Es sabido que hubo un momento en que la tierra y el cielo se abismaron, y del estruendo nacimos una infinidad de seres metamórficos.

Monstruos de carne con y sin hueso,

flores ambivalentes, polivalentes, omnivalentes,

maravillas, alcanforadas, avainilladas, azafranadas

cous cous unicéfalos embolsados a granel,

minotauras y Teseas,

sauces llorones,

y violetos de los Alpes.

También dragonas.

Bety, ella es Pat, una dragona que cruzó la cordillera en un plato volador llamado Teté.

Pat, ella es Bety, una dragona que a veces se llama Bibi pero siempre es la abuela de Juana.

Los propios científicos, que han acompañado mis ideas con tan malos ojos, rezuman en torno a ustedes, a quienes creen seres no verídicos, aunque a veces sí, pero muchas veces presuntos, o apenas verosímiles, o contraproducentemente hipnóticos.

También es sabido que después vino el estruendo.

Y después, humedecer los labios con la lengua.

Abracadabra pata de cabra, el universo es textual chim-pam-pum.

El universo es poético.

El Universo es Ubú.

Ahora bien, les alegrará saber a los científicos que han acompañado mis ideas con tan malos ojos, que las dragonas, Bety y Pat, a fuer de niñas atrapadas, no han puesto atención sobre sus límites. Y no me refiero sólo a la línea de puntitos negros de los mapas escolares, no sólo a la estría retórica que separa la realidad de la ficción, ni tampoco a las cuatro paredes del cuarto propio, del lenguaje propio, sino que se han propuesto  redescubrir la materia y la antimateria, el Ubú  y el anti-Ubú, el latifundio retórico y anti-retórico, el cuerpo y el anticuerpo, el lenguaje y el antilenguaje.

En fin.

El universo es un crucigrama.

El lenguaje es una nave espacial.

El lenguaje es un urutaú en peligro de desolación.

Cierto es que, los científicos, dueños verdaderos de la verdad, ahora miran con muy malos ojos, las ideas dragónicas de Bety y Pat, resueltas a pujar todo tipo de versos y antiversos con los pies atados a la luna.

Yo asumo que no va a calmar el hambre del mundo este guisado cósmico, y muy lejos estarán sus tejemanejes metafóricos de evitar el calentamiento global, de poner paños fríos al agujero de ozono, pero puedo asegurar que, la territorialidad dialéctica que las une y las desune,  que las semeja y las extraña, no podrá ser repudiada ni por el mismísimo Marx porque todo, todo, todo, proviene del sueño colectivo de poetizar, poetizar.

Y porque el mundo sin arte es una trampa.

Otra cosa que los científicos no pueden comprobar  y, por lo tanto, la literaturidad se vuelve una pantalla cuestionable, es que el humo tibio que colma este pequeño texto de tonos verdeazulados, provenga de los viejos dragones mayores de oriente y de occidente, del cráneo y del espinazo.

Las pruebas hablan por sí solas.

El lenguaje es un fuego.

La literatura es un fuego.

El cuerpo, con la poesía, arde.

Yo puedo dar fe, aunque se sabe que los científicos no la tienen, mucho menos en mi escritura, pero doy fe, porque la tengo, que mis dragonas no han nacido de un capricho léxico, sino de sus piernas dormitorios, de sus dedos canarios, de sus senos emboscadas, de sus lenguas combustibles, de sus pies sabuesos, de sus párpados submarinos.

Los científicos que con tan malos ojos acompañan mi escritura, tampoco aprueban, Pat, que  sueltes un pájaro en cada recodo de tu propio desconcierto, pero yo te lo agradezco. Es gloria fulmínea que fortalece mis nervios y me llena de placer.

¿Te das cuenta, Bety, de la sensación? Es como cuando estás en el free shop de algún aeropuerto y aprovechás a leer las noticias internacionales que hablan de tu propio país, siempre revuelto en alguna tortilla, pero desde esa distancia hay suficiente espacio para esperar la ternura, la redistribución de la riqueza, la reedición de Ubú Rey, de Ubú encadenado, de Ubú Fierro, de Ubú y la máquina de hacer pájaros.

Por último, quiero decir a los científicos, que con tan malos ojos han acompañado mi escritura, que para mí, escribir es como un Big Bang all inclusive.

 

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