El desamparo y la precariedad son dos caras de la misma moneda. Nuria, una joven española que se queda sin trabajo y sin pareja, tiene una relación compleja con su madre, con la que vive desde pequeña. El padre, una figura idealizada por su prolongada ausencia, reaparece a partir de un llamado: él, que abandonó a sus hijos hace muchos años, está internado en la UCI (Unidad de Cuidados Intensivos). Elisa Ferrer ganó el XV Premio Tusquets de Novela con Temporada de avispas, su primera novela, “por relatar con una voz muy personal, de gran naturalidad y eficaz emoción, la historia de una joven que se reencuentra con su padre ausente y recapitula una niñez desamparada, una educación sentimental en permanente conflicto con su madre y su hermano”, planteó el jurado de esta edición, presidido por Almudena Grandes.

“El detonante es el reencuentro con ese padre, pero la novela habla más de la relación entre una madre y una hija y cómo a las madres se les exige muchas más cosas que a los padres en esta sociedad en que vivimos”, cuenta Ferrer a Página/12. “También está presente el vínculo hija-padre desde la infancia, porque en la novela juego con dos voces narrativas: la protagonista de niña y de adulta. Esa relación con el padre, que está mucho más presente en la infancia, en la adultez queda como un recuerdo idealizado. El peso que tiene ese recuerdo en la relación de la hija con la madre es lo que me interesaba transitar en esta novela”, reconoce la escritora que nació en L’Alcúdia de Crespins (Valencia) en 1983. La ganadora del Premio Tusquets, licenciada en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Valencia, y diplomada en Guión de Cine y Televisión por la Escuela de Madrid, escribió la novela durante el Máster de Escritura Creativa en Español que cursó en la Universidad de Iowa (Estados Unidos), donde fue miembro del equipo de redacción de la revista Iowa literaria.

Ferrer confiesa que siempre ha querido contar historias. Durante la adolescencia fantaseó con ser directora de cine y se puso a escribir guiones. Entonces se dio cuenta de que le gustaba mucho jugar con las palabras para narrar una historia con el lenguaje de la literatura. La escritora, que trabajó como guionista de televisión y analista de guiones de largometraje para el departamento de Ficción de RTVE (Radiotelevisión Española), publicó artículos y poemas en varias revistas literarias, como Temporales (de la Universidad de Nueva York) o Contratiempo (Chicago). Temporada de avispas “es una historia intimista con mucha carga emocional”, pero también “tiene mucho sentido del humor”, dice la escritora que se reconoce en deuda con La plaza del Diamante, de Mercè Rodoreda (1908-1983), una novela sobre la vida cotidiana durante los años de la República, la Guerra Civil Española y la posguerra, considerada de una de las obras maestras de la literatura catalana.

Cuando Nuria se queda sin empleo en la revista satírica donde trabajaba como dibujante, se enfrenta a las avispas que duermen en la infancia. Su verdadero padre, del que ella y su hermano Raúl perdieron el rastro hace años, ha reaparecido. Su infancia luminosa con él, los encontronazos con su madre, su miedo a las avispas, un terror que Nuria conjura dibujándolas obsesivamente, emergen con fuerza, en contraste con su vida presente, insegura y precaria. Temporada de avispas es “una historia falsamente sencilla, que se revela fascinante y profunda, compleja y redonda”, advirtió el jurado que la eligió por unanimidad entre los 716 manuscritos presentados al premio, que en otras ediciones lo obtuvieron el colombiano Evelio Rosero, el mexicano Elmer Mendoza, los españoles Fernando Aramburu, Rafael Reig y María Tena, y los argentinos Sergio Olguín, Betina González y Mariano Quirós, entre otros.

“La precariedad no es un tema protagónico porque la novela habla de la familia, de los roles que adquirimos en la infancia y cómo luego permanecen aunque seamos adultos; del shock que implica cuando después de idealizar a tus padres descubres que son seres humanos con defectos”, explica Ferrer, “una voz original y no impostada”, como la definió el jurado. “La precariedad está de fondo, haciendo que el suelo que pisa Nuria siempre sea inestable: no puede pagar un piso mejor, pierde el trabajo porque hay una extraña relación con sus compañeros, que son todos hombres. Me interesa analizar cómo lo tenemos más difíciles las mujeres que los hombres, tanto a nivel económico como sentimental –subraya la escritora premiada-. La precariedad es lo que hemos vivido en este país, en especial las mujeres de mi generación”.