La investigación periodística – un hallazgo poco frecuente – se titula “Dime con quién andas: la agenda oficial de Bolsonaro en la presidencia”. Salió publicada en el sitio brasileño jornalistaslivres.org y la realizó Renata Kotscho Velloso. El trabajo es una radiografía de cada día en el gobierno del militar ultraderechista y prueba cuáles son sus prioridades a partir del registro y análisis que hizo la cronista sobre 1377 audiencias y actos protocolares. El extenso artículo, basado en prueba documental, arroja que el mandatario se la pasa entre ceremonias castrenses, servicios religiosos, múltiples reuniones con sus hijos, encuentros con familiares de torturadores, funcionarios acusados de diversos delitos, cierta farándula y un trato preferencial a los embajadores de Israel y Estados Unidos, en ese orden.

Periodistas libres – esa es la traducción al español de la organización – nació el 12 de marzo de 2015 por “la necesidad urgente de enfrentar la escalada narrativa de odio, antidemocracia y de permanente desprecio a los derechos humanos y sociales, en gran parte apoyada por la prensa tradicional”. Su investigación se apoyó en las audiencias que Bolsonaro concedió entre el 1º de enero y el 31 de agosto de 2019. Cinco días después, este registro dejó de estar disponible en la página oficial del gobierno. Un decreto determina que se mantengan en secreto por los próximos cinco años todas las visitas al Palacio da Alvorada y al de Jaburu, las residencias del presidente y su vice en Brasil, respectivamente. La iniciativa fue del coronel André Laranja Sá Correa, el director del Departamento de Seguridad Presidencial.

El desempeño de Bolsonaro como jefe de Estado quedó al descubierto por la conformación de su propia agenda que era pública hasta fines del mes pasado. Es obvio que no pasa todo por ahí, pero la lista de actividades diarias da una idea cabal de qué temas atiende y a quiénes le interesa escuchar.

La información estaba a la vista de cualquiera. Kotscho Velloso la transformó en noticiable. De su tarea se desprende el desprecio del presidente hacia sus propios funcionarios y las áreas que conducen. Es el caso del ministro de Salud: Luiz Henrique Mandetta. Durante los primeros cien días de gobierno nunca se reunió con él. Peor le fue al canciller francés, Jean Yves Le Drian. En julio le canceló una audiencia para irse a cortar el pelo. Hizo que se televisara esa parodia donde apareció igual que Adolf Hitler en una vieja foto. El militar prefiere ser anfitrión del grupo llamado Youtubers de derecha, de un profesor de jiu-jitsu – un arte marcial japonés- que cuestionó al presidente galo Emmanuel Macron y de un pastor evangélico de EEUU que atribuye el calentamiento global a la venida de Cristo.

Bolsonaro es muy probable que hubiera recibido al coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra, quien murió en 2015. Se trata del torturador más emblemático de la extensa dictadura militar que gobernó el país entre 1964 y 1985. Como no puede hacerlo con él, el 8 de agosto le abrió las puertas del Planalto – la sede del Poder Ejecutivo – a su viuda, María Joseíta Silva. Cuando el Congreso aprobó la destitución de Dilma Rousseff en abril de 2016, el entonces diputado le dedicó su voto favorable a la memoria del militar acusado de unas 50 muertes en la temida DOI-CODI. En esa dependencia del ejército ubicada en Río de Janeiro, fue torturada la ex presidenta por Brilhante Ustra.

El militar xenófobo devenido en jefe de Estado también recibió en enero pasado – incluso antes de que al propio canciller Ernesto Araujo – al diplomático Francisco Fontenelle Filho, hijo de otro torturador conocido como el mayor Fontenelle. Es el mismo que apareció denunciado en el proyecto Brasil Nunca Más realizado por la Arquidiócesis de San Pablo. Si del cuerpo de embajadores extranjeros se trata, Bolsonaro tiene especial predilección por el de Israel: Yossi Shelley. La agenda presidencial que investigó Jornalistas livres señala que el militar se reunió oficialmente con él en siete oportunidades. Más del doble que las audiencias concedidas al representante estadounidense Clifford Sobel. El hombre de Donald Trump en Brasil patrocina la llegada de Eduardo Bolsonaro, uno de los hijos del presidente, para ocupar la embajada en Washington. Si bien EEUU ya le concedió el plácet, resta que el Senado de su propio país apruebe su designación.

La doctrina Bolsonaro de la fe también se percibe con nitidez en las ceremonias oficiales. “La adoración religiosa, por cierto, no falta en la agenda del presidente”, dice la investigación periodística. El militar asistió a quince servicios de distintos cultos, a razón de casi dos por mes. “Estuvo en la inauguración oficial de la 37ª Reunión Internacional de Misiones de Gedeón; en el acto de Consagración de Brasil a Jesucristo a través del Inmaculado Corazón de María; en la 46ª CONAMAD (Convención Nacional de las Asambleas de Dios en Brasil); en la 27ª edición de la Marcha para Jesús; en la Sesión solemne del 42 aniversario de la Iglesia Universal del Reino de Dios; en la celebración internacional “Conquistando por los ojos de la fe” y en el culto especial 25 años de la Iglesia Fuente de Vida, entre otras ceremonias.

Estas festividades católicas o evangélicas solo son superadas por los 31 actos militares a los que Bolsonaro concurrió desde principios de año. En Río de Janeiro, en sus primeros ocho meses de gobierno, se hizo presente en 11 compromisos oficiales: siete fueron ceremonias castrenses, dos religiosas, un partido de fútbol y un almuerzo con el presidente de la Federación de Industrias del Estado de Río de Janeiro. Las apariencias de normalidad institucional que intenta mantener el presidente son tan débiles como la justificación de su agenda. La catadura moral de ciertos visitantes a los que recibe hace honor al título del artículo “Dime con quién andas…”.

El ex diputado Alberto Fraga, quien no fue reelegido para el cargo, mantuvo siete audiencias con Bolsonaro. Más que algunos de sus ministros. Aquel oscuro personaje escribió en su cuenta de twitter tres días después de que un asesinato político conmocionara al país el 14 de marzo de 2018: “Conoce el nuevo mito de la izquierda, Marielle Franco. Quedó embarazada a los 16 años, ex esposa del vicepresidente de Marcinho VP, consumidora de marihuana, defensora de la facción rival y elegida por el Comando Vermelho”. Así se refirió uno de los huéspedes preferidos del presidente a la militante del PSOL, quien acaba de ser nominada al premio Sajarov 2019 que entrega el Parlamento Europeo. Era una de las tantas fake news de las que se valió el clan Bolsonaro para llegar al gobierno.

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