Llegué a Dublin invitada por la organización Front Line Defenders para participar de la Plataforma Dublin, un encuentro internacional de defensores y defensoras de derechos humanos. Fuimos convocadas 120 personas, de noventa países de los cinco continentes del planeta, así como representantes de organismos internacionales y organizaciones locales. Este encuentro se celebra cada dos años, y fue un honor haber sido invitada por la Argentina.

El viernes pasado terminó el evento, y todavía siento un torbellino de emociones después de la experiencia, de haber tenido la oportunidad de compartir una plataforma tan diversa, con personas de lugares tan lejanos y sin embargo con tantos ideales en común. Dublin, como dijo un compañero mexicano es un lugar en el que se respira identidad, pese a tantos años de ser sojuzgados por Inglaterra, o quizá también por ello, la historia e identidad irlandesa se siente, se respira. En ese contexto nos encontramos personas de todas las identidades, religiones, colores, con trayectorias y formaciones sumamente diversas, pero con batallas y enemigos que nos unen. Enseguida circularon los abrazos, el afecto, las miradas cómplices, las palabras o señas cuando nos separaba el idioma.

La plataforma comenzó con discursos de bienvenida de autoridades, el ministro de Relaciones Exteriores irlandés, Simon Coveney; la Alta Comisionada de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, Michelle Bachelet y el director de Front Line Defenders, Andrew Anderson. Luego vinieron los "paneles", donde comenzaron a aparecer las voces de las defensoras y defensores, sus testimonios, hasta llegar al trabajo en grupo, que fue para mí la experiencia más rica del encuentro. Poder intercambiar con quienes ponen el cuerpo todos los días en los lugares más lejanos del mundo, escuchar las realidades más terribles, que no caben en el cuerpo y la cabeza de un ser humano, y poder contarles también sobre nuestro país. Es cierto que nuestra realidad no es de la extrema gravedad de otros países, pero como dijo el filosofo Solari,en aquella canción "que podría ser peor, eso no me alegra, no". Por ello intenté transmitirles que la Argentina ya no está en la agenda internacional, porque tuvimos doce años de un gobierno que nos permitió avanzar en materia de derechos humanos, que juzgamos a los genocidas argentinos con nuestras leyes y tribunales, así como otras políticas públicas en torno a los ejes de memoria, verdad y justicia. Pero no solo esto sino que avanzamos en el reconocimiento de otros derechos. Sin embargo, les conté que hace cuatro años padecemos un gobierno neoliberal, corrupto, que representa los mismos actores e intereses de quienes instigaron la dictadura (porque son ellos mismos) y que sufrimos, desde su asunción, una campaña sucia de desprestigio a los organismos de derechos humanos, persecución, el intento de paralizar los juicios de lesa humanidad, la represión a la protesta social, la desaparición de Santiago Maldonado, y hoy la falta de justicia para su caso, el asesinato de Rafael Nahuel, entre otros. Que volvimos a tener decenas de presos y presas políticas, que la Ministra de Seguridad avala las ejecuciones ilegales de las fuerzas de seguridad, pretendiendo sean legales, en detrimento de nuestra Constitución Nacional y lo que los jueces dicen. También relaté el papel vergonzoso de gran parte del poder judicial, pero aclaré que lo más grave de todo son las políticas económicas que lleva adelante el gobierno de Macri, que sumieron una vez más a nuestro pueblo en la miseria, la desocupación, la destrucción de la industria, el ataque a la educación pública y la salud.

En esta instancia de intercambio, recordé aquello que tanto me gustó cuando leí por primera vez a Boaventura de Souza Santos: el diálogo intercultural para la construcción de los derechos humanos, en contraposición con la hegemonía de los derechos humanos del mundo occidental. Si bien las realidades son muy distintas, por momentos escuché, vivencié en los relatos de las compañeras y compañeros, la misma película con distintos actores.

Otro eje a destacar es la palabra de las mujeres feministas de todo el mundo que ahí plantearon su voz, escuchar sus relatos me sacudió íntegra. Esa valentía, esa dignidad, sentí en toda su dimensión la sororidad, esa emoción, esas ganas de abrazarlas, las ganas de seguir adelante que me transmitieron.

Las compañeras y compañeros que representaban al colectivo LGTBIQ también alzaron su voz y fueron conmovedores sus relatos, su persistencia en visibilizar aquello que siempre quiso ser silenciado.

El segundo día realizamos una marcha con antorchas encendidas y pancartas por la libertad de los defensores y defensoras presas en distintos lugares del mundo que culminó en la catedral de Dublin. Marchamos hasta la cripta de la catedral y allí, entre estatuas antiguas, con fotos de las personas detenidas en pantallas enormes, con una conferencia, se lanzó la campaña por la libertad de las personas detenidas por defender los derechos humanos. Una actividad similar seria impensable en nuestro país. En ese momento, sentí que estaba viviendo algo casi surrealista.

En cuanto a las estrategias y transmisión de experiencias exitosas en la lucha, entendí que son las mismas, en las historias de nuestros pueblos: la solidaridad, el tejido de redes, la visibilizacion y por supuesto la organización. Lo novedoso son las distintas estrategias para llevarlo adelante, la creatividad aplicada a esta pelea siempre desigual. Pero ganar la calle es irremplazable; aquí o en el Congo.

 

Sé que no fui la misma después de comenzar a militar en H.I.J.O.S., asumiendo el enorme legado de las Madres y Abuelas, ese camino que nos marcaron ellas para siempre. He pasado diez años en los tribunales federales escuchando los testimonios de las y los sobrevivientes del terrorismo de estado y familiares, querellando para condenar a los genocidas. Luego de eso, estoy segura de no ser la misma. Pero después de esta experiencia, de la que me queda aún mucho por procesar, siento que una huella indeleble se inscribió en mí, y espero que sirva para esa lucha colectiva que doy y seguiré dando junto a miles de argentinos y argentinas.