Construida bajo la dirección de Todd Phillips y con un guion compartido con Scott Silver, Guasón se establece como una obra exquisita del cine contemporánea, donde su protagonista Joaquin Phoenix hace gala de lo versátil y de una preparación que va más allá de lo físico. Si Charles Spencer, con sus papeles de Charlot, sobrecogió el cine mudo con el humor, el Joker es una apuesta conjunta, en un mundo plagado de lo visual e instantáneo, a las emociones sin excesos de lo complementario, es decir, del diálogo y de su entorno.

Con una estética minimalista, aunque respeta los ornamentos de la época en la que se enmarca, logra que Phoenix sea el protagonista real y no un mero accesorio del film, y demuestra que el efecto visual más importante es la provocación de percepciones y sentimientos que puede lograr un intérprete pleno del arte dramático. Una obra pensada, no dejada al azar, que exhibe una propuesta de historia de origen del Joker desde Arthur Fleck, un comediante que padece de diferentes trastornos mentales, mientras convive con su madre, la que fue trabajadora de la mansión Wayne; todo sucede en un Gotham caótico y sumido en la violencia y degradación, pero que ve en un Thomas Wayne como posible alcalde la esperanza de retomar el camino preciso.

Enmarcado así, además, el film plantea de manera secundaria dos cuestiones, que, quizá, puedan tomar desprevenidos a los espectadores. Una, relacionada con la salud mental y las correspondientes políticas públicas; la otra, con la filosofía política.

Arthur, envuelto en serios trastornos mentales, se vuelve víctima de su incapacidad económica para pagar un proceso de medicación y que evidencia la desidia del Estado para ofrecer un tratamiento integral de los enfermos con padecimientos mentales. En paralelo, se refuerza la negligencia estatal en el suministro de las drogas necesarias para las personas de escasos recursos y el diagnostico de las mismas: “alguna servirá”, lo que convierte los servicios sociales que se muestran en el film en una caridad penosa, que no da lugar a ninguna posibilidad de curación del enfermo y envuelve un cierto castigo: la normalidad. Precisamente, la exposición detallada no significó que los instintos criminales del Guasón puedan desaparecer, pero la ausencia de una política pública seria, controlada y solidaria en un Estado democrático y abierto dan lugar al rezago y al olvido de la subjetividad de los enfermos y de aquellas personas en situación de discapacidad (social y/o física).

Además, con un final que expone la situación más aterradora que sufren los enfermos con trastornos mentales -la manicomialización-, lleva al reconocimiento de una sociedad fragmentada y aislada, donde se entabla una discusión entre los sectores reaccionarios y conservadores de la comunidad científica, frente al discurso hegemónico de lo disciplinario. Pero al final, un manicomio, en tales condiciones, no sirve para nada. Como bien se ha planteado, los manicomios y las cárceles, en su correcta biografía, demuestran la existencia o inexistencia de un Estado fundado en ayudar al ciudadano siempre que se pueda.

Finalmente, desde el punto de comprensión de la filosofía política, en especial, de las últimas escenas de la película, esta se muestra en una suerte de absurdo pesimismo antropológico, quizás en la impronta anunciada por Thomas Hobbes en 1651: caos o un Estado despótico, que se ocupe de garantizar la paz, una paz de los cementerios, porque se constituye a partir de la exclusión de un fragmento relevante de la comunidad ciudadana.

Encerrando de esta manera un film pesimista, sensible, no apto para todo público, da la razón al profesor Luigi Zoja, en su obra Paranoia. La locura que hace la historia: entender las sociedades pasadas y recientes es solo viable si se piensa a estas como acreedoras y víctimas de trastornos mentales, traumas colectivos y realidades sumidas en depresión; con lo cual, esta obra, peligrosamente de culto, manifiesta un ocaso temible y predecible de la sociedad que abandona al otro, mientras crea una película tan perturbadora como imprescindible.

* Doctor en Derecho UBA / Doctor en Derecho, Universidad de Sevilla