiales pero que superaron a las críticas solo porque el trabajo realizado fue muy bueno. Seguramente que las performances pueden al día de hoy resultar polémicas para un sector, pero aún están vigentes porque son performances hermosas.

Disputarle el sentido a la era Trump…

La verdad es que yo trato de hacer exactamente lo que tengo ganas de hacer. La mayoría del tiempo cuento con la oportunidad de hacerlo, más allá de esta coyuntura política. En mi vida diaria, en los aspectos que hago público, siempre intento mostrar o acercarles a las personas la importancia que tiene poder ser lo que realmente queremos ser, sin importar el juicio de los otros. Creo que hay una clave en hacernos cargo sobre quiénes somos y quiénes queremos ser. También es cierto que particularmente en Nueva York las cosas son más accesibles en ese sentido. Nadie es raro aquí porque efectivamente todos son raros.

En ese sentido, cada uno de tus personajes cuenta con una intencionalidad en el mensaje que transmiten. El cantante pop que burla al capitalismo, la drag que corrompe la masculinidad, el bailarín que disputa nuevos roles…

Pienso que en definitiva todo tiene que ver conmigo. No están completamente separados. Solo que me apasiona explorar diferentes estilos, nuevas formas. Todos ellos son yo, soy yo quien les da cuerpo a partir de mis estados anímicos, de mis preguntas, mis sensaciones. Tiene que ver en cómo decido expresarme, cómo expresar mis ideas. En esa búsqueda me interesa encontrar las formas más bellas para expresarlas.

Entonces, me parece que el mensaje que mis personajes emiten es de no tener miedo a expresarse, a decirse o pronunciarse de alguna forma. No solo desde un lenguaje artístico, sino en algo más mundano como lxs amigxs, la familia. Creo que si algo me interesa comunicar es transmitir al público la importancia de ser lo que realmente quieran ser.

 

IX Gala Internacional de Ballet de Buenos Aires:  30 y 31 de agosto. 20:30 hs. Teatro Coliseo. Ciudad de Buenos Aires.