Desde Rosario

Apelaciones a la fe con eso de "lo peor ya pasó" como todo fundamento, exacerbación de un "ellos" demonizado como enemigo común, y los bafles ensordecedores que machacaban en loop con los cantitos tribuneros grabados y reproducidos en volumen insalubre. Eso fue la estructura de encuentro de ayer en el Parque de España, donde el presidente Mauricio Macri y su séquito hicieron la escala rosarina de La Marcha del Millón, la retahíla de actos con la que cierra su campaña en busca de la reelección presidencial.

La afición macrista cubrió el playón, las dos escalinatas del parque, y también se apostó gente en la barranca y sobre avenida del Huerto. Todos con sus banderas argentinas, tal como se convino en la convocatoria que cundió por redes sociales y hasta con pequeños globos con la figura de una Cristina Fernández con traje presidiario. Un inflable gigante con ese motivo se erigió bien atrás, contra el Centro de la Juventud. Pero tampoco asistió tanta gente como para haber erigido ese tótem anti K tan lejos.

La gente fue colmando el lugar a media tarde. Eso, más la reaparición del sol post lluvia, los vendedores de banderas a 100 pesos y el perfume dulce del pororó, pintaban una postal digna de un paseo dominguero. Pero no. El plan era distinto esta vez. Clase media casi al 100 por cien, muchos más adultos mayores que juventud, ausencia de organizaciones sociales o carteles partidarios y mucha consigna contra cualquier cosa que aludiera al Frente de Todos.

El Tirá para arriba de Miguel Mateos desde los parlantes agitó el mar de banderas y saltitos en el gentío cuando en el consabido escenario 360º apareció Hernán Lombardi para empezar a calentarle la cancha al orador del anochecer. El jefe del Sistema Federal de Medios y Contenidos Públicos arengó el primer cantito de la tarde: "La da vuelta, Mauricio la da vuelta...", cantaba y el coro de miles lo seguía. Alguno se preguntó si eso refería al partido que más tarde Boca debía remontar ante River.

"Acá no hay choricito ni morcillita. Estamos para decirle a Mauricio que no está solo", exclamó el radical. Con la euforia, también se coló un "¡Nisman presente!", "¡Argentina sin Cristina!" y un tácito "¡Que vaya presa!".

Una señora con mantón de Manila descubría con duda y sonrisa la sensación de ser parte de la masa y murmuraba los cánticos tribuneros con entusiasmo creciente. Un señor de saco y corbata recién llegado aplaudió a Lombardi cuando exhortó: "Nos queda convencer a la familia, a los amigos, y a fiscalizar. La gente del Gato va a fiscalizar a cara de perro contra estos cancheritos prepotentes", instó el secretario de Estado y llamó a concurrir al comicio desde las 6.30 hasta las 12 AM si es preciso. "No nos dejemos robar ni un voto", advirtió como luego lo harían sucesivamente quienes siguieron en orden de discurso: Patricia Bullrich, Guillermo Dietrich, Ximena García (segunda candidata a diputada), Miguel Pichetto y el anfitrión organizador, Federico Angelini, primer candidato a diputado.

La aparición de Bullrich desató una módica ovación. Con tono enérgico dijo que "nadie más que Mauricio Macri luchó contra el narcotráfico. Los Monos no pudieron porque vinimos nosotros a dar batalla", reiteró su apología de la doctrina Chocobar y llamó "a darla vuelta".

Dietrich recalcó el llamado al público a fiscalizar el comicio del domingo. "Capacítense, tenemos todo para que lo hagan, vayan desde temprano hasta última hora por el futuro de nuestros hijos, para llegar al ballotage", conminó el ministro de Transporte.

Siguió el candidato a vice, con buen eco en el aplausómetro. Pichetto reiteró el llamado a fiscalizar y repitió lo de cada acto: "Sabemos que la clase media sufrió con el ajuste de tarifas, pero el esfuerzo ya está hecho". Angelini, a su vez, aseguró que habrá más de un fiscal por mesa y llamó a "cuidar la democracia".

A las 19.10 subió el presidente, y alternó párrafos y cantitos por bafle durante 20 minutos. Abundó en eso del "dedito y el atril", en que "somos mayoría y no le demos cabida a los que ocuparon el Estado y fueron por todo, hasta por nuestra libertad. Hasta acá llegaron. Nos despertamos los que nos levantamos temprano cada día para sacar el país adelante".

Como un sacerdote a su feligresía al recitar el Credo, preguntó al público "¿Creemos..." tal cosa, tal otra, y tal otra. Y el gentío respondía fiel, "¡Sí!". Celebró la ocurrencia de un militante: "Los gatos caen de pie". Siguió con que "fue más difícil de lo que esperamos, pero el cambio es posible y hoy estamos mejor parados que hace cuatro años".

Se prodigó en alabanzas a su gente, agregó algunas frases más como "Estamos por entrar en una fase de crecimiento único" o "Vamos a...", "De ahora en más..." y promesas así. 

El final llegó justo sobre la penumbra mínima necesaria que avanzaba desde atrás del parque y el río para consumar la última escena del libreto: miles y miles de teléfonos celulares iluminando el parque y el final del acto. Y sí, había muchísimos jubilados y jubiladas con smartphone.